Crisis numérica. El día que el mundo descubrió que los chinos contaban en chino

Nos hemos acostumbrado a calcularlo todo, hemos “numerificado” nuestras vidas para poder entenderlas.

Vivimos un 6,2 años más que los que vivían en los años 90, pero tenemos la sensación de estar empeorando esa calidad de vida. Cuando leemos noticias que nos cuentan que el crecimiento de la población mundial se frena, pensamos que en realidad no lo hace. La pobreza mundial ha disminuido un 27% en los últimos 25 años, pero los números no nos convencen. Aumenta en un 17% la inversión mundial en energías renovables. Es suficiente? Probablemente no.

Y podríamos seguir hasta el infinito con cifras que nos muestran realidades o, como mínimo, lo intentan. Cuando salimos a la calle, las cifras se quedan guardadas en el bolsillo ese donde se nos enredan los auriculares del móvil. La realidad es la que tenemos delante y, aunque incompleta, muchas veces en nuestras discusiones diarias argumentamos con experiencias propias, en contra de datos a priori infalibles.

Lógicamente, nuestra realidad visual es extremadamente incompleta. Acostumbramos a ver “capas” cual archivo .psd modificado a placer para ocultar lo que no nos gusta, lo que no queremos y/o, en mayor medida, lo que ignoramos. Por contra, los datos fríos a veces pueden falsear la realidad incluso en los casos donde esa no sea su intención deliberada.

Nos pasa a menudo con China.

Hemos estado prediciendo la crisis china los últimos 10 años. En todos y cada uno de esos años nos han contado que llegaba la crisis, aunque la tozuda realidad nos enseñara, con sus capas ocultas, una economía boyante y con un crecimiento anual inédito, más aún en una economía que supone casi el 20% de la población mundial.

Algo sí ha cambiado en la orgía numérica de los analistas. Antes, los número nos contaban realidades extrañas que los residentes en China no vivíamos ni por asomo. Ahora, pasa al revés; los números apenas nos cuentan poco o nada, pero la sensaciones son muchas y muy variadas. Casi todas negativas.

China renunció a sus objetivos de crecimiento por encima del 7% para los próximos años, y propuso entre un 6.5% y un 7% para 2016. Analicemos estas cifras:

[icons icon=»cog» size=»small» type=»circle square» icon_color=»#f34a53″ background_color=»» border_color=»» /]Un 0,5% de margen, supone unos 50.000 millones de US$ de tolerancia, ya nos da una idea del poco conocimiento “real” que tenemos de la economía.

 

[icons icon=»cog» size=»small» type=»circle square» icon_color=»#f34a53″ background_color=»» border_color=»» /]Habiendo transitado la mayoría de países desarrollados por una senda de crecimientos negativos (decrecimiento) o crecimiento 0, crecer al 6.5%, al 5, al 4 o al 3, debería ser motivo de alegría, no de preocupación. ¿Por qué nos preocupamos? ¿No será que no creemos en esos datos?

 

[icons icon=»cog» size=»small» type=»circle square» icon_color=»#f34a53″ background_color=»» border_color=»» /]Siendo China casi el 20% de la población y PIB mundial, lo preocupante para el resto del mundo sería que China siguiera creciendo al 10-12%. Obviamente, cuando un país se desarrolla, se reducen los nichos de mercado, se estabiliza y el crecimiento pasa a valores mucho más reducidos y asumibles.

 

No compro lo de que “la economía china necesita x% para crecer realmente”. No, para crecer necesita un 0.00001%. Lo otro, son números mal calculados que manipulamos a conveniencia cuando no nos dicen lo que todos vemos en la calle.

Pero volviendo a las sensaciones, algo falla. La sensación de los que vivimos dentro, no es de que China haya perdido un par de décimas… es mucho mayor y mucho peor. Y analizando profundamente vemos, por un lado, el desconocimiento global de los economistas/políticos chinos de su propia economía y, por el otro, el afán enfermizo de occidente de hacer pasar por el embudo de cifras/estadísticas occidentales, un gigante chino que cuya realidad no obedece a fórmulas matemáticas tan lejanas.

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Y esta es la crítica: Llevamos años, desde nuestro altar del primer mundo, definiendo lo que es pobreza (para nosotros), cuantificando que significa tener buena o mala vida, sancionando en función a nuestros estándares, imponiendo normativas en función a nuestro momento histórico e incluso generando guerras cuando alguien se salta nuestras normas.

Pero China es un animal aparte y rompe nuestras cifras de juguete. Mientras los números de occidente decían que China era un país tercermundista, aquí se estaba construyendo un nuevo líder en la economía mundial. Mientras se hablaban de cifras de paro del 20% aquí lo que veíamos era un paro negativo, mientras se nos hablaba de una China interior con desprecio (confundiendo interior con rural y confundiendo rural con pobre) aquí se formaban mega-urbes con economías florecientes en el interior, mientras nos hablaban de que China se hundía por sus caídas de bolsa, aquí entendíamos que, al contrario que en occidente, la bolsa apenas tiene relevancia en la economía…

Y ahora que nos cuentan que China, quizá, baje medio punto su PIB… lo siento señores pero ustedes no tienen ni la más remota idea de cómo funciona este país, porque sus cifras se basan en parámetros que sólo son extrapolables a países como los suyos. Y de la misma forma que aquí fracasan empresarios de éxito porque intentan extrapolar modelos de negocio que les funcionaron en muchos países, también han fracasado y fracasan los que intentan calcular la evolución de la economía china con fórmulas que funcionaron en países occidentales.

Y si no podemos basarnos en números tan mundialmente aceptados como el PIB, el desempleo o la inflación, en qué basarnos?

Li KeQiang, primer ministro chino, nos dio una pauta hace unos años.

Fue concretamente en 2007 cuando en unos e-mails desvelados por WikiLeaks el entonces gobernador de la provincia de Liaoning, hablaba de su desconfianza a los métodos occidentales para calcular el PIB chino. Demasiado complejo para la economía china, decía. Y algo complejo es proclive a errar y permeable ante manipulaciones.

En aquella época, Li KeQiang apostaba por otros factores para medir el crecimiento económico. Concretamente, él analizaba tres variables: el número de contenedores en los transportes ferroviarios internos, el consumo energético y los prestamos bancarios.

Y como suele pasar, tras los primeros escépticos, las primeras críticas y las primeras burlas, vinieron los análisis técnicos.

De alguna manera, el mundo entendió que los chinos hablan chino e incluso cuentan en chino que, más allá de las cuestiones idiomáticas, suponía un cambio cultural en una verdad absoluta que nadie había puesto en duda durante años: el “PIB”.

En pocos meses, el bautizado como “índice Li KeQiang” (KI) tomaba cuerpo y empezaba a usarse en diferentes países, sobre todo en aquellos donde el cálculo del PIB es demasiado subjetivo o, directamente, es una suma de errores.

Indice KI para calcular datos económicos en China

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El KI está teniendo tanto éxito que ya se está estudiando cómo complementarlo con otros factores como serían el ratio de crecimiento de sueldos o desempleo.

Y la pregunta es: ¿Qué nos dice el KI sobre la economía china y la economía mundial? :

[icons icon=»cog» size=»small» type=»circle square» icon_color=»#f34a53″ background_color=»» border_color=»» /]Sobre la economía china nos dice que el país podría estar creciendo por debajo del 4% en lugar del 6.9% que provoca ya tantos sofocos. Obviamente, esos números explicarían las sensaciones que se viven en el país y que no conseguíamos ver reflejadas en las cifras oficiales.

[icons icon=»cog» size=»small» type=»circle square» icon_color=»#f34a53″ background_color=»» border_color=»» /]A nivel mundial, la aceptación de estas cifras supondría ahora mismo un caos que a nadie interesa. Lo cierto es que el crecimiento mundial contando uno u otro dato de China nos lleva a una época de contención en el mejor de los casos (PIB) o a una nueva recesión mundial (KI).
Pero como la marcha de los acontecimientos es un tren tozudo que no detiene ante el maquillaje político, el tiempo nos contará si los chinos, contando en chino, sabían hacer mejor sus cuentas que nosotros desde fuera, con nuestros métodos infalibles.