Probablemente si le preguntaran a la mayoría de la gente por un lugar en el que invertir o en el que colocar su empresa, si quisiera estar en el mayor centro de innovación y creatividad del mundo, la respuesta sería obvia: EEUU y Silicon Valley serían los elegidos.
No hay duda de que en este caso hay cierta verdad en ello, en efecto, durante las últimas décadas este antiguo valle agrícola californiano se ha convertido en uno de los centros más importantes a nivel mundial en lo que a innovación, sobre todo tecnológica, se refiere.
Pero no es menos cierto, como sabe cualquiera que esté interesado en la marcha de los negocios internacionales, que la posición relativa de los EEUU como gran dominador de la economía mundial se está erosionando muy rápidamente y que los grandes creadores del valle del silicio están más dispuestos que nunca a emigrar allí donde estén las oportunidades y el capital.
Hoy en día los costes de implantación de una nueva empresa en los EEUU son realmente altos y sus márgenes de productividad se ven reducidos en comparación con los de las nuevas potencias emergentes. Es más, en los propios Estados Unidos muchos de estos jóvenes creadores responsables de las empresas de más éxito en los últimos años están empezando a plantearse, ¿por qué no emigrar?
En un mundo donde una oficina es un smartphone, una empresa un ordenador y cada vez hay más jóvenes treintañeros que dirigen grandes corporaciones transnacionales, ¿qué sentido tiene seguir yendo a la oficina de 8 a 3 en un puesto de trabajo físicamente fijo solo para estar… “más conectado”?
No, ciertamente a día de hoy muchos otros países ofrecen a estos nuevos creadores de la economía digital más oportunidades que los viejos santuarios industriales de antaño y todo ello con un coste mucho menor.
Los grandes ecosistemas innovadores de los que hasta hace poco presumían países como EEUU, Israel o Alemania, pierden cada día importancia ante el hecho de que un nuevo y mucho más potente ecosistema global ha nacido, Internet, y es totalmente ubicuo. Si las grandes empresas se han deslocalizado a pesar de tener que afrontar los costes gigantescos de los despidos masivos, los cierres de fábricas y la apertura de nuevas plantas en el extranjero, cuánto más fácil lo tendrán los pioneros de esta nueva economía digital que se basa en la creatividad y la imaginación y que vive conectada a la nube.
Pero ¿es esto sólo una propuesta más de futuro? ¿Una predicción de gurús económicos que tantas veces yerran? No, no en este caso, quizás por eso más que nunca vale la pena ver cómo estas nuevas formas de trabajo se crean y se gestionan desde Bali, Lombock, China o cualquier otro lugar exótico en el que podamos pensar, con tan sólo un ordenador y una sabrosa caipirinha al lado. A fin de cuentas el negocio más lucrativo hoy día es una aplicación y la herramienta más poderosa un sistema operativo.
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