Para desafiar los efectos de la crisis financiera internacional, China se ha visto con la necesidad de redireccionar sus intereses e implementar profundas reformas estructurales.
A pesar de reducir su crecimiento del 10% al 7-8% anual, su avance sigue siendo robusto y con mejor comportamiento que otras economías emergentes como India, Brasil y Rusia. Este crecimiento nacional lento se debe en parte a la caída de la demanda estadounidense y europea provocando el descenso de sus exportaciones.
En cambio, para corregir la situación, y reequilibrar la economía china, hay una voluntad expresa por parte de la nueva administración de Xi Jinping de sustituir la demanda externa por una mayor demanda interna.
China está muy necesitada de recursos y prueba de ello son las continuas relaciones comerciales con diferentes países diversificando e incrementando sus inversiones en el extranjero para mantener una seguridad y poder abastecer su demanda interna.
El gobierno intenta promover el consumo interno, otorgando subsidios en algunos productos además de destinar más inversiones en zonas más atrasadas (oeste y centro), donde es necesario desarrollar infraestructuras de transportes e impulsar las telecomunicaciones. Igualmente el gobierno planea paliar el deterioro del medio ambiente en muchas de sus principales ciudades.
Además, los ciudadanos chinos tienen hoy más dinero (sus cuentas de ahorro se duplicaron en 5 años), y ven que invirtiendo en el mercado inmobiliario verán que su dinero generará dividendos.
“China está ahora en un momento crucial (…) y si no impulsamos suficientemente las reformas estructurales, será difícil llegar a un crecimiento duradero”, así lo afirmó el primer ministro chino Li Keqiang.