Existe un sector de la población que ha vivido la crisis desde una perspectiva perversa. La generación mejor preparada de la historia no ha tenido ocasión de demostrarlo debido al elevado paro juvenil, más de un 40%, durante 10 años. Hablamos de una generación perdida que no ha trabajado durante la edad formativa de todo ser humano. Una generación a priori irrecuperable.
Hasta aquí los lamentos. La alternativa que hemos encontrado a la condescendencia ha sido la migración.
Ante las crecientes dudas sobre la credibilidad, funcionalidad y precio de los posgrados, existe un formación más valiosa, accesible y diferenciadora: salirnos de nuestra zona de confort.
Europa está colapsada de emigrantes en general y de españoles en particular; también Sudamérica que ya fue primera opción en los inicios de la crisis. Los países anglosajones limitan cada vez más nuestra entrada vía visados.
La estrategia no es huir aleatoriamente, es invertir una serie de años de nuestra vida y sacarle el mayor partido posible. Hablamos de crear y potenciar nuestra marca personal que, sin experiencia, se parece demasiado a la de los otros millones de licenciados que esperan junto a nosotros una oportunidad en el mercado laboral.
Si pensamos en las opciones que hay en el mundo emergente, podemos trabajar en una estrategia para llegar a Asia en las mejores condiciones posibles. Tener claro si nos vamos por periodo limitado o una estancia larga nos va a influir en muchísimas decisiones diarias. La estrategia básica debería contar con una formación inicial sobre el lugar a donde nos dirigimos incluyendo nociones elementales sobre el idioma para llegar y diferenciarnos en la primera etapa.
Asia, es cierto, no es para todo el mundo, pero sí es para mucha más gente de la que pensamos. Empecemos por entender dónde tienen más valor nuestras habilidades algo que debería llevar a preguntarnos “qué habilidades tenemos”, una cuestión que contra-intuitivamente nos formulamos cada vez menos gente en este mundo de derechos propios adquiridos y responsabilidades ajenas.
Quizá China no sea ya el lugar ideal para llegar; los visados, aunque no imposibles sí son cada vez más difíciles. Pero Asia es muy grande, China también lo es y todavía existen muchas oportunidades más allá de las ciudades de referencia.
Obtener una beca universitaria en el interior de China, un trabajo como becario en una zona industrial o un empleo en el sector educativo o servicios en Asia no es difícil, pero requiere insistencia; la mayoría de ellos incluyen alojamiento y manutención. Tras un primer periodo de adaptación, se puede virar la estrategia usando nuestra experiencia y contactos obtenidos y empezar a forjar un curriculum que nos permita prosperar y diferenciarnos.
Vivir en Asia no solo nos otorga una experiencia vital única, nos abre tanto a la fábrica del mundo como al mayor mercado del planeta; un lugar con nichos inacabables tanto desde la oferta como desde la demanda. Ampliar nuestras miras, trabajar en entornos internacionales diversos, enfrentarnos a situaciones inesperadas, etc. Salirnos de nuestra zona de confort enfrentándonos a nosotros mismos solos y fortaleciendo cualidades sociales en un estímulo continuo de mejora. Incluso si nuestro objetivo es volver, esa experiencia va a ser valorada por encima de cualquier titulación extra.
Pero de nuevo la idea es, ¿qué podemos ofrecer? Por suerte en Asia la respuesta es positiva ya que se valora nuestra formación y singularidad. No vamos a comprar una titulación, vamos a intercambiar, comerciar con nuestra marca personal testándola en el mundo de hoy y sobre todo cuando hablamos de Asia, en el de mañana.
En una sociedad de colas de desempleo sobre tituladas donde la experiencia brilla por su ausencia, parece razonable buscar opciones para obtener esa pericia en lugar de continuar hinchando la parte teórica de nuestro curriculum. Un mundo, además, donde las grandes empresas llevan ya tiempo advirtiendo que el curriculum pierde valor en favor de la experiencia, la inteligencia emocional o problem-solving. Actitud por encima de Aptitud.
Y tal como sucede en todas las facetas de nuestra vida, acostumbrado a vivir permanentemente fuera de nuestra zona de confort llega un día en el descubrimos que lo que hemos hecho es ampliar esa zona de confort. Ese día ya no quieres volver, pero en todo caso esa es una decisión que ya no tomas desde la necesidad.
Adrián Díaz