Os quería hablar de un tema, hoy, día de Navidad… Porque no soy yo muy de celebraciones y me he puesto a preparar este episodio hoy que el teléfono está más calmado (bueno, calmado de trabajo, lo he tenido que poner en modo avión para dejar de recibir spam… felicitaciones de personas que no te hablan desde la última vez que te felicitaron la navidad…).
Las tradiciones no me gustaban ya de pequeño. Incluían ver gente que no me caía bien, tías que me estiraban del carrillo, sonrisas fingidas, cordialidad simulada, comidas aparatosas que odiaba… a mí me gustaban los platos de cada día y ver a mi madre nerviosa preparándolo todo, en fin… No quiero amargaros a nadie la navidad, como digo muchas veces.
En otra vida debí ser chino porque me siento muy cómodo con la distancia cuerpo a cuerpo, encerrarme en mi habitación con algún tipo de conocimiento enlatado… en aquella época era sobre todo papel, hoy ya casi todo en formato electrónico.
Entiendo que hay que hacer ver que le caes bien a tu familia, pero imagino que en esa comparativa coste-beneficio en la que enfermizamente analizo todo, si tu conversación no mejora el contenido de este libro… Pues oye, tienes turrón en el armario. Cuando te vayas salgo a despedirme, que no soy ningún maleducado.
Navidades, si quieres
Como veis, cuando utilizo a los chinos para justificar mi individualismo es muy ruin por mi parte. Ya apuntaba maneras, mucho antes de zarpar. Hay personas que no se creen lo asocial que soy, no saben la vergüenza que paso en los actos públicos y creen que soy extrovertido por el podcast y todas estas cosas.
En realidad, lo que veis es un entrenamiento en esa ficha de personaje que a veces he mencionado, para mejorar las habilidades que tengo más bajas. Es como aquel que viaja en avión, no porque le guste, sino para pelear contra su miedo a volar.
Si os fijáis, el podcast es de hecho el medio más cobarde. Ocultas tu cara, hablas sólo, nadie te juzga, puedes cometer errores y repararlos, una radio en diferido para maquillar las carencias.
Algunos parecía que llevábamos toda nuestra vida preparándonos para la pandemia. En la cola del supermercado poder mantener la distancia de seguridad tengo que acercarme en lugar de alejarme. Los guardias de seguridad me señalan la pegatina de los pies en el suelo para que me ponga sobre ella pero es que la distancia se me queda corta: “Puedes ponerte ahí si quieres”. “Ya ya, es que no quiero”.
Mientras siga llegando la señal de wifi, lo de hacer de Robinson Crusoe en una isla paradisíaca lo llevo bastante bien.
Interés por el bienestar del otro
En realidad este episodio era para comentaros una pequeña anécdota. Mi madre compra la fruta y la verdura en una tienda de chinos, siempre les dice que su hijo vive en China… Aunque nunca fuimos racistas en casa y siempre compramos en las tiendas de chinos sin problemas, de alguna manera mi madre siente que ayudándoles un poco, a su hijo también lo tratarán mejor por algún tipo de karma cósmico.
El caso es que siempre le ponen extras de frutas y verduras en el cesto y mi madre me decía el otro día: “por navidad, les voy a llevar una caja de bombones, ¿te parece bien?”. Y es gracioso, porque casi es a lo que me dedico en mi vida profesional, a guiar a empresarios en sus actividades en China.
Escribía el otro día que casi el resumen de lo que hago es: “cometer errores y documentarlo”. Y seguro que en algún momento regalé bombones. ¿No sé si os he contando cuando le compré a mi novia china un bolso falso, una réplica? Os lo cuento en otro episodio.
Y justamente, cuando me dijo esto mi madre, aproveché para explicarle un poco lo que hago, porque la pobre mujer después de década y media por estas tierras, no lo tiene muy claro.
En el libro Cómo ganar amigos e influir sobre las personas de Carnegie, indispensable, sin decirte nada que no sepas te cambia la vida. Creo que es una de las primeras lecciones comenta: «A mi me gustan mucho los pasteles de queso y no me gustan nada los gusanos, pero cuando voy a pescar, no pongo un pastel de queso en el anzuelo, pongo un gusano, porque para agradar al otro no tengo que darle lo que me gusta a mí sino lo que le gusta a él.«
Ejercicio básico, que incluye, además de el interés por el bienestar del otro, la renuncia al coste invertido en el regalo, el tiempo de compra del regalo, etc. requiere empatía. Por si fuera poco, también requeriría conocimiento sobre el otro, de nada sirve la empatía sin conocimiento.
Tengo una rana en mi balcón que aparece de tanto en tanto, estoy en un tercero. Y tengo muchísima empatía, pensé en darle algo de comer, pero tengo un conocimiento sobre fauna y flora nivel cazador-recolector del S.XIX antes de Cristo.
Y con el ejemplo de mi madre, iba hilando un poquito el argumento de mi trabajo. Empatía y conocimiento. Empatía debes tenerla tú o que alguien te ayude (a mí me tienen que decir estas cosas de, oye, felicita a tu mujer que hoy es vuestro aniversario… ¡ahh sí!) y el conocimiento, se paga, por eso tengo trabajo.
Os dejaré en las notas ese video memorable donde llega un mecánico, aprieta un tornillo, arregla el coche y cuando le pide 20 duros al cliente, éste le dice: «¿20 duros por apretar un tornillo?” y responde, «no, eso es gratis, 20 duros por saber qué tornillo había que apretar».
Pues bien, lo que le dije a mi madre es que probablemente a ellos no les gusten los bombones y que lo que harán es o bien ponerlos a la venta en su tienda o si ellos son lo suficientemente empáticos para saber que eso sería peligroso porque mi madre podría encontrar los bombones en la estantería… Lo que harán es regalárselos a otra persona.
El valor de los regalos
¿Recordáis lo que digo del vino cada vez que he discutido con un experto que te dice que las ventas suben sin parar y China es la meca del vino? El vino en China no se bebe, el vino se regala. Y ojo, como cuasimoneda, es un concepto interesante. O lo era, luego se prohibió, como el tabaco, porque lo usábamos para sobornar a los funcionarios públicos.
Bueno, pues si te parece bien que usen tus bombones como medio de intercambio, perfecto. Pero económicamente hablando esto genera un montón de distorsiones.
Primero, un regalo no vale lo que pagas por él, hay un coste emocional. Pensarlo, prepararlo, invertir tiempo en elegirlo… Ojo, que ese valor agregado no siempre se pierde. Si yo te regalo a ti algo que se sabe que la única manera de conseguirlo es viajando a no-sé-dónde y por tanto, hay un valor agregado al del precio que es todo ese esfuerzo que he invertido en conseguírtelo, cuando de forma muy ruin tú re-regales el producto, la persona que lo reciba puede pensar que tú hiciste ese esfuerzo y valorártelo con lo que el producto mantendrá su valor.
Obviamente los chinos de la tienda pensarían que mi madre simplemente recogió los bombones de la estantería mientras hacía la compra del día y por tanto ahí no hay valor agregado (y seguramente tendrán razón), los bombones valen lo que valen en el mercado y más allá del detalle de mi madre, el coste de oportunidad de haber pensado en ellos esos segundos que podría haber dedicado, yo que sé, a pensar en mí, más allá de ello no hay valor agregado.
Segundo, hay bienes cuyo valor es difícilmente calculable. Cuando esos chinos re-regalen los bombones al profesor de matemáticas de su hija, no sabrán lo qué están regalando. Eso no tiene sentido desde un punto de vista de eficiencia. Quizá son bombones de 5 euros o de 50. Y algunos me dirán: no… estás mercantilizándolo todo… La vida es más fácil, no hacemos tantos cálculos, a mí me da igual ponerle 30 euros en el bolsillo a mi sobrina y que mi cuñado sólo le ponga 5 euros en el bolsillo a mi hijo… ¡Ya! Seguramente.
Pero para los que sí calculan la propina que dejan en el restaurante y cruzan la acera para comprar para comprar la leche de oferta, dejadme que continúe por aquí.
Esta información asimétrica entre lo que nosotros sabemos que cuesta el regalo y lo que percibe el receptor no siempre es negativa. Pasa con el vino… Los chinos la usan en positivo. Te regalan vino francés y quedan bien. Cuando regalas vino chileno, español o lo que sea, explicas durante 3 minutos el por qué de tu regalo. No, este es un vino, con denominación de origen, es una bodega con 300 millones de años de historia, estaba aquí cuando aún no había mamíferos y tal.
Regalos eficientes
Un día me preguntaron en una masterclass en China, qué era el buen marketing. Cómo podía hablar sentando cátedra del vino francés, el fútbol español,… Y respondí que marketing es cuando no tienes que explicar lo que regalas.
Un chino regala vino francés y regala vino francés. Se acabó. Aunque sea basura. Yo cuando regalo una camiseta del Barça o del Madrid, no tengo que explicar mi regalo. Se derriten. Un tipo que regale una camiseta del Milán, tiene que empezar a explicar las copas de Europa, hablan de Maldini o de Van Basten, que no conoce ni Dios en China. Esos tres minutos que necesita para explicar su regalo, lo condenan. Excusatio non petita, accusatio manifesta.
«Mamá, dales dinero”. Es lo que hacen en China. Un Hongbao, que en chino significa sobre rojo. Metes tu dinero en un sobre y fuera. Han llegado a conclusiones mucho más racionales que nosotros. Nunca entendí lo de las listas de bodas. Perdonadme, el choque cultural yo lo tengo ya con los occidentales… Quizá tiene una explicación, para mí es rizar el rizo.
Como sabemos que es completamente ineficiente regalar regalos porque me compras cosas que yo no quiero, se solapan regalos… y ¿Qué hago yo con dos planchas? Hacemos una lista en el Corte Inglés y me regalas de ahí.
Bravo por la creatividad de verdad. Esta vuelta de tuerca servirá para mantener la tradición un par de siglos más quizá. Pero, nadie se ha parado a pensar en occidente que hemos perdido el norte? En China, nace tu niño, sobre rojo y le compras lo que necesites que tú como padre o madre lo vas a tener infinitamente más claro que yo.
Te vas de vacaciones, sobre rojo. Te casas… ¡sobre rojo! El deporte favorito de los chinos en la noche de bodas no es consumar, ¡el sexo está sobrevalorado! Es contar el dinero de todos loso Hongbaos.
Debo decir, para salvaguardar mi honor que yo no hice eso el día de mi boda, a mi mujer le apetecía muchísimo contar todo el dinero pero a mí me apetecía muchísimo ella y, la naturaleza, que es sabia, diseñó al hombre ligeramente más fuerte y sensiblemente más tonto, con lo que yo me impuse aquella noche y ella controla el dinero en casa.
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En economía se suele decir que hay cuatro formas de gastar el dinero. Es una crítica a los sistemas socialistas, pero es interesante para analizar esto de hacer regalos.
Las cuatro formas son gastar tu dinero en ti, tu dinero en otros, el dinero de otros en ti y el dinero de otros en otros.
Cuando tú gastas tu dinero en ti intentas optimizar al máximo. Revisas bien qué móvil cumple con tus necesidades, eliges la cafeterías que mejor te satisfacen, quizá te gustan esos bombones, pero por ese precio prefieres ir al cine… Intentas sacar lo máximo de cada centavo.
Cuando tú gastas tu dinero en otros, el objetivo es quedar bien. No importa cuan bueno es lo que regalas sino la percepción del otro. Por eso es tan importante la empatía y el conocimiento. No le regalarías una camiseta de Messi a alguien del Madrid. Aquí es donde decía que en China triunfa el vino francés. El objetivo es obtener el máximo de impacto con la mínima inversión.
El tercer modo es cuando gastas el dinero de los demás en ti. Habitualmente, hablamos de dinero público. No pedimos lo mismo en un restaurante cuando paga el Estado que cuando pagamos nosotros. Esto no sólo pasa con el Estado: es común escuchar “paga la empresa” ¡Terrible!
El cuarto modo, es cuando gastas el dinero de los otros en los otros. Es lo que pasa habitualmente cuando alguien llega al poder con complejo de semi-Dios proclamando que va a solucionar la pobreza o el desempleo de un plumazo. Que se junta el peor de los mundos, alguien que quiere quedar bien regalando y además regala un dinero que no es suyo.
Fijaos que en este cuadrante, la mejor opción es gastar lo tuyo en ti, la peor gastar lo de otros en otros, y todas las soluciones intermedias son sub-óptimos.
Regalos sin esfuerzo
Perdonadme la crítica, hablo por mí y puedo estar equivocado… regalar cosas es una de las tradiciones más ineficientes e irracionales que ha creado la sociedad humana. A veces se discute si se impondrán los palillos o el cuchillo y el tenedor, si finalmente será el chino o el inglés lo que usemos como lengua franca (además, interpretando el mundo como fotos aisladas, sin saber que después del inglés o el chino llegará otro sistema).
En fin, cosas en las que no pierdo un minuto. Se lo dejo a los historiadores de aquí a 1000 años, pero el tema del Hongbao, me parece que se impone por goleada y sin discusión, más aún cuando Alibaba, Amazon y compañía ya hace que el esfuerzo por encontrar el regalo más exótico esté a un clic.
Ya no hay valor agregado; si quieres arena de las maldivas lo tienes mañana en la puerta, si quieres 3 cocodrilos te vienen con dos sacos de pienso. No sé cómo lo tenéis en occidente, en China, el delivery es ya en horas. Es decir, desde que le dices a tu mujer que hoy sales tarde del trabajo y te recuerda que tenéis cena de aniversario hasta que recibes en tu oficina el colgante de oro “él nunca se olvida” grabado con la fecha en la que os conocisteis pasan 3 horas. ¿Qué sentido tiene?
En fin, os desearía feliz navidad a todos, feliz saturnalia o lo que sea, pero iría en contra de todo lo que he dicho en en este episodio. La mayoría no lo escucharéis hoy, si pierde validez creo que hay algunos conceptos económicos destacables, ojalá haya compartido algo de conocimiento, y a los que de alguna manera sois más asociales si os hecho compañía me doy por pagado.
A los que os pilla esto solos, a los que quizá pensáis que lo lleváis bien pero de alguna manera os sentís extraños por no ser capaces de aparentar como hace el resto, un episodio de racionalidad patológica si queréis.
No quiero tampoco atacar a los que disfrutan haciendo regalos; si no lo haces por quedar bien, si en el transcurso de esa búsqueda de ese trabajo para hacer tu regalo has gozado o cuando ves la cara de quien lo recibe disfrutas tú más que él, fantástico, ahí hay otro beneficio que considerar y a veces resulta impagable. Esos son los regalos que me encantan, los que disfruta el que regala. Odio recibir felicitaciones en serie, copy/paste que para mí es spam y de lo peor, pero en libertad, me parecen bien todas las opciones mientras estéis satisfechos con ellas.
Las tradiciones me parecen un atraso aunque es verdad que estudiando el conservadurismo como ideología (y sus variantes orientales) sí he modificando mi opinión y he entendido que hay tradiciones que sirven como contrapesos a cambios disruptivos demasiado abruptos… En general, es difícil calcularlo. Creo que restan más de lo que suman.
Os dejo con una frase, en contra de todo lo que he dicho, a favor de los regalos, de esos regalos sinceros en los que disfrutamos tanto como quien lo recibe
“Un poco de fragancia se adhiere a la mano de quien regala flores”
*Vídeo mencionado: https://www.youtube.com/watch?v=JBx4xQeNbmw