Es curioso cómo la vida da tantas vueltas y cómo hace sorprenderte con cosas amargas y momentos gratificantes a lo largo del camino. Además, soy fiel creyente de que las cosas pasan por algo y siempre para algo mejor.
Fui víctima de la crisis española del 2008, una joven aventurera en busca de un futuro estable ya que en España la situación laboral dejaba mucho que desear. Tras estar desempleada por 2 años, decidí enfocarme solamente en terminar la carrera y ahorrar todo lo que pude gracias a las prácticas y contratos parciales que me ofrecían en el momento.
Llegó el 2012, tenía suficientes ahorros para buscarme la vida en Canadá. El frío y el comienzo no fue un camino de rosas pero durante mi estancia allí conseguí trabajar para una empresa de Social Media además de ser colaboradora de contenido en un medio online para hispanohablantes. Llegué a pensar que ahí estaría mi futuro y que mi situación sería estable, hasta que un día recibí una beca ofreciéndome a hacer prácticas en China, para ser más concretos, en Yiwu (un lugar remoto del gigante asiático que por aquél entonces carecía de información Google).
Tras la noticia, no estaba muy segura de si sería la decisión correcta (a día de hoy y después de 4 años, es una de las mejores decisiones que he tomado en mi vida). Me iba a ir a China, un país desconocido y con una mala imagen desde la perspectiva occidental, por supuesto, mi familia no compartía la misma ilusión; por el tono de sus mensajes, más bien se denotaba miedo y preocupación.
Antes de partir, tuve tiempo de conocer a los dueños de la empresa y al ser una beca de una fundación respetable, el miedo se me fue poco a poco.
Sensaciones indescriptibles se entremezclan cuando decides ir a un país donde apenas conoces la cultura y menos el idioma; donde no tienes familia ni amigos que puedan consolarte, que todo puede pasar y no tener el apoyo de nadie, en general sentía una gran ansiedad por lo desconocido y la incertidumbre.
Mientras estaba en el avión con destino Hangzhou, mi intuición me decía que todo saldría bien y que no había nada que temer. Y gracias a mi intuición, así fue.
Mi estancia en SedeenChina la considero una de las mejores experiencias que me podía llevar de China, tanto a nivel personal como profesional. La calidez con que me acogieron es lo que me ha dejado buena impresión del gigante asiático y de Yiwu. Mis compañeras de trabajo, eran a la vez mis compañeras de piso que, al finalizar los 7 meses de prácticas, se convirtieron en mis hermanas.
Con respecto a mis jefes, Adrián, Esther y Lucy, les debo mucho por apostar por mí y por creer en mí. Adrián fue y sigue siendo un gran mentor, recuerdo con cariño esas reuniones en su despacho para contarme «cuentos chinos» como de un hermano mayor se tratase. Gracias a él, pude conocer China con otros ojos, no lo que se transmite en occidente, sino verlo como un país que avanza a pasos agigantados, donde todo es puro dinamismo y donde China ofrecía y sigue ofreciendo varias oportunidades de negocio. Sus cuentos chinos me hicieron abrir los ojos y que el mundo estaba cambiando y que China sería el motor de ese cambio. Admiro su dedicación por invertir tiempo en alimentar su conocimiento y por compartir ese conocimiento con la gente. No solo se basaba en simples datos sacados de fuentes económicas sino que también dedicaba tiempo para ir a los lugares y verlos con sus propios ojos, tanto es así que incluso quiso aprender kazajo para poder desarrollar negocios en Huerguosi, un macro proyecto chino. Ahora se codea con gobiernos locales y eso es una de las cosas muy difíciles de conseguir en China y más siendo extranjero. En cambio, Adrián así lo consiguió.
Con respecto a Esther, se ha convertido también en mi guía profesional, siempre trata a la gente con dulzura y una sonrisa en la cara, da ánimos y críticas constructivas con cariño. Trabajar con ella fue un gran placer, a pesar de la distancia, me hizo ver dónde estaban mis fallos, me daba instrucciones de cómo comunicar mejor, ella siempre fue la otra perspectiva que yo no veía cuando hacía mis informes, investigaciones, además de escribir mis artículos. Y a pesar de haber pasado los años, cada vez que visita China, siempre guarda ese tiempo para un café y estar en contacto.
El claro ejemplo del «sueño chino» es Lucy, procedente de una familia humilde, demostró que se puede llegar lejos – como si de Jack Ma se tratase- gracias al esfuerzo y dedicación. La considero una mujer de armas tomar y un todoterreno, estar con Lucy te contagia esa energía positiva que la caracteriza. Es agresiva en los negocios cuando hay que serlo, pero a la vez, con un gran corazón. Cuando estuve trabajando en los comienzos de Kuka, tuve la oportunidad de pasar tiempo con su familia en Wuyi y, a pesar, de ser la extranjera, me trataron como una más. Comía con ellos, pasaba tiempo con ellos viendo todo el proceso de producción. Gracias a Lucy, aprendí también del comercio electrónico en China, desde la creación, producción hacia la venta online.
Mis compañeras de trabajo se merecen también una mención. A día de hoy, y estando en Shanghái, sigo en contacto con alguna de ellas. Hemos viajado juntas, nos hemos reído mucho e incluso hemos llorado juntas. Y gracias a ellas y con su ayuda, nunca me he sentido sola a pesar de tenerlas a una hora y media en tren, ahora que vivo en Shanghái. Hay veces que voy a Yiwu a pasar la noche solo para verlas y para estar con ellas.
Gracias a SedeenChina, además de haber visto de lo que soy capaz a nivel personal y sobretodo profesional, aprendí lo que realmente significaba el concepto «guanxi».