El liderazgo de China. El Correo Gallego
A punto de finalizar la segunda década del siglo XXI, China está empeñada en liderar una nueva revolución comercial global. La revolución de la calidad ha llegado al gigante asiático. Actualmente hay una apuesta muy seria por la importación de conocimiento. Cambiando así la concepción que tenemos de los clústeres de innovación mundial. En este contexto, China está llamada a liderar la carrera del diseño. El Gobierno del país, que lo sabe, encamina todos sus esfuerzos a atraer talento hacia su territorio.
Prueba de este compromiso con la innovación son las ferias y los eventos que el Ejecutivo organiza a lo largo del vasto territorio del coloso asiático. El pasado mes de julio, la ciudad de Hangzhou acogía la segunda Conferencia Internacional de Diseño Industrial (WIDC por sus siglas en inglés). Lugar que reunía a compañías, instituciones y universidades de diseño de más de 20 países del mundo.
Durante tres días, la ciudad se convertía en el núcleo mundial del intercambio de conocimientos. Junto con la innovación en el diseño, de la cooperación, de la integración y del desarrollo económico y social.
La apuesta de China por el conocimiento viene de lejos: desde que se convirtiera en la fábrica del mundo allá por la última década del siglo XX, China vive por y para el comercio. Los sucesivos gobiernos del gran gigante asiático se han esforzado en consolidar al país en este sentido. Todo ello a través de medidas que favorecieran una revolución que situara a China a la cabeza del comercio mundial. La apertura de fronteras, la inversión extranjera, o la promoción de rutas comerciales milenarias. Estas medidas no hacen más que mostrarnos el interés y la voluntad de inversión del Gobierno chino en este sentido.
Hoy, toda vez superada esta apertura al exterior y con una posición hegemónica en las redes del comercio mundial, es momento de dar un paso más. En efecto, en esta apuesta por la industria es muy importante la participación del Gobierno. Aunque cabe destacar que también es necesario abandonar el sistema top-down, es decir, el sistema tan extendido en China en el que desde arriba se toman decisiones hacia el mercado, el diseño, la industria, las subvenciones… obligando, por ende, a las organizaciones, universidades y empresarios a aplicar lo que se ha decidido a nivel gubernamental.
Si nos atenemos a los datos, este sistema históricamente no ha funcionado. Es imposible que un Gobierno, una persona o un departamento, tengan la información de cada uno de los actores. Sería conveniente que China adoptase la organización bottom-up y moverse de abajo hacia arriba.
Según este criterio, sería de vital importancia que fueran los empresarios quienes decidieran cómo organizar sus empresas. O cómo crear sus startups. Es decir, el Gobierno, como agente, tiene que limitarse a ser un observador. Un observador que aplique las leyes y ayudas en función a lo que necesite el mercado y no al revés.
La normativa no tiene que legislar el diseño activamente. Lo que debe hacer es crear un marco donde las empresas puedan desarrollar su actividad en las mejores condiciones posibles. Para que el diseño y la innovación sean una realidad permanente en China, el Gobierno tiene que generar un marco de convivencia propicio para la autonomía del empresario y garantizar la seguridad jurídica de las empresas.
Con la certeza de que el país proyecta un sinfín de oportunidades en la importación de I+D+i, es el momento de que Gobierno, instituciones, organizaciones y empresas trabajen de la mano para delinear las pautas de un modelo que consolide el desarrollo del diseño industrial a nivel mundial y de la promoción de una innovación que contribuya al desarrollo económico, al progreso social y, sobre todo, al desarrollo sostenible de la civilización humana
Pero hace ya tiempo que China ha dejado de ser solo la fábrica del mundo para convertirse en el líder de una revolución, la del conocimiento, que va a posicionar al coloso asiático a la vanguardia del mundo en todos los sectores.
Lucy Liu. SedeenChina