Recuerdo cuando, de pequeño, se hablaba de trabajar desde casa. Parecía un sueño inalcanzable. Hablábamos de ello de la misma manera que lo hacíamos sobre coches voladores, pero como la realidad siempre acaba superando la ficción, el mismo día que empezó a tener sentido trabajar desde casa, dejó de tenerlo. Porque si podíamos trabajar desde nuestra vivienda, podíamos hacerlo también desde cualquier otro lugar del planeta.
Nómadas digitales
Qué sucede cuando un freelance de Silicon Valley se da cuenta de que puede trabajar desde la playa de Puerto Rico en lugar de tener que hacerlo desde un sótano sin ventanas en California. Pasa que surge una nueva tribu interurbana: los digital nomads. ¿Y qué es un nómada digital? Básicamente una persona que ha logrado desvincular su trabajo de su lugar de trabajo.
No lo confundamos con ejecutivos que viajan continuamente ni con expatriados. Un digital nomad no es alguien que vive en el extranjero o que viaja mucho, es alguien que viaja si quiere, donde quiere. Y no precisamente porque le sobre el dinero, de lo que rebosa es de alternativas. Gente para la que estar en la flor de la vida no es una cuestión de piel tersa sino de experiencias; de opciones en el menú. Así, los digital nomads son habitualmente millenials, pero no únicamente son millenials.
Están ligados a sectores relacionados con las TIC, y cuyo trabajo puede ser entregado o evaluado a través de la red y cuando decimos evaluado hablo tanto de un jefe en el caso de estar trabajando para una empresa como del mercado en caso de estar trabajando por cuenta propia.
La evolución de esta tribu urbana itinerante es tal que las ciudades compiten por ser destino, siempre temporal, de oleadas de estos nómadas que aportan talento, creatividad e innovación allí donde desembarcan. Sus necesidades parecen muy básicas: sol, precios económicos y conectividad. A partir de ahí, las migraciones masivas provocan eventos de networking, formación, economía colaborativa y un montón de oportunidades inesperadas.
Trabajar como Digital Nomad
Un sector donde los digital nomad que trabajan por cuenta propia destaca especialmente es la venta online. Se acabó aquella época donde para tener una tienda virtual era necesario almacenar en tu propio apartamento y donde los negocios en internet eran poco más que los negocios de toda la vida, pero sin el local a pie de calle. Todo evoluciona y la venta online también lo ha hecho. El dropshipping y los programas de afiliación lo han cambiado todo. Si hablamos de dropshipping hablamos de conectar fabricantes con clientes finales sin necesidad de que el producto pase por nuestros almacenes. La globalización nos permite que un nómada digital canadiense viviendo en Chipre nos venda, a través de un anuncio online, un producto que nos llegará desde China y quizá nosotros estamos en Chequia. Algo que no consigue ese negocio de proximidad ni las grandes cadenas de supermercados, lo consigue un joven, cuyo mérito es entender nuestras necesidades y gustos a través de los rastros que dejamos en internet. Por supuesto la inversión en publicidad corre de su parte. La fábrica pone el producto y lo envía donde se le dice.
Si nos cuesta imaginarlo, pensemos en ese experto en posicionamiento online que trabaja en el departamento de ventas de una fábrica. Se dedica a poner anuncios online y espera ese ansiado click que proporciona ventas a su empresa. Poco a poco le va pidiendo a su jefe actuar desde su casa hasta que al final ya no necesita pasarse por la oficina. Al fin y al cabo, sus herramientas de trabajo son Google, Facebook etc.
Si visualizamos esto, pensemos ahora que ese experto en posicionamiento no trabajó jamás para esa fábrica, de hecho, ni se conocen, es una persona con habilidades de posicionamiento que propone a fábricas llevarles clientes si estas son capaces de enviar uno a uno los artículos que los clientes piden. La fábrica no venderá contenedores de una vez como está acostumbrada, pero tendrá, si todo va bien, miles de ventas unitarias.
Esa fábrica puede “contratar” a decenas de ellos puesto que no les paga ningún sueldo. Si no son capaces de vender, no cobran. Para este freelance tampoco existe ningún compromiso con la fábrica, el dropshipping le permite tener infinitos proveedores e ir descartando los que no ofrecen un buen producto.
Os ponía ese ejemplo de ese informático que poco a poco se ha ido independizando de su jefe y de alguna manera se ha vuelto empresario para que entendierais la vinculación, pero la realidad es que en la actualidad la mayoría de las personas que hacen dropshipping nunca han estado contratadas por ninguna empresa: no han pasado de una dependencia a una desvinculación progresiva. Un caso muy común sería un experto en un tema determinado que escribe un blog sobre ese tema y ofrece consejos a sus lectores. Bueno, pongamos un ejemplo que será más fácil:
Una persona muy entendida en accesorios informáticos tiene un blog y sus artículos generan miles de visitas y pretende monetizar todo ese volumen de seguidores. La opción tradicional sería abrir una empresa, localizar proveedores, encontrar capital para su proyecto ya sea a través de ahorros, socios o pidiendo un crédito, y hacer un pedido inicial. Pagar transporte, IVA, aduanas, un almacén, contratar personal para los envíos, pagarse autónomo, impuestos, … Bueno, algunos ya sabéis lo que supone abrir una empresa.
Dropshipping
La alternativa dropshipping es encontrar una fábrica que venda el producto que quiero promocionar y me dedico a lo que sé hacer que es escribir artículos sobre ello, los vendo en mi propia página con una tienda web y a la vez que a mí me entran los pagos, a la fábrica le entra el pedido. La fábrica lo enviará y todos felices. No necesitamos empleados, ni almacén y de hecho ni siquiera hay que crear una empresa. Algunos de mis clientes sí la crean para cobrar de una manera más sencilla pero también he gestionado creaciones de empresas en Hong Kong, Camboya o Georgia donde algunos clientes prefieren situarse para pagar menos impuestos. Al fin y al cabo, como digital nomad tu negocio no está limitado a un lugar en concreto y puedes trabajar y tributar donde te apetezca.
En el caso de los programas de afiliación, caminamos en una senda paralela. Es tan valiosa la labor de estos freelances expertos en conocer nuestros patrones de conducta que grandes empresas y cadenas internacionales “contratan” sus servicios para que dirijan al público a sus webs.
Si en el caso del dropshipping vendemos un producto, con los programas de afiliación podríamos decir que el producto somos nosotros.
Volviendo al ejemplo del blog de accesorios informáticos, con los programas de afiliación este experto lo que hará es hablar de un producto en concreto y decirnos: puedes comprarlo aquí. Y ese link nos llevará a una web externa donde al comprar el producto queda registrado que hemos llegado a través de ese link y que una comisión debe ser enviada a ese “comercial”.
El denominador común entre el dropshipping y los programas de afiliación es ese click conseguido con el que nos acercamos más y más a la ansiada conversión: la compra. Pero en el caso de los programas de afiliación, en lugar de comprar al propietario del blog, compramos directamente a la empresa que sea. La más famosa actualmente sería Amazon, y esta pagará un porcentaje de la venta al intrépido que logró redirigirnos a su web.
Por si no queda del todo claro dedicaré un próximo episodio de esta serie dropshipping a analizar las diferencias entre dropshipping y programas de afiliación. Son dos opciones muy parecidas, pero con algunas diferencias interesantes.
Ética tributaria
Quería hacer también una mención al tema de la ética tributaria, habrá quien escuche este capítulo y le parezca muy mal que me dedique a asesorar empresarios para que paguen menos impuestos. Y lo entiendo, aunque, como podéis imaginar, no lo comparto.
En primer lugar, me gustaría decir que todo se hace de forma legal. Es decir, intentamos pagar menos impuestos de acuerdo a la ley vigente. Pero independientemente de las ideas libertarias que yo pueda defender quiero explicar que de la misma manera que usted intenta comprar en el duty free del aeropuerto sin ningún tipo de dilema moral; un emprendedor, freelance o autónomo con dos opciones perfectamente legales optará por la que menos coste le suponga.
En el caso de los nómadas digitales hemos conseguido además desligarnos del concepto de ciudadanía y vivir y trabajar donde más nos apetece en cada momento. Si, como decíamos, estamos tratando de romper esa rigidez entre trabajo y lugar de trabajo, hoy en día vamos más allá: podemos permitirnos elegir el mejor lugar posible para vivir, pensando en el clima, el coste de la vida, nuestros hobbies o las preferencias concretas de cada individuo. Y mejor aún, tenemos derecho a cambiar de opinión en unos años, meses o días. Algo que siempre defiendo: tenemos derecho a equivocarnos. Algunos de mis clientes ni siquiera cambian de país porque varíen sus ideas, su planteamiento es el cambio de país constante. Ser nómada como estilo de vida.
Otros, como explicaba al principio, prefieren trabajar online y seguir viviendo en el barrio de siempre. Es una cuestión de decisión personal.
Pero volviendo al concepto de los impuestos. De la misma manera que elegimos el proveedor de hosting más económico o la tarifa de datos más favorable, hay quien elige donde pagar sus impuestos en el lugar donde la oferta sea más beneficiosa. El Estado no deja de ser un socio que nos invita a formar una joint venture sin que podamos negarnos. Pero como socio no nos aporta conocimiento ni trabajo, nos molesta pidiendo documentación y distrayéndonos de nuestras tareas diarias y no sólo no aporta capital, sino que sustrae una parte importante de nuestros beneficios.
Pues que menos que podamos analizar el catálogo de servicios que ofrece cada uno de esos estados que quiere asociarse con nosotros y elegir el que más nos convenga.
Un sector exclusivo para los curiosos
Me encanta encontrar digital nomads en Chiang Mai o en Tbilisi que te dicen: “no, yo dejo mis campañas de Facebook creadas y me voy a la piscina”. El contraste lo tenemos con el propietario de un negocio tradicional que madruga y condiciona su vida al horario de atención al público vendiendo bienes rivales, con un negocio limitado, anclado, inmovilizado y sujeto a los cambios de legislación, inspecciones y arbitrariedades del funcionario de turno.
No pensemos tampoco que el dropshipping es sólo para cracks de la informática, y yo que no pertenezco a ese mundo estoy fuera. Algunos de mis clientes son empresas o socios capitalistas que proporcionan a ese crack del posicionamiento el capital inicial que ayuda a crear campañas más agresivas.
Yo mismo soy de alguna manera socio de mis clientes, proporcionándoles toda la parte logística, búsqueda de proveedores y controles de calidad en China. Hay muchas maneras de estar en este sector sin ser necesariamente el que posiciona el producto.
Los bienes rivales y no rivales
Y no querría terminar este episodio sin incidir en un concepto económico que va muy ligado a este negocio: la idea de la rivalidad. Existen bienes rivales y bienes no rivales. ¿Cuáles son los bienes rivales? Aquellos por los que los clientes rivalizan, y viceversa. Imagina una planta, si yo compro una planta otra persona no podrá tener la misma planta. Tendrá una parecida, pero no la misma. Un bien rival sería un producto cuyo uso merma las opciones de su compra por otra persona.
¿Entonces no existen bienes no rivales? Sí, muchísimos. Un chiste sería un bien no rival, que una persona se ría con ese chiste no quita que otra persona pueda consumirlo de la misma forma.
En los años 80 se hacían colas en las tiendas de discos para conseguir el último hit del artista del momento, y cuando se acababan las unidades te ibas para casa sin premio. La música puede ser un bien no rival, pero si lo convertimos en un disco, sí sería un bien rival.
Imaginemos esto: si yo tengo una camisa, mi amigo otra y nos las intercambiamos, seguimos teniendo cada uno una camisa. Pero si yo tengo una idea y mi amigo tiene otra, al intercambiarlas, ambos pasamos a tener dos ideas cada uno.
Antes de que os preguntéis que tiene que ver el concepto de rivalidad con el tema que estamos tratando hoy, os dejo una pista: las patentes son una manera que han encontrado los estados en convertir los bienes no rivales en bienes rivales. Esa idea que podría ser usada por todos pasa a ser de un propietario, con unos derechos de explotación, y si alguien más la usa, es sancionado. Pues de la misma manera que los estados intentan por todos los medios convertir los bienes no rivales en bienes rivales, los individuos intentan lo contrario. Por eso nos descargamos música en vez de comprarnos los cd, soñamos con wifi gratuito, etc.
Ojo: no confundir bienes rivales con bienes públicos. No tiene nada que ver. No es lo mismo que una vacuna no esté sujeta a su explotación exclusiva a modo de patente a que el estado pague a la farmacéutica el coste de liberalizarla o pague el coste de las medicinas y las ofrezca de manera pública. En esta última opción, estamos pagando por la medicina, aunque nos cuelen lo contrario.
Beneficios ilimitados
Bien, para darle un sentido a esta explicación: si hemos entendido la diferencia a nivel producto trasladémosla a nivel negocio. Como hemos visto, la idea de bien rival y bien no rival es muy parecida a la idea de bienes limitados e ilimitados. Cuando emprendemos estamos acostumbrados a tener ideas de negocios limitados: montar una cafetería, si me va bien me sacaré un sueldo o como mucho dos. Y me quedaré allí enclaustrado el resto de mi vida, y eso si me va bien. Si reparto con mi camión como autónomo puedo ganar X, y si trabajo el doble ganaré 2X. Pero nunca podré ganar 5X puesto que las horas del día son limitadas.
Pensemos que el dropshipping es una de las fórmulas que ha encontrado el ser humano para convertir negocios limitados en ilimitados. El dropshipping permite tener un catálogo de productos infinito. Es decir, como no requiere invertir en ellos, me da igual tener 10 que 100 en mi tienda web, esos bienes que coloco en mi catálogo no rivalizan con mi tiempo. Incluso puedo acordar con las fábricas que ellos mismos suban el producto. Tampoco necesito un almacén, fijaos que los bienes que almacenaría rivalizarían por el espacio de mi almacén, que no es ilimitado.
Ensayo error
Me permite además constantes mecanismos de prueba-error sin apenas coste. Un mecanismo claro de prueba-error que no permite fallos sería la elección de la ubicación de una tienda física. Rivaliza porque si elijo una opción, no estoy eligiendo la contraria. Y si me equivoco, no me puedo permitir cerrar en tres meses y volver a abrir con los mismos recursos que antes.
Imaginaos una tienda de productos para mascotas donde inexplicablemente decido especializarme en productos para el gato de bengala, hembra, embarazada y al darme cuenta de que quizá he afinado demasiado el espectro, y nadie me compra, cambio el concepto y decido dedicarme a gatos en general sin que la prueba me haya arruinado como sí sucedería en un negocio tradicional.
Un negocio dropshipping además no tiene techo, fijaos que creando una estrategia online puedo obtener desde beneficio 0 a beneficios ilimitados. En todo caso, si la fábrica actual me limita buscaré una segunda fábrica con decenas de productos nuevos que puedo subir a mi web. O una tercera, o una cuarta, … ¿Se entiende verdad?
Cuando os hablaba de esos digital nomads que dejan sus campañas creadas y se van a la piscina mientras que su negocio trabaja por ellos, hablaba de esto: los bienes no rivales. Que sí que los bienes que vendo son rivales, pero mientras que en el negocio tradicional estamos limitados a las unidades que almacenamos, las sillas de nuestro restaurante o a la velocidad de nuestra excavadora, con el sistema del dropshipping tenemos una capacidad de oferta ilimitada que dejamos preparada en la red mientras nos dedicamos a preparar esa maleta de mano que lleva todo lo que necesitamos en el lugar donde pasaremos los siguientes tres meses de nuestra vida.
Y, hasta aquí, espero haber despertado un gusanillo en aquellos que no conocíais el concepto dropshipping. En próximos episodios de esta serie analizaré las diferencias entre dropshipping y los programas de afiliación. Veremos ventajas e inconvenientes, ya que, aunque lo he puesto muy bien, no todo es tan fácil: existen problemáticas que explicaré cómo resolver y poder poco a poco diseñar, para quien le interese, una vida nómada. Y quien decida que lo suyo es una vida sedentaria, que me parece una opción fabulosa, que sea por decisión propia y no por imposición ajena.
Os dejo con un proverbio hindú:
“Un hombre sólo posee lo que no puede perder en un naufragio”.
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