Es relativamente chocante para un chino descubrir que hay gente que no quieren tener hijos.
Saben que hay personas que no tienen, por causas sociales, es decir, fealdad manifiesta, falta de destreza para consumar el apareamiento, etc., o biológicas, pero… Más allá de los caprichos de la naturaleza, TODO el mundo quiere tener hijos.
Es más, no se trata de querer o no querer, no hay un dilema en la existencia de un hombre o de una mujer en este sentido. Es una etapa inevitable de la vida. Como nacer o como morir.
De hecho, la sensación cuando hablaba con los chinos, la cara de shock o incluso de sonrisa incrédula, yo la traducía como si alguien te dijera “yo no quiero morirme”. Jaja, claro que no… ¡Qué majo! En este caso, además, sin la carga negativa que habitualmente tiene el hecho de morirse.
Una preferencia en aumento
Esto ya va cambiando. El planeta inexorablemente se va globalizando y se le intenta poner puertas al campo pero al final nos acabamos pareciendo todos. Ya hay chinos que abiertamente dicen “yo no quiero tener hijos”, muy pocos todavía… pero si rascas un poquito ves que suele tener más relación con fracasos en sus relaciones cuando sí querían o como decía, en temas biológicos, es decir, está más en el terreno de la fábula de la zorra y las uvas que en el de las decisiones personales meditadas.
Pero bueno, sea por lo que sea, cada vez más, sobre todo los que viven en ciudades más occidentalizadas, encontrarán a personas que o bien dicen optar por esta decisión vital o bien lo entienden y no les sorprende porque ya lo han visto por la tele en series americanas o tienen amigos con vidas sin hijos. Si te adentras un poquito en el interior, para los chinos sigue siendo un misterio, la patología que puede provocar que digas eso.
De hecho, no es por darle una nota de humor, pero cuando tenía conversaciones un poquito profundas en los pueblos te lo decían literalmente. Una chica soltera de 28-30 años, a la que claramente se le ha pasado el arroz, ya no para tener hijos… ¡Para casarse! Las malas lenguas del lugar formulaban todo tipo de teorías acerca de sus rarezas o trastornos de juventud o nacimiento.
En fin, nada que no hayamos escuchado en la España profunda o en cada uno de vuestros países… Si a eso le sumáis un lag de 20 años de desfase… Y hace 10 años no había 20 de desfase, había 40… Os lo podéis imaginar.
Cuando seamos mayores
La primera pregunta que te hace un chino cuando le comentabas eso, aún hoy en muchas ocasiones era: “¿Y quién te va a cuidar cuando seas mayor?”
Es una pregunta fascinante a la que le he dado muchísimas vueltas en mi periplo vital en China. Hay para hacer una tesis doctoral con ella. Quizá parezca exagerado pero a mí, que me apasiona esta cultura y me paso horas y horas analizándolos, me abría un montón de derivadas diferentes.
Te da para encararlo desde el pragmatismo chino, desde la sinceridad, el egoísmo, el cálculo, la especulación, la funcionalidad de un hijo, el espacio que ocupa dentro de la familia, el simbolismo, la importancia… Además, multiplicada por 1000 mientras existió la ley del hijo único… Es esto tan fascinante de China que te sientas un segundo de cuclillas, rascas un poquito en el suelo y te puedes pasar media vida observando anonadado lo que ocurre.
A mí, personalmente, como amante del comercio, alguien que define el matrimonio como un contrato en régimen de monopolio que reduce los incentivos a seguir prestando un servicio excelente, podéis imaginaros el nivel de excitación que me produce pensar que tengo delante un pueblo de 1400 millones que, despasionalizando el tema, ve a un niño como una inversión. Y lo mejor es que te lo dicen.
En realidad en occidente nos hemos pasado toda nuestra vida haciendo lo mismo.
Intentado ocultar la realidad
Perdonadme los que habéis tenido hijos como un regalo de Dios y no se trata más que de la consecuencia natural del amor entre dos personas, esa conversación es excesivamente compleja, demasiado elevada para mí que necesito bajarlo todo a la altura del comercio, los intercambios, la negociación, los errores, la planificación o mala planificación, las necesidades fisiológicas descontroladas, la lujuria con consecuencias si queréis verlo desde la moralidad religiosa… No sé, cosas que me ayuden a entender porque se quedan embarazas niñas de 14 años, por qué hay personas que desean abortar, por qué algunas parejas tienen 8 hijos y otras uno o ninguno… Es decir, yo preciso explicaciones concretas.
Al romanticismo occidental le gusta volar alto y el conservadurismo ultracatólico se deja la mitad de las leyes de la física por explicar.
Con lo que, que nadie se ofenda pero como os decía, en occidente pensamos lo mismo que en oriente: un hijo (cuando es una decisión voluntaria) es una inversión o si queréis verlo de otra manera, una decisión utilitarista.
La única diferencia es que no lo decimos. Por eso os digo siempre que destaco lo transparentes que son los chinos al contrario de lo que pensamos.
Nosotros hemos usado a los hijos como rúbrica del amor que nos tenemos, los hemos utilizado como símbolo de matrimonio consumado con éxito, si vamos yendo hacia atrás en el tiempo… Como prueba de fertilidad, de poder, la de reinos que se habrán desmoronado en Europa por una impotencia.
Y si nuestras familias reales no tienen todavía más taras de las ya indisimulables es porque en tantas y tantas ocasiones cuando su majestad era incapaz de reproducirse, traían a un eunuco que no lo era tanto, los sacaba a todos del aprieto y fuera. Hacían desaparecer al infeliz y aquí paz y después gloria. Nadie tenía que saberlo y de paso refrescamos un poquito el genoma de la institución que falta le hacía.
La verdad es que me es indiferente. Pocas cosas me parecen más egoístas que tener un niño para perpetuar ADN. De verdad, si creéis que la humanidad se va a perder algo glorioso si no os reproducís pedid una segunda opinión.
Egoísmo sin complejos
Ya en épocas más modernas, cuántas parejas no habrán tenido hijos para contentar a los padres o a la familia, cuantos no habrán buscado el segundo, el tercero o el cuarto, cuando les salía todo niños o todo niñas por una necesidad de completar el álbum ya sea por interés propio o por presión familiar.
Cuántos hijos no se habrán engendrado egoístamente con la estupenda idea de salvar un matrimonio abocado al desastre. ¿Qué podría salir mal? Cualquier matemático incapaz de resolver una ecuación llegaría a la conclusión que agregar incógnitas ayuda.
Ni entro en todos aquellos padres que han tenido hijos para proyectar la vida que ellos no pudieron tener. He visto padres haciendo entrenar a sus hijos al fútbol a un nivel que no sabes si llamar a servicios sociales o a los cascos azules. Yo pertenezco a esa generación de niños cuyos padres (que no pudieron estudiar) se empeñaron en que teníamos que salir todos médicos, ingenieros y abogados. Para ser lo que ellos no pudieron ser, para competir con nuestro primo el farmacéutico y para poder hablar más rato en la cena de navidad.
Invertir en hijos
Pero más allá de todas las funciones para las que hemos usado egoístamente a los niños en occidente, la evidencia empírica nos dice que para nosotros también ha sido una inversión. No sé si una inteligente, hay quien invierte en estafas piramidales como la seguridad social así que tampoco nos vamos a poner exquisitos, pero la realidad es que no somos tan diferentes de los chinos. La diferencia como decía antes es que nosotros no lo verbalizamos.
Y la prueba la tenemos en la data acumulada. No preguntes a los compradores qué compran o qué ven por la tele. Nunca admitirán que invierten su dinero en sexo o su tiempo en telebasura, fíate de la preferencia revelada. Y cuando observamos los datos en agregado, en lugar de comprobar que a medida que los países se enriquecen, se tienen más hijos… Lo que vemos es que pasa lo contrario. Cuanto más ricos son los países, menos hijos se tienen.
Hay mucha literatura escrita sobre ello. La falta de educación nos convierte en más salvajes y menos responsables, las mujeres están relativamente menos protegidas, tienen menos capacidad de decisión y están más relacionadas con una función reproductiva, históricamente había más mortandad y por tanto, se necesitaba apostar a más startups para dar con la buena… Hay muchísimas razones.
No quiero parecer superficial pero tampoco deseo extenderme en el tema. El argumento principal en el que quiero basarme es el económico. En los países pobres dar a luz a un crío es relativamente económico y ese niño en muy pocos años pasa a ser funcional, deja de ser un gasto y pasa a ser una fuente de ingresos.
Cuando las tasas de capitalización son bajas, dos manos más pasan a ser una fuerza de trabajo valiosa, no tan diferente de dos manos adultas y en el primer mundo le hemos dado la vuelta al tablero.
Un niño es una hipoteca a pagar en 20 o 30 años, a veces más, convertir ese activo en algo útil es extremadamente costoso, a medida que el país crece que el niño vaya a la universidad no es suficiente para lograr una diferenciación significativa. Posteriormente ya no vale un master, tienen que ser dos. Después ya no valen en tu país de educación mediocre, el máster debe ser en Harvard y el pozo no parece tener fondo.
Podemos pensar que exagero, que no se realiza un cálculo tan utilitarista en occidente pero, como decía, la evidencia empírica nos dice que sí lo hacemos. Os hablo de los países ricos.
Esa inversión es perfectamente asumible. Simplemente tenemos que renunciar a cambiarnos de coche cada x años, a no tener esa segunda residencia en la costa, a vender nuestras acciones, nuestros Bitcoins, hacernos el café en casa en lugar de bajar a la cafetería, darnos de baja de Netflix y del fútbol… Llevar a tu hijo a Harvard en un país Top-10 del mundo es relativamente menos costoso para una familia, no sé, irlandesa o Noruega, que pagar una educación secundaria a tu hijo en Bangladesh.
El mercado manda
¿Y qué nos dicen los números? Que hemos dejado de tener niños. Indiscutiblemente, no es un tema de incapacidad económica, es una cuestión de especulación. Por mucho que nos duela vernos envueltos con esa palabra demoníaca. Cálculo económico en su máxima expresión. Ya no me compensa tener un niño.
Renunciar a 30 años de mi vida, para dar a luz a un hijo que consumirá una gran parte de mis recursos, no sólo económicos (mejor dicho, no sólo monetarios), para que al final, se independice, se case con un chico iraní, además seguidor del Barça, y se vaya a vivir a la otra punta del planeta y cuando llegue el momento de cuidar de mí, ¿me envíe a una residencia? Pues sabes que te digo, que no me compensa.
Wow, y hace un momento los chinos parecían super-egoístas. Quizá ninguno de vosotros habéis hecho ese cálculo, quizá estoy exagerando y vuestro primer hijo era sólo una consecuencia del amor romántico que os procesabais cuando pensabais que la pasión iba a durar para siempre.
No voy a entrar en si tenemos hijos porque somos meros animales o porque nos han adoctrinado para ello y quizá ni lo vemos como una inversión sino como un tramo ineludible de nuestra vida… No hace falta que discutamos sobre ello porque sería un debate “pasionalizado” y no me interesa.
Me es más fácil demostrar lo que digo si hablamos de vuestro segundo hijo, ¿no hubo cálculo ahí? ¿Y con el tercero? ¿Y con el cuarto?
—No, yo es que sólo tuve 3.
—Bien, ¿y por qué sólo tuviste 3? ¿No hubo cálculo ahí?
—Pues no, mi mujer era ya mayor…
—¿Y por qué no los tuvisteis antes? Seguidos, uno detrás de otro, como una maldita máquina de zumo. ¿Por qué dejase pasar un tiempo entre el primero y el segundo?
Pero como digo, la prueba más fehaciente, es que la mayoría de familias en países ricos paran antes de lo que la naturaleza les marca, empiezan más tarde de lo que la naturaleza les permite o calculan, presupuestan… Ponen medidas para no dejar que sus sucesivas ceremonias de apareamiento multipliquen su prole indefinidamente.
Especulando con nuestra descendencia
No pasa nada, no es un ataque. Sólo intento entender por qué no tenemos 8, 10 o 12 hijos. Si os fijáis es lo que las sociedades occidentales han denominado “planificación familiar” para que pareciera algo normal y no colisionara frontalmente con nuestro fundamentalismo religioso. Yo no especulo, yo hago planificación familiar. La semántica es maravillosa.
Algunos patronos de Lejano Este que sé que tienen hijos estarán pensando, —madre mía, te has pasado, yo no he pensado nunca así—. Bien, quizá tú no, pero en agregado, la estadística nos dice que muchos de tus compatriotas consciente o inconscientemente sí han pensado o están pensando que les falta por ver 15 o 20 países antes de asentarse y reproducirse, que prefieren invertir en un segundo máster y ahora tener un hijo sería una locura o que están en pleno ascenso en la consultora internacional en la que trabajan y tener un hijo ahora sería decir adiós a su carrera.
Sea por lo que sea, el cálculo especulativo está ahí. Especular es una de esas palabras que trato de rescatar, incorporarla al tablero de la normalidad porque es un término que convertimos en sospechoso cuando es algo que todos hacemos permanentemente y este episodio era justamente para especular con el rumbo hacia el que se dirige la humanidad, que no es precisamente el de recortar una parte sustancial de nuestras vidas para regalársela a otro ser por mucho ADN que comparta con nosotros o —en el peor de los casos— con nuestro mejor amigo.
Cuando me preguntaban en China quién me iba a cuidar cuando yo fuera mayor, les respondía: “nadie. Y como vengo del futuro, te voy a contar un secreto. A ti tampoco”.
Distintos momentos históricos
En aquella época yo les explicaba que había un negocio boyante en España… Las residencias de ancianos. Me respondían —no, nosotros tenemos una cultura familiar muy sólida. Nunca llevaremos a nuestros mayores a residencias—.
Yo les explicaba que no era una cuestión cultural sino temporal. No sois mejores ni peores, simplemente os encontráis en un momento histórico distinto. Este argumento, que me sirve y me ha servido para explicar muchísimos conflictos y malentendidos asociados a la barrera cultural con el tiempo se ha revelado como válido.
Hace unos años el gobierno chino emergió el sector del cuidado de la tercera edad y hoy en día ya es uno de los más prometedores. Se confirma que no era una diferencia cultural sino temporal. Mis padres y mis abuelos jamás hubieran llevado a sus mayores a una residencia.
La jerarquía familiar china, tan elaborada, salvando sí las distancias culturales —que son muchas—, se parece bastante a la vivieron nuestros abuelos y bisabuelos, en hogares enormes donde todos aportaban y no se dejaba atrás a nadie.
Siempre explico que mi madre nació en una familia de 4 hermanos y vivían 9 en casa, incluyendo al abuelo y al bisabuelo. En el caso de mi padre fueron 17 hermanos, 21 miembros en casa… casas enormes donde todo el mundo convivía, no quedaba otra.
Cuando mis padres emigraron ya vivían en un piso en la ciudad. Como les decían sus familiares en el pueblo, no entendemos como en la ciudad podéis vivir unos encima de otros… Efectivamente, fue un cambio de paradigma. Los pisos eran de menos de 100m2 y vivíamos 4.
Hoy en día, cuando los jóvenes se independizan se van a estudios y pisitos de 35m2 y las parejas después de pasar un buen rato simulando procesos reproductivos se van a dormir cada uno a su casa porque la idea es convivir lo menos posible.
El coste de la vida lo fomenta, es cierto, pero sobre todo se trata de decisiones voluntarias y de un cambio rotundo en los hábitos. Cada vez nos es más difícil convivir.
Ya no nos casamos a ciegas y para siempre, ya no tenemos a nuestra pareja subyugada, todo el mundo tiene su plan de vida personal y si difícilmente cabe otro jugador ahí… Imagina cómo encajar a otra persona y a sus padres. Ni hablar. Eso, con muchísima distancia, también se ve en China. La jerarquía familiar es más fuerte o, en este ámbito todavía les llevamos unas décadas de ventaja, pero los cambios de paradigmas se viven todos los días.
Cambios en China
¿Os acordáis de la ley del hijo único y de que todo el mundo quería un hijo varón? Esto sucedía porque el hijo se queda en casa, es el heredero y la mujer abandona a su familia y pasa a formar parte de la familia de su marido.
Esto es extremadamente más rígido de lo que podamos llegar a imaginar… He vivido Años Nuevos donde estábamos todos en casa pero una de las hijas —que vivía apenas a 5 minutos— no podía, y estaban en casa pasando las fiestas solos porque ya no pertenece a nuestra familia… Es decir, teniendo un hijo ganabas a una nuera pero teniendo una hija perdías toda tu inversión. De ahí lo salvaje que llegó a ser la ley del hijo único.
Pues bien, esto ya ha cambiado y ahora muchísimas familias prefieren tener una hija a un hijo. Sigue pasando esto de que a la hija la pierdes pero ahora los hijos tampoco se quedan en casa. No vivimos en aquel momento rural del heredero que se quedaba cuidando la tierra. Tu hijo también se irá a la capital sino al extranjero a trabajar y por tanto ya no hay beneficio (fijaos como sigo con un léxico de broker de bolsa). Ya no hay beneficio en tener un niño.
Las hijas se han revelado también como más familiares que los niños… Y las prefieren.
Aquí se ve también claramente como todavía hay algunas décadas de desfase, como aun les falta ver la última temporada de la serie y yo intento hacerles spoiler y decirles —no, sigues equivocándote, tener una niña quizá sí es mejor que tener un niño bajo tu tabla Excel, pero es que te faltan datos. Estás viendo a tu niña como un perfil más sumiso, familiar, sin plan de vida propio, que vivirá para servir a los demás… Y esto, cuando crezca, ya no será así. Tu hija querrá ir a estudiar moda en París, conocerá a un chico Canadiense y se enamorarán y tendrá sus propio proyecto vital. Pero claro, lo que les cuento para ellos es ciencia ficción.
Un punto final interesante que habla de esta diferencia entre la preferencia anunciada y la preferencia revelada y que confirma que los países a medida que se enriquecen reducen su número de hijos. Parecía que una vez anulada la ley del hijo único esto iba a ser una explosión de embarazos, pues bien, esto no ha pasado.
Mano invisible 1 Planificación central 0
No hacía falta, nunca hizo falta pero esto como con todo en lo que se refiere al poder y a decidir sobre la vida de los demás; es muy goloso.
En fin, lo dejo aquí. Espero que nadie malinterprete el objetivo del episodio que tiene poco que ver con tener hijos o no tenerlos… Si sabéis leer entre líneas, tiene que ver con nuestros planes de inversión y de jubilación, quien quiera tener hijos que los tenga, quien no pues no… quien soy yo para juzgar lo que hacen los demás, bastante tengo con lo mío… Y, como nota de humor, no sé si deberíamos tener más hijos, pero para mejorar nuestro estado de ánimo lo que deberíamos hacer es intentarlo más a menudo. Mucho más a menudo.
Felicito a los que tenéis hijos completamente separados de vuestra idea de inversión o de un objetivo utilitarista. También, por qué no, a los que habéis hecho un cálculo meticuloso en cada embarazo… Y sobre todo a los que tenéis un plan B para vuestra jubilación que no depende ni de vuestros hijos ni del Estado.
Os dejo con un proverbio chino
«Un hombre que no se preocupa del futuro está condenado a preocuparse del presente»
Gracias y hasta pronto