China, Taiwán y el Catolicismo, por Adrián Díaz

El 1 de octubre de 1949 los comunistas se hacían con Beijing y, con ello, con el control de China, ¡pero no de toda China! Quedaban por resolver más flecos de los deseables: El Tíbet; la inestable zona de Xinjiang; Mongolia que en aquel momento pertenecía a China; Chengdu en el mismo corazón del país donde el gobierno capitalista se había hecho fuerte y aguantaría todavía un año y, por supuesto, Taiwán con su capital Taipei declarada nueva capital de China.

Desde Beijing se buscaban apoyos internacionales. En la silla china de la recién creada Naciones Unidas se sentaba el gobierno capitalista huido. Nadie reconocía a Mao Ze Dong como el legítimo dirigente de China.

Nunca se firmó la paz

Si cuando hablamos de la guerra de Corea siempre mencionamos que nunca hubo un tratado de paz, sino un armisticio, hablando en plata, un «alto el fuego” y que por tanto, a día de hoy, siguen en guerra, cuando hablamos de la guerra civil China, ni hubo paz ni tan si quiera hubo armisticio, es decir, oficialmente también siguen en guerra.

Tanto Beijing (la República Popular China) como Taipei (la República de China) reclaman ser la China legítima y que el otro es un impostor que no debería tener representación internacional. Ojo: para Taipei tampoco debería tenerla Mongolia, que se independizó de China gracias a las presiones de la URSS sobre el gobierno de Beijing pero que, al no haber firmado jamás su conformidad el gobierno de Taipei, para los taiwaneses, además de toda China, a día de hoy, Mongolia también les pertenece. De hecho, en la constitución taiwanesa se habla de un territorio de más de 11 millones de km2 de extensión.

Pero una organización mundial como la ONU no se podía permitir que el país más poblado del planeta no formara parte.

Así que, de darle la silla con veto a la China capitalista, Taiwán, de un día para otro en 1971 se la ofrecieron a la China comunista y, obviamente, a Taiwán no le dejaron ejercer su veto en esa decisión.

El veto

Para los que no sepáis que es el veto, es eso que hace que la ONU no sólo sea una organización inservible que sólo sanciona a países pobres, sino que además es antidemocrática. Existen 5 miembros permanentes y con derecho a veto, básicamente los que ganaron la segunda guerra mundial: EEUU, Reino Unido, Francia, Rusia y China. El derecho a veto es un derecho a anular una votación, independientemente de si la ha aprobado el 51% o el 99% y, de facto, significa que nada se puede aprobar si alguno de estos 5 países está en desacuerdo.

Creemos tanto en la democracia los demócratas, que cuando nos juntamos decidimos que es mejor no gestionar el grupo democráticamente.

En fin, este episodio, no era para hablar de la ONU porque, desafortunadamente, existe un ente todavía más arcaico y retrógrado.

Hubo un estado que fue clave en la supervivencia de Taiwán. Un pequeño lugar gobernado por una casta teocrática que vive con un status propio de espaldas a la legalidad internacional. Un estado que en el pasado dominó un gran territorio y colocó las suficientes semillas como para poder perpetuar su tradición a pesar de lo anacrónico de su existencia. No hablo del estado islámico, Dios me libre, hablo de un estado creado por el mismísimo Benito Mussolini, un estado oscuro, más opaco que cualquier paraíso fiscal que conozcamos y con un historial de horror a sus espaldas ciertamente mayor que el de cualquier otra religión conocida. Hablamos del Vaticano.

Chiang Kai-Shek

Cuando el gobierno capitalista de Chiang Kai-Shek se refugia en Taiwán, un año después de la caída de Beijing, nadie apostaba un centavo por él. Al contrario de lo que se cree, Estados Unidos no tenía ningún interés en defender a este dirigente que, de haber ganado la guerra, no sabemos si hubiera sido tan servicial como los dictadores afines que Estados Unidos fue colocando por todo el globo en esa partida de ajedrez que fue la guerra fría. Mao, al menos, con su incompetencia dejó a China fuera de la partida 3 décadas y ahora vemos lo que le cuesta al mundo mantener el ritmo de esta potencia cuando quitas el pie del freno.

Lo cierto es que entre los escritos de Chiang Kai-Shek, que en la secretaría americana llegaron a apodarlos el “Mein Kampf” chino, se mostraba un resentimiento hacia la cultura occidental y una ineptitud tal que, a pesar del apoyo exterior durante toda la guerra, Occidente estaba dispuesto a dejarlo caer.

Pero como la historia de la política internacional está repleta de cisnes negros que revientan cualquier estrategia largo-placista, la guerra de Corea vino para cambiarlo todo y, ante un efecto dominó del comunismo sobre el mundo, Estados Unidos comenzó una política de defensa de las plazas capitalistas que condujeron a dos grandes guerras en Asia y a la defensa de Taiwán a toda costa.

La VII flota americana custodió Taiwán y China, que tenía un continente que reconstruir y muy poquitos argumentos militares al nivel del mar, decidió posponer la invasión final de Taiwán hasta el día de hoy.

Aliados

Como decíamos, en aquel momento, en la silla china y con veto de la ONU se sentaba Taiwán. Estados Unidos buscaba aislar a la China comunista y, cual foto de las Azores, buscó como busca siempre aliados, deudores y donantes. Entre los deudores, probablemente se situaba el Vaticano, ese estado producto del fascismo italiano, que al acabar la segunda guerra mundial, pese a la intervención internacional sobre Italia, sanciones, perdida de colonias, reversión de leyes y contraposición a todo lo que fue el fascismo, incomprensiblemente, nadie puso en duda.

Taiwán recibe el soporte del Vaticano

Y, en efecto, unos meses después, en el año 1951, El Vaticano rompe relaciones con la China comunista y le otorgó todo su apoyo a Taiwán. La entonces dictadura de Chiang Kai-Shek eran ya oficialmente los buenos.

La estrategia americana duró exactamente 2 décadas, pues en 1971 Taiwán perdió su silla en la ONU a favor de la China comunista y una gran cantidad de países del mundo pasaron a reconocer a los comunistas y dejaron de reconocer a Taiwán. Desde entonces, China obliga a todos los países que quieran mantener relaciones comerciales con ellos a reconocerles oficialmente. De esta manera, lleva casi cinco décadas ahogando económicamente a Taiwán. En defensa de China, también diremos que Taiwán hizo lo propio mientras tuvieron el poder (de hecho, este “o tu madre o yo” lo inventaron ellos).

A Taiwán le quedan 17 países

Como la historia siempre la cuentan los vencedores, en estos momentos, tan sólo 17 países reconocen a Taiwán, la mayoría con muy poquita presencia internacional de los que tan sólo destacaríamos a Paraguay, Nicaragua, Honduras y Guatemala. Y por supuesto, El Vaticano.

Cuando visitas Taiwán te das cuenta el drama nacional que supone cada vez que un país deja de reconocer a Taiwán para pasar a reconocer a China. Recuerdo una conversación entrañable con un estudiante de relaciones internacionales que me decía que sólo tenía una docena de embajadas a las que poder optar a un trabajo y que esperaba no perder ninguna más antes de licenciarse.

La noticia de estos días y el motivo de este episodio es que, de repente, leíamos que el Vaticano cerraba un acuerdo con China para unificar a los cristianos de la iglesia patriótica (fieles al gobierno) y de la iglesia clandestina (fieles al Vaticano) acabando con esta división que no conviene a nadie y genera duplicidades en la administración y dudas en las promesas del más allá.

Pero, ¿es que hay católicos en China? Por supuesto. Tantos como 14 millones. De hecho, es sorprendente la cantidad de iglesias que podemos encontrar en algunas regiones e incluso en pueblos recónditos. No en vano, los europeos nos dedicamos a enviar misioneros de forma altruista durante siglos. Esta es la herencia. Si en lugar de misioneros hubiéramos enviado sindicalistas, quizá hubiéramos tenido menos colonias, pero también menos competidores.

El hecho religioso en China

En el artículo 36 de la constitución china se dice con letra muy pequeña que los ciudadanos chinos tienen derecho a libertad religiosa. Lo cierto es que el hecho religioso ha sido siempre un motivo de preocupación para las autoridades chinas. Tanto el budismo tibetano, el islamismo de Xinjiang o este cristianismo en continua convivencia con el gobierno taiwanés ha llevado a China a no simpatizar especialmente con ninguna religión.

Pero como os comentaba, desde la misma toma de posesión de Mao en la plaza de Tian An Men los movimientos de China en busca de aliados han sido permanentes. Desde esta última etapa con Xi Jinping a la cabeza se han intensificado. La nueva ruta de la seda; proyectos como el one belt one road; continuos acuerdos de libre comercio e inversiones millonarias en países de Latinoamérica, África o Asia nos dejan ver una estrategia firme en esa candidatura a la hegemonía mundial.

Jugada maestra

Y pese a que la Iglesia no acaba de abandonar a Taiwán en sus últimos coletazos, China ha conseguido con una jugada maestra, reconciliarse con un antiguo enemigo, mostrarse al mundo como un país abierto y tolerante y, de paso, sembrar unas cuantas dudas más en Taiwán.

Más allá de lo que pueda parecernos que en el siglo XXI exista un estado teocrático en las entrañas de Europa, lo cierto es que se permite e incluso se alaba su existencia. Desde China, donde todo lo blanco-occidental parece todavía contar con un status superior, se observa el cristianismo como una suerte de mal menor, controlado y controlable.

Y, ¿qué obtiene El Vaticano con esto? Pues básicamente «ventas» en una hoja de resultados que recientemente parecía dar siempre pérdidas.

14 millones de consumidores activos (o 70 millones declarados, como queráis verlo) no son peccata minuta. Aunque en China puedan considerarse un número insignificante, son más del doble de los católicos practicantes que hay declarados en un país como España.

Al final, como le pasa a tantos y tantos países con supuestos valores éticos altísimos, acaban vendiéndole armas a los saudíes, brindando con dictadores, o teniendo buenas relaciones con China; al papado le pasa lo mismo, renunciar a 1.400 millones de consumidores es una estrategia comercial desacertada. Y si por algo se ha caracterizado la Iglesia en estos más de 2.000 años es por ser una marca que toma decisiones muy pragmáticas para llegar a colocar una sede en todas y cada una de las ciudades, pueblos y aldeas de hasta en el último rincón del planeta.

Público objetivo

El país más poblado del globo es, además, el más supersticioso. Un público objetivo ideal al que realmente cuesta renunciar.

Al Vaticano le son indiferentes las protestas taiwanesas o el sentimiento de traición de la comunidad católica tradicionalmente perseguida en China. Se colocan las bases para un desembarco del catolicismo en China y no tardaremos en ver a un Papa aclamado en Beijing y a un presidente chino buscando el selfie del siglo.

La Iglesia jugó su papel en la supervivencia de Taiwán y probablemente lo juegue en la futura reunificación. Cosas del mercado.

Os dejo con un proverbio chino:

«Debes ingresar a la guarida del tigre para atrapar a sus cachorros».

Nos recuerda que el éxito en cualquier empresa requiere tomar algunos riesgos: a veces tenemos que hacernos vulnerables para poder para obtener lo que queremos.

Gracias y hasta pronto.

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