Las idas y venidas del capitalismo nos tienen acostumbrados a ajustes y desajustes que muchas veces somos incapaces de comprender. Los mercados nos sirven los productos que demandamos pero que criticamos permanentemente. Sólo así se entiende el éxito rotundo de McDonald’s en 120 países y que a la vez sea, unánimemente, una de las marcas más criticadas sino ridiculizadas del planeta.
Los productos chinos son un ejemplo palpable de esa realidad. Todos criticamos los productos chinos (o como mínimo, éste tipo de productos chinos). El pegamento que no pega, el bolígrafo que deja de escribir a los dos días, paraguas que te sirven para llegar al trabajo pero no siempre para volver… Auténtica basura que sin embargo no dejamos de comprar.
¿Por qué sucede esto? Porque seguimos prefiriendo la cantidad a la calidad. Hay bolígrafos a 3$ que durarán meses, pero nos gusta el que vale 25 centavos porque lo necesito para un minuto y si lo pierdo me da igual. El pegamento, sólo me sirve para una vez, porque luego se queda pegado el tapón al bote, que es lo único que pega bien y cuando lo intentas volver a usar 3 meses después, eso es una piedra irrecuperable. Y preferimos una solución cortoplacista, rápida que nos solvente el problema del momento a una inversión a largo plazo. Total cuando lo necesites de aquí a 3 meses, el de calidad, tampoco lo encontrarás.
Los productos chinos se adaptan muy bien a esas preferencias temporales de consumo de la vida moderna. Vivimos en el hoy. Mañana es una quimera y me van a pasar tantas cosas durante hoy, que pensar en mañana es un lujo que ni me planteo.
Si os fijáis estamos permanentemente jugando a eso: me he comprado este Xiaomi porque con lo que me compro un Iphone, me da para cambiarme de Xiaomi cada segundo mes y al ritmo que vivo, no le prometo dos lunas llenas a una pantalla táctil.
Amancio Ortega fue un visionario en ese punto. En su sector donde, una parte de su público sólo puede usar las prendas de ropa una vez… Qué más daba que se desfiguraran al segundo lavado, lo importante era tener una rotación elevada; mucho más importante que una gran calidad. Todo lo que le pido a mi traje de noche es… Que me dure una noche. Elevó la moda al nivel de un buen maquillaje. Dura hasta que te acuestas, viertes alcohol sobre él o alguien se abalanza sobre ti. De nuevo, las críticas a la marca no se corresponden el éxito de la misma.
La balanza del capitalismo
El capitalismo nos da lo que queremos, no lo que pensamos que queremos. Es como cuando tu pareja se acerca con su ordenador y te dice: “Está tonto. Le digo que haga esto y en cambio hace esto otro». No, perdona, el ordenador hace lo que le pides, no lo que te gustaría que hiciera. Quizá es que no sabes pedirle lo que quieres. Él no te odia, ni tiene nada contra ti… Sigue procesos muy claros de causa-efecto.
El capitalismo no es muy diferente a ello. Por eso hablábamos en un episodio anterior que Amazon va patentando tecnologías con las que es capaz de predecir lo que comprarás antes si quiera de que tú lo sepas.
Por muy especiales que nos sintamos, al final, somos reacciones químicas predecibles… Y cuanto más avance la tecnología, más predecibles. Los chinos han sabido calarnos bien. Sí sí, por supuesto, quieren pilas de calidad… Pero por si acaso, ofréceles estas otras pilas que cuestan una quinta parte a ver si alguien hace el cálculo de cuánto duran unas y otras. Y despacito o no tan despacito, han ido ganando cuota de mercado.
Escuchaba una vez al ex-presidente Mujica decir que la sociedad de hoy no repara nada. Que el consumismo puro es eso: “que cueste menos un televisor nuevo que reparar el antiguo. Que hoy ya nadie hace una soldadura, que estábamos en plena decadencia”. Pues con todo el respeto que me produce Mujica, no puedo estar más en desacuerdo; la sociedad de hoy es una sociedad con mucho más acceso a bienes… Sobre todo por parte de las clases bajas y de los países menos desarrollados y de lo que nos deberíamos alegrar es de que un televisor cueste menos que arreglar un televisor. Antes no sólo un televisor costaba demasiado, el problema era que la mano de obra no tenía prácticamente ningún valor. Esclavos en nómina. Hoy en día, la mano de obra tiene cada vez más valor. Y aquí no entro en el consumismo y valores educativos, en los que sí estaría de acuerdo con Mujica. Pero, en general, que las personas cuesten más que las cosas es un avance, sin duda.
Por eso en la mayor parte de las sociedades del mundo ya no te puedes permitir tener 20 personas de servicio, cuidándote el césped, los caballos o vistiendo al señorito.
Al contrario de lo que se sigue predicando, la pobreza se va erradicando y cada vez los ricos tienen menos posibilidades de disponer de seres humanos para uso y disfrute. O, en todo caso, cada vez son menos los que pueden permitírselo.
El abaratamiento de los bienes nos ha llevado a todo esto y China tiene una gran parte de culpa de ello. La democratización de las commodities a precios accesibles para el público masivo. Claro, esto no es bueno para todo el mundo. En todo proceso disruptivo hay ganadores y perdedores y aunque vendamos nuestra preocupación continua por el tercer mundo, hay un gran perjudicado en las clases medias occidentales con esta revolución de los países pobres del mundo regando nuestras economías de bienes más económicos.
De ahí la frustración de personas como Trump o cualquier otro político nacionalista, también los hay en China y también en tu país… Dispuesto a machacar a sus contribuyentes por elegir libremente un producto de otro país o región. Según este tipo de concepción económica, debemos hacer que los consumidores paguen mucho más por productos que no comprarían para que valga la pena emplear a trabajadores locales en producirlos. Recordemos, los aranceles no son impuestos que se colocan a las empresas chinas, son impuestos con los que castigas a tus contribuyentes por consumir productos chinos. Todo está basado en la frustración de tu incapacidad para hacer que consuman productos propios porque éstos son incapaces de competir.
Pero, una vez tengamos claro los desajustes que provocan los gobiernos al intervenir en los mercados… Pensemos también en desajustes que provoca el mercado por sí mismo.
Al final como decimos, el capitalismo nos da los productos que le pedimos, no los que pensamos que queremos.
La (dulce) disparidad de mercados
En este sentido, podemos hablar de dos públicos completamente diferentes, el occidental y el chino. Con preferencias de consumo muy dispares. Tal como hemos hablado un rasgo diferencial de público occidental es su predilección por el producto económico. Quizá no estéis de acuerdo con esto… Es verdad que es un rasgo de todo ser humano, pero destaca en las sociedades con clases medias semi-ahogadas que apenas llegan a final de mes. De ahí que veamos esos argumentos de con un Iphone me compro 6 Xiaomi… Argumento difícilmente escuchable en China.
El público chino, que a pesar de un neo-nacionalismo que empieza ya a hacer hincapié en el orgullo propio y destierra el traje de gacela oprimida para presentarse como un León más en el reparto de la caza, a pesar de ello, todavía ve el producto extranjero con una reputación superior.
Y daría la sensación que con un cliente occidental buscando un producto barato y uno chino prefiriendo productos europeos importados… Hablamos como decíamos de mercados dispares. Pero como nunca hay que infravalorar al capitalismo, que decíamos nos da lo que pedimos y no lo que queremos o… Lo que pensamos que queremos, hay productos que sirven a ambos mercados en esas preferencias tan dispares. Sí sí, el mismo producto que los Europeos compran por barato, los chinos son capaces de comprarlo por Europeo.
Y aquí vemos en una misma fiesta el capitalismo occidental, el pragmatismo chino y la ignorancia de unos y otros. Os pongo un ejemplo: la miel. Ese edulcorante ancestral que tanto aporta a nuestro organismo. Sorprende ver como se sigue consumiendo en Europa con una total ignorancia de su procedencia o composición.
Os recomiendo examinar la etiqueta de vuestra marca de confianza y comprobar el origen de la miel con la que alimentáis a vuestros hijos. A pesar de que hay una ley en curso para cambiar el formato de los etiquetados, no sé si ya ha entrado en vigor pero hasta ahora la única obligación que tenían las marcas era decir si las mieles tenían un origen en la Unión Europea o no. Nada más.
Para empezar, que la miel sea Europea no me dice mucho… Hay 28 países en Europa y probablemente la miel venga de los 7-8 de los que te olvidarías si te hiciera nombrarlos a todos. Y obviamente, no es igual que la miel venga de Polonia que de Bulgaria; por muchos motivos. Lo peor, es que no es necesario indicar el país, simplemente la mezcla. Y todavía hay más, el frasco puede venir etiquetado como “mezcla de mieles no originarias de la unión Europea” una etiqueta que sirve para miel de Canadá o de Angola… Y excepción más cómica que permite la ley y la más común: “mezcla de mieles originarias de la unión Europea y no originarias de la Unión Europea”. Básicamente, no te están diciendo nada. La desfachatez es tal que para poder indicar esto la mezcla no tiene ningún tipo de requisito. Por ejemplo, una miel cuya procedencia fuera un 1% de Hungría y un 99% de China entraría en el grupo de mieles etiquetadas como “Mezcla de mieles originarias de la UE y no originarias de la UE”. Para esto pagamos a nuestros legisladores.
Qué sucede, que cuando los hombres de negocio occidentales llegan a China y le dicen a los agricultores chinos que multipliquen por 5 su producción, que en Europa hay público… Teniendo en cuenta que el chino es aquel empresario que jamás dejará desabastecida la demanda, es decir, mientras tú pagues encontrarán la manera de servirte… Pues se ha dedicado a manipular la producción de miel hasta tal punto que lo que compras es casi en su totalidad azúcar.
Y en occidente, nos lo comemos encantados, oiga. Porque la miel… ¡Es tan sana! Y una marca con tanto prestigio, ¿cómo iba a alimentarme con un producto adulterado?
Lo más gracioso es que, como os decía, el capitalismo es capaz de juntar en un mismo producto, que los occidentales atiendan sus preferencias de consumo de producto barato y los chinos su predilección de productos occidentales. Y esa miel, bajo marcas de reconocido prestigio europeas se exporta mayormente a China porque los chinos, que tienen un master en desengaños, y saben cómo se produce la miel en su país… Prefieren comprar miel importada pagando el triple por ella. Y así es como el capitalismo vestido con una bufanda color karma macabro, se ríe de unos y otros a la vez que los satisface a ambos.
Y como se solucionan estas ineficiencias? ¿Si el estado se declara incompetente en su faceta regulatoria y las empresas nos manipulan a su antojo?
Como decía Thomas Jefferson: “El precio de la libertad es la eterna vigilancia”.
Huevos «revueltos»
Os he puesto este ejemplo porque aquí vemos que los chinos no son los malos de la película, son una parte más del engranaje y cuando los ves pagando más por una miel importada creada con miel que previamente han adulterado ellos piensas: pobres…
Os cuento otro caso que me llegaba hace unos días y que nos hace estallar la cabeza.
Cada vez más, los chinos se preocupan más por la contaminación, por la comida sana… Por eso decíamos que los productos importados tienen más prestigio. Los consideran más sanos, más fiables, etc.
De hecho, cuando viaja al pueblo a ver a sus padres, el chino medio suele volver con las maletas llenas de productos más naturales: fruta, carne, frutos secos, incluso dulces que entiende son más sanos en el interior que en las capitales donde todo viene hyper-procesado.
Pues bien, debido a las nuevas líneas de autobuses que cada vez conectan más las capitales con los pueblos limítrofes y teniendo en cuenta que los jubilados no pagan el billete y se incentiva que salgan a pasar el día en el campo sin coste. Muchos, aprovechan para traer productos como os decía más saludables. Entre ellos, destaca uno que cada vez se encuentra más desprestigiado en los supermercados: los huevos.
Es un producto valioso en la dieta china que ha sido denostado en noticias continuas sobre su adulteración o sobre, y esto nos suena en occidente, el estado en el que se cría a las gallinas.
Los jubilados vuelven a Shanghai cargados, entre otras cosas, con huevos. Y claro, como es un producto que llama la atención, unos se fijan en lo que llevan los otros y como el efecto rebaño en la bolsa… Los que venían de vacío piensan: “¿qué sabrá él que no sé yo para venir al campo a comprar huevos? ¿Qué nos dan realmente en la ciudad?” Y se apuntan más y más a la moda hasta haber creado packagings especiales para poder transportar en el autobús más huevos de forma más segura.
Pero, ¡ante el aumento de la demanda la oferta resulta insuficiente! Han subido los precios claro, que de por sí ya eran altos porque obviamente es mucho más costoso obtener esos huevos de animales en semi-libertad que de granjas industriales. Pero aún así la oferta se agotaba. Y como decíamos con la miel, ningún empresario chino dejará de atenderte cuando quieras comprarle, va en contra de su religión. Qué solución han encontrado? Han empezado a abastecerse de huevos procedentes de granjas industriales para poder satisfacer toda esa demanda.
Y, ¿cuándo se ha destapado todo esto? Han empezado a aparecer puestos ambulantes por todos lados, los que conocéis China habréis visto estos tenderetes con sombrilla que se colocan en las carreteras para venderte fruta y similares, pues se había llenado todo de gente vendiendo huevos y claro, la gente del campo que se estaba surtiendo con distribuidores de huevos lo podía ocultar más o menos, pero es que en estos puestos ambulantes se estaba poniendo a vender cualquiera. La misma gente mayor de Shanghai que veía los autobuses llenos y detectaba la oportunidad y gente de los pueblos, no necesariamente granjeros que se quería subir al carro y no sabía como encontrar proveedores. ¿Cómo se proveían? Pues como si de una película de humor se tratara, se iban a Shanghai en los mismos autobuses y se surtían en los mercados de la ciudad.
Claro, fijaos lo cómico de la situación, los pobres abuelos que madrugaban cogiendo el autobús para ir al campo a comprar huevos, se encuentran que en el mismo autobús hay personas cargando con huevos desde Shanghai. Y se preguntaban: “¿Y estos por qué van en sentido contrario?” ¡Pues para vendértelos a ti caballero!
En fin, he creído que valía la pena traeros estos ejemplos, la mejor manera que tenemos de entendernos con nuestro proveedor o nuestro cliente es entender cómo piensa… Y muchas veces cuando nos sale un negocio mal pensamos que es maldad lo de la otra parte y, en el caso de China, yo no hablaría de maldad, en todo caso de falta de empatía. En estos casos donde la oferta no es capaz de satisfacer la demanda, ellos buscan soluciones, obviamente interesadas, de la misma manera que lo haría una máquina cuyo único incentivo es el de maximizar beneficios.
Y lo dejo aquí, ¡50 episodios ya! ¡Un hito para Lejano Este!
Pensé en dedicar este episodio a hacer un pequeño resumen, un análisis del porqué de Lejano Este y lo que estoy aprendiendo mientras grabo, preparando episodios, respondo a vuestros mensajes… Pero al final, he pensado que os daba más valor si os hablaba de ejemplos reales, casos del día de día que quizá sea más difícil encontrar en libros o prensa… Y dejo ese episodio de reflexión para más adelante, quizá el 100, si llego, que seguro que sí! Agradecer a todos los que clicáis en ese like, comentáis y de alguna manera motiváis a hacer episodios con mejor contenido, contenido útil… O eso al menos intento. ¡Gracias a todos, de verdad, por seguir ahí!
Os dejo hoy con un proverbio chino:
«Un hombre no es viejo hasta que sus remordimientos toman el lugar de sus sueños».
Gracias y hasta pronto.
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Me ha encantado el artículo… Y por otro lado!… En casa siempre comprando miel de esa marca conocida!… Qué hacemos?, habrá que aplicar mas concienzudamente el proverbio chino… a vigilar!!
Sabiduria china… ejemplar
¡La persona real!
¡La persona real!
Buenos días Pilar, gracias por tu comentario.
Efectivamente, el caso de la miel es una auténtica aberración… «mezcla de mieles originarias de la UE y no originarias de la UE»… complicado dar menos información.
Un saludo Pilar.