“Respeta a los dioses y a los fantasmas, pero mantente alejado de ellos” (Confucio).
A diferencia de occidente, en China hay dos festividades diferentes para honrar a los difuntos y a los antepasados. Esta creencia china sobre la vida después de la muerte tiene su origen en las religiones budista y taoísta además de ser alimentada por el folclore y la superstición popular.
El primer festival es el Qing Ming Jie (Claridad Pura) y se rinde tributo a los seres queridos fallecidos: limpiando sus tumbas, ofreciéndoles alimentos, quemando incienso y dinero de imitación, además de volar cometas.
Y, por otro lado, está el Zhong Yuan Jie (o Festival de los Fantasmas Hambrientos), una costumbre que lleva festejándose desde la dinastía Liang (502-557 a. C.), y ocurre en el séptimo mes lunar que, normalmente, coincide con el mes de julio o agosto, en el calendario gregoriano.
Según la superstición china, durante estos días se abren las puertas del inframundo dejando paso a los espíritus en el mundo de los vivos (parecido a la noche víspera de todos los santos).
La leyenda cuenta que, antiguamente, los mayores no debían mostrar respeto a los más jóvenes. Por este motivo, cuando un joven fallecía sin descendientes, nadie podía realizarle ninguna ceremonia de entierro. Pero, basándose en la filosofía del “amor universal”, durante estos días hay que compadecerse de estos espíritus huérfanos o “sin descendientes” y de los que padecieron una muerte violenta, rindiéndoles tributo en las calles. Ya que, en caso contrario, la mala suerte nos perseguiría por dejar a un espíritu descontento.
Durante el festival todo permanece cerrado y la gente se resguarda por temor. A los niños no se les deja salir de noche por miedo a ser poseídos y no aconsejan nadar por si uno es arrastrado hasta el inframundo. Normalmente, hay que dejar un plato de comida en la mesa y una silla libre, a la espera de la visita de cualquier espíritu que viniese a comer, lo que indica buena suerte.
Además, podemos deleitarnos de espectáculos musicales y obras teatrales nocturnas, siempre dejando los primeros asientos reservados para los fantasmas que quieran disfrutar también.
Y, el último día, las calles quedan iluminadas y se posan linternas flotando en el agua para guiar a los espíritus durante su regreso (ya que las linternas colgadas simbolizan solamente las festividades para los vivos).