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Cultura general, Goldman Sachs y los vinilos de Mao

Los tópicos, cuando en occidente se habla de países lejanos, son esas mnemotécnicas que ayudan a recordar datos de un lugar del que tendrían muy pocas cosas que decir. El problema es que muchas veces, cuando los tópicos son lo único que se conoce del país en cuestión, se graban a fuego y permanecen inalterables al paso del tiempo.

De esta manera en China, el comunismo obliga a los obreros a trabajar 12 horas al día (en el mejor de los casos), una gran parte de la población vive en la más absoluta pobreza, las multinacionales deportivas amontonan fortunas en forma de balones cosidos por niños de 9 años, y un gobierno que lo controla absolutamente todo, vive en la  opulencia mientras el pueblo llano agacha la cabeza y sigue disfrutando de su menú de perros, gatos, ratas y todo tipo de cucarachas. Entre tanto China crece, pero como buen BRIC, cuando el primer mundo deje de comprarles, la fábrica del planeta se vendrá abajo, pues no saben más de la vida que la pobre propaganda que escuchan del régimen (aquellos épicos discos de vinilo con los que Mao enseñaba a los jóvenes a amar a su líder por encima de todas las cosas).

Hace unos meses, felicitábamos el año nuevo, año 4711, y os animábamos a uniros al futuro. 4711. ¿Suena futurista verdad? Incomprensiblemente, China sigue sonando a pasado. Esos tatuajes culturales grabados a fuego -en forma de tópicos- siguen marcando de tal manera, que cada extranjero que llega a China sigue sorprendiéndose del nivel de los edificios, autopistas, rascacielos, del precio del suelo o del nivel de vida en general.

Quizá sea porque en la primera década de este siglo, en occidente apenas se movió nada y eligieron pensar que en el resto del mundo tampoco o quizá fue porque tras la crisis en la que se vieron envueltos -como indiscutible ombligo del mundo- pensaron como decía aquella cita: «cuando América estornuda, el resto del mundo se resfría». Pero no, China no sólo no se resfrió sino que siguió creciendo más del 10% anual, liderando un cambio de ciclo histórico donde Asia pasa de mera comparsa a ser parte activa y decisiva en el futuro del planeta.

Todavía en shock, occidente no entiende por qué China no deja de crecer mientras Europa agoniza y EEUU multiplica exponencialmente su deuda y, todos -tomando ejemplo del presidente de Japón y su célebre Abenomics- se embarcan en una batalla por ver quién imprime más dinero, desoyendo al 99% de los economistas y sus miedos a una hiper-inflación.

Entre tanto, los vinilos de Mao siguen sonando y los niños explotados siguen cosiendo balones. Y algunos economistas, año tras año, predicen la peor de las crisis para China (algún día acertarán, claro) y se frotan las manos ante la hecatombe que supone crecer «sólo» un 7,8%. ¿Disculpen?

Volvamos a la realidad. El término «BRIC» (Brasil-Rusia-India-China) lo inventó en 2001 un economista llamado Jim O’Neill haciendo una predicción para el año 2050. Obviamente, como sucede con la mayoría de economistas-futurólogos, no hizo ninguna previsión para algo que tenía mucho más cerca como la crisis de 2008. Tiene mucho más sentido hacer una predicción a 50 años vista, para cuando ya no estemos (Jim O’Neill tiene ahora 56 años), porque en estos 4 próximos siglos apenas pasarán cosas.

Los BRIC tal como se concibió el nombre, son un grupo de países que, teóricamente, tienen mucho que ver entre ellos: contaban con gran población, gran extensión, gran crecimiento y posibilidades de inversión. Lo que se ha resumido como «países emergentes». El término se rehizo como «BRICS» uniendo posteriormente a Sudáfrica.

Lo cierto es que son países que nada tienen que ver entre ellos, que viven realidades radicalmente distintas; que valorando el territorio podrían haber formado parte otros países como México o Kazajistán, valorando la población hay países del sureste asiático mucho más óptimos, que existen decenas de países con sistemas más favorables a la inversión que Rusia, y muchos otros «peros» en los que no entraremos. La incorporación de Sudáfrica sólo sirve para rizar el rizo una vez más y demostrarnos la ridiculez del término. Curiosamente, Jim O’Neill es presidente de Goldman Sachs, una compañía que quebró en 2010 y ha estado involucrada en escándalos como la ocultación de la deuda griega o las hipotecas suprime (para muchos, origen de la crisis). Visionarios.

Lo más transcendental del término BRICS quizá no se diera en 2001 sino en la actualidad. Y es que, incomprensiblemente, el término sigue vigente. Y aquí volvemos a los tópicos y al inmovilismo occidental que piensa que el resto del planeta se mueve a la velocidad que ellos marcan.

Que en el año 2013 todavía se siga tratando a China como un «BRICS» o un país emergente, es tan lógico como llegar a un restaurante del centro de Beijing y preguntar si tienen gato en el menú. Pruébenlo.

En 2001, cuando el Sr. O’Neill se volvía mundialmente famoso, haciendo previsiones a 50 años vista, la economía China era la 6ª-7ª del mundo, a la altura de Italia y todavía lejos de Francia o Alemania.

Hoy en día, China ha octuplicado el PIB que se conocía en 2001, teniendo en cuenta -como siempre indicamos- que una gran parte de la economía China no figura en las cifras oficiales. Con esos datos que, como decimos, no toman en cuenta una gran parte de la economía China, ya es la segunda economía del mundo, lidera la mayoría de índices económicos mundiales y es ya el mayor poseedor de deuda americana y europea. Sus niveles de pobreza han descendido a niveles inferiores a la media de la Unión Europea y EEUU, y cuenta con un paro negativo y un crecimiento anual de 7,8% en contraposición al crecimiento negativo o 0 de la gran mayoría de las primeras economías occidentales.

Que se hablara en 2001 de China como un país emergente tenía sentido, que se siga definiendo así a China hoy es, en el mejor de los casos, un desconocimiento alarmante.

Y volviendo a los tópicos…. No. Aquí nadie trabaja más de 8 horas por cuenta ajena si no está bien remunerado. No hay pobreza, o como mínimo es inferior a la que existe en España o EEUU. Muy inferior. Las multinacionales no amasan fortunas en forma de balones cosidos por niños de 9 años; los niños aquí no trabajan, es más, probablemente gracias a la política del hijo único, hablamos de la generación más consentida de la historia de la humanidad. El gobierno controla hasta donde puede -que hoy en día no es demasiado- y desde luego no incomoda en absoluto a los empresarios que libremente pueden desarrollar sus negocios aquí con todo tipo de facilidades.

En los años más duros del comunismo nadie contaba con un reproductor de discos, era demasiado caro. Las canciones propagandísticas se enseñaban a través del boca a boca o con grupos itinerantes que iban de pueblo en pueblo organizando «conciertos». Los vinilos de Mao nunca existieron, aunque en occidente a veces da la sensación de que siguen escuchándolos.

 

Adrián DíazSedeenChina