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Derechos de propiedad intelectual desde un país emergente

Compartía en twitter estos días un libro en pdf para mejorar la escritura y memorización de los caracteres chinos y surgió el debate la propiedad intelectual.

En general estoy en contra de los derechos de autor y todas estas cosas, y quería dedicarle un episodio para que quede ya por escrito y reeenviar a todo el que me acuse en algún momento de algo… a escucharlo.

En primer lugar decir que ésta es una opinión personal, puedo estar equivocado y como en todo lo demás, no soy un talibán de mis ideas, estoy siempre dispuesto a cambiar de opinión y no pretendo convencer a nadie.

Mi animal mitológico favorito es un vegano que no intenta variar mis hábitos alimenticios y en este tema más que cualquier otro, no intento haceros cambiar de opinión, sólo que contéis con un punto de vista más, el mío (los que lo valoráis) y poco más.

Época de reinvención ante la piratería

Intuitivamente, de pequeño pensaba en que si podía copiar un CD, es que el coste real de aquel CD era el valor del disco virgen más mi tiempo, mi inversión en la regrabadora de CD’s, etc. Que yo no era capaz de replicar un Mercedes y por tanto, el precio que le pusieran tenía sentido.

Cuando apareció Napster y empezamos a descargarnos música gratuita pensamos que era el fin de la industria musical, pero yo recordaba la vida de divos que tenían las estrellas de la música, a Julio Iglesias fabricándose su propia isla en medio del océano y pensaba que quizá podían vivir con menos. No quería convertirlos en 100.000 pesetas de la época, Dios me libre, pero poderse cambiar de coche mensualmente en lugar de cada 26 segundos me parecía ya una vida bastante afortunada.

Al final, resultó que la industria de la música no murió, los cantantes empezaron a regalar descuentos para entradas cuando comprabas un CD y te interesaba adquirir el original, te vendían libritos con la historia de la banda, los obligamos a innovar e innovaron. Desde entonces han ido mutando mucho los formatos de venta de música hasta llegar a Spotify y sistemas similares (ahora en lugar en lugar de compartir bibliotecas compartimos usuarios de Netflix).

Se me ocurren pocas industrias que sobrevivan obligando a los consumidores a hacer esto o lo otro en lugar de ofrecerles alternativas para que no pirateen sus servicios. El sector del taxi es paradigmático en este sentido. En aquel momento, en mi juventud, empezaba a defender la supresión de delitos sin víctima, legalización de actividades donde el estado se dedica a castigar nuestra moralidad en lugar de nuestro delitos y coloqué la piratería en el mismo saco pasando a ser un ferviente defensor.

Diferentes países, diferentes problemas

Más adelante, estudiando clásicos económicos descubrí que cuando el estado prohíbe intercambios voluntarios, lo que hace realmente es promover un mercado alternativo que solventa esas limitaciones. Todo tenía sentido. Fue llegar a China y encontré mi paraíso. Yo me volvía loco explorando los mercados de copias, eran aquellos años donde en occidente ni preocupaba que en China se copiara, se veía como inevitable y los grandes diseñadores de moda se lo tomaban con humor: “si no te copian es que no eres nadie”.

Y con esto también quiero deciros que el mundo no se termina en la frontera de vuestro país, los problemas que tenéis vosotros no son los problemas de todo el planeta y voy a orientar este episodio desde una perspectiva muy diferente a la del mundo desarrollado, estancado o decadente que intenta aferrarse a lo que tiene y vivir de rentas.

No es una coartada, seguiría opinando lo mismo si viviera en Berlín, pero quizá pensándolo así, aunque tengáis una postura muy distinta a la mía podéis llegar a empatizar con lo que puede sentir el 70% del planeta ya que, aunque a veces se nos olvide, en la mayor parte del mundo el debate diario de un millennial no es elegir entre Netflix y HBO, sino en cosas más relacionadas con la lucha por la vida.

Los países emergentes tienen problemas de emergentes, los países ricos tienen problemas de ricos. En la pirámide de necesidades, a algunos les preocupa cambiarse de coche cada 2 años, otros más arriba están pensando en enviar una nave tripulada a Marte, más abajo los hay que tienen un problema en cómo escolarizar a millones de niños, otros cómo no perderlo todo en el próximo tsunami y la propiedad intelectual no es algo que conmueva especialmente.

Ojo, emergente no es igual a pobre, mi definición favorita de emergente no me la da la ONU que habitualmente no tiene ni idea de lo que pasa a pie de calle, mi definición favorita de emergente es… Aquel país donde los televisores se compran a plazos y los pisos al contado. Y lo uno sustenta a lo otro.

Volviendo a nuestro mundo, es difícil ser podcaster y ser un férreo defensor de los derechos de propiedad intelectual. Puede ser que te dediques a emitir por este canal porque no te queda otra pero la mayoría de los podcasters o al menos los mejores que conozco, no es que no crean en la propiedad intelectual, no creen, consciente o inconscientemente en el sistema actual de regulación de la propiedad intelectual.

De alguna manera compartimos información libremente, algunos creamos contenido, no sólo lo divulgamos y no pretendemos perseguir fiscalmente a todo aquel que se beneficie de ese contenido; la monetización suele venir por parte de acciones voluntarias de los oyentes, en mi caso abrí una cuenta en Patreon, otros canales usan publicidad, patrocinadores, lo que sea.

El dilema del cliente cautivo

Yo, analizando mis notas para preparar este episodio, me daba cuenta de que más o menos he seguido el mismo criterio a nivel empresarial. Lo “revolucionario” (si lo puedo decir así) de mi forma de trabajo en China es que como alternativa al mundo del trading donde ese intermediario vive de conseguirte una fábrica que produzca lo que quieres y mantenerla en secreto, nosotros lo que decíamos es: “vas a tener total acceso a tus proveedores, vas a ver su dirección, su teléfono, su e-mail, puedes hablar con ellos directamente, aquí no hay nada que esconder.

No tienes que trabajar conmigo porque te tenga cautivo y si me dejas empezarás de cero en tus producciones en China y tu empresa se puede quedar sin suministros. No, deberías estar conmigo por amor.

Tenerte a mi lado por obligación, no es amor, es maltrato. Yo entiendo a algunos traders que me dicen: «es que para encontrar esa fábrica he invertido tres semanas, esa preselección de proveedores que he hecho, tiene un trabajo y ese coste debe ser restituido». Perfecto, ¿pero debe ser restituido a perpetuidad? ¿Y cobrarás un 4% si compra un contenedor y si compra 100? ¿Cuándo acaba tu patente? ¿Jamás? Si estoy en contra de que tengas derechos por 70 años imagínate lo que pienso de un derecho in saecula saeculorum.

Ahora bien, como estoy a favor de los intercambios voluntarios entre partes, si tu cliente acepta trabajar de esa manera, nada que objetar.

Respetando mucho a las personas que trabajan así, mi aproximación es, voy a hacer el mismo trabajo, voy a conseguirte ese proveedor y te voy a dar los datos para que contactes con él. Porque mi objetivo no es que continúes conmigo porque he conseguido esclavizarte, mi objetivo es que estés conmigo porque sabes que soy el número 1 en mi campo y quieres trabajar con los mejores.

Habrá más cosas para las que me necesites, te interesará tenerme a bordo y, si decides seguir por tu cuenta, guarda mi tarjeta y llámame porque estaré encantado de atenderte.

«Sólo en las discotecas donde no estás seguro si te vas a quedar te cobran entrada”, pensadlo así.

Ideas libres en beneficio de todos

Volviendo a Lejano Este, el podcast lo escuchan muchos de mis competidores y aquí comparto muchísimo know-how. ¿Hago algo para evitarlo? ¿Podría hacer algo para evitarlo? Genera ternura que nunca te den un like, que anden ahí agazapados y de tanto en tanto comenten negativamente, coloquen una crítica, en el fondo es un halago.

Dedicaré un episodio al tema de copias en China pero, en general, la estrategia de meter las ideas en una caja para que nadie las vea porque si se las enseño al público me verán también los chinos y me copiarán, funciona claro, renunciando también al público.

En mi caso, si no ofrezco algún tipo de valor añadido a mi público, no tendría público. Si lo ofrezco mis competidores lo usarán. Efectivamente. Por ver el vaso medio lleno, os doy dos argumentos a favor de esto:

  1. Si mis competidores usan algo de lo que yo explico aquí y mejoran, multiplicaremos la exposición de China y todos nos beneficiaremos. El dueño de un bar en un pueblo de 1000 habitantes, en su visión de negocio puede tener dos aproximaciones: ser el único bar porque el pueblo no da para más, o que abran 20 bares más y convertirnos en el pueblo de referencia de  la comarca para salir, tomar tapas, etc.
  1. Si mis competidores mejoran y se aproximan a lo que hacemos, cada vez será más difícil diferenciarnos con lo que me obligarán a innovar, ofrecer servicios alternativos. Y si en algún momento alguien es mejor que yo, chapeau, objetivo conseguido. Me metí en esto porque creí que había una necesidad por cubrir, si alguien la suple mejor que yo… Bajo la persiana y me dedico a otra cosa. Si emprender es encontrar un problema y darle una solución, ¿No me digáis que el mundo es perfecto y no hay problemas para solucionar? ¿De verdad no encontráis oportunidades para emprender? ¿Soy el único que abriría un negocio nuevo todos los días?

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Os voy a explicar el tema de la propiedad intelectual desde un punto de vista teórico y después algunas ideas sobre China y cómo interaccionan estos dos puntos. En la primera parte, la teórica, me voy a apoyar en contenido público y como no creo en los derechos de propiedad, básicamente los voy a plagiar, aunque lo presente con mis ejemplos y puntos de vista. En la segunda parte sí va a haber contenido propio, plagiable por los que vengan detrás.

Una democracia poco demócrata

Cuando hablamos de propiedad intelectual solemos hacerlo hablando de marcas (incluyendo indicaciones geográficas o culturales), patentes, derechos de imagen que pueden estar desligados de la marca, derechos de copia o reproducción (copyright) y  secretos industriales. Personalmente sólo defiendo estos últimos, los secretos industriales, porque son los que para su protección, dependes de ti mismo. Mi baremo para decidir esto es, si necesitas que el estado limite la libertad de los demás para que tú puedas ejercer un derecho, no estoy de acuerdo.

Un poquito, la idea es que el estado no puede hacer nada más que lo que podemos hacer cualquiera de nosotros.

El problema es que reconocemos en el estado una autoridad que no tiene. El concepto de democracia representativa (esto es lo que en un principio defienden los demócratas) es que tú delegas tus derechos en personas que te representan. Como tú como individuo no puedes matar no puedes delegar la función de matar en el estado (hablo de la pena de muerte).

El problema es que como siempre digo, los demócratas son las personas más antidemócratas que conozco, hacen que el estado se arrogue funciones que no han podido ser delegadas por nadie porque son funciones que ninguno de nosotros sería legal que lleváramos a cabo.

Desde la perspectiva de la libertad individual, que tú registres un nombre de marca y el estado te otorgue unos derechos y se arrogue la función de reprimirme si hago uso de esa marca, me parece una aberración porque todo eso se hace sin mi consentimiento.

Y ante el argumento de “es que si yo escribo un libro y tú lo fotocopias” estás atentando contra mi propiedad y se eleva la propiedad intelectual al mismo nivel que la propiedad física, me parece que se cae en una multitud de errores.

Bienes rivales y no rivales

Para empezar, al mezclar propiedad de productos físicos con propiedad intelectual, se confunde un concepto básico en economía. Bienes rivales y bienes no rivales. Lo hablé en un episodio anterior pero por resumirlo: un vaso de vino es un bien rival, si yo me lo bebo tú no puedes bebértelo. Podrías beberte otro muy parecido pero ése sólo lo podré consumirlo yo.

Una canción es un bien no rival, tu la puedes escuchar sin que por ello yo no pueda escucharla. Es decir, no tenemos que rivalizar por escucharla como haríamos con el vaso de vino.

El ejemplo más visual es que si tú tienes una manzana y yo una naranja y nos las intercambiamos, cada uno seguimos teniendo una pieza de fruta; ha sido un juego de suma 0. Lo que hemos perdido por lo que hemos ganado. Pero si tu te sabes un chiste y yo otro y nos los contamos, al acabar los dos nos sabemos dos chistes. No es un juego de suma cero. Ambos salimos beneficiados si nos contamos más chistes, intercambiamos ideas, fórmulas matemáticas o vacunas contra enfermedades.

Es decir, el estado tiene que proteger mi propiedad sobre las manzanas porque en bienes rivales existe la posibilidad de la escasez. Dicho de otra manera, si alguien me roba mis manzanas se generaría una escasez en mi pueblo y los habitantes podrían sufrir las consecuencias pero si alguien me roba mi fórmula del triángulo de pitágoras no se genera escasez porque es un bien no rival, lo que se hace es multiplicar la cantidad de personas que pueden utilizar la fórmula y mejorar la vida de todos aplicándola a la arquitectura, el diseño de productos, etc.

Patentes y motivación

Una vez entendemos lo que es un bien no rival, algo que pueden usar infinidad de personas al mismo tiempo porque no existe la posibilidad de escasez, lo que hace el estado es generar una escasez artificial (donde no la había) limitando el uso de un producto infinito. Y pensamos, bueno es que de alguna manera tenemos que premiar a Pitágoras por haber documentado algo que no existía hasta él. ¿Y por qué? Porque si no existieran las patentes no tendría ninguna motivación para investigar. Interesante defender esto en este ejemplo porque en época de Pitágoras no había patentes. ¿Cómo es posible que él sí tuviera esa motivación? ¿Quizá es que es un argumento insostenible?

Fijaos que la mayoría de personas que estén de acuerdo con las patentes estarán en contra de los monopolios, cuando es exactamente lo mismo. O peor aún, porque es un monopolio creado por un burócrata desde una oficina estatal. Invento un producto cuyo precio se debería regir por las leyes del mercado pero lo extraigo de la arena, de la competición y le otorgo un privilegio (privilegio que viene del latín, privus legalis, una ley privada) no tienes que someter tu producto al juicio público, te otorgo esa ley privada, a medida, para que lo tengas sólo para ti.

El día que se inventaron las patentes, el estado descubrió que había creado la gallina de los huevos de oro. Si querías hacer rico a un amigo tuyo, sólo tenías que otorgarle una patente. Pasa en dictaduras pero también en democracias con esa casta empresarial que revolotea alrededor del estado.

Si conocéis la historia de Joan March, el último pirata del Mediterráneo, una de las pocas personas que hizo callar a Franco en una mesa, era un empresario increíble que trabajó para los dos bandos en la segunda guerra mundial y cuando Franco le pidió ayuda (de hecho con la república hizo lo mismo en varias ocasiones), no le pidió dinero a cambio, le pidió patentes o en aquel momento, una empresa con un monopolio concreto. Es decir, te hago ganar una guerra, porque básicamente es lo hizo Joan March, bueno siendo estrictos sería un “te dejo participar en una guerra” porque sin él ese evento ni siquiera hubiera existido… Y cuando llega el momento de pagarle, todo lo que le pide es una patente, un monopolio. Qué cosas tiene la historia…

Ni entro en que el sistema de patentes provoca una infinidad de gastos procesales y por tanto, interesa especialmente a las grandes empresas ya que el acceso a la justicia es una barrera de entrada enorme para pymes.

Es por esto, que los grandes rivales de Apple en el planeta sólo pudieron crecer en China, con una única excepción, ya que en el resto del mundo, especialmente en EEUU hubieran recibido una avalancha de procesos legales insuperable. Sólo en China era imposible detener el desarrollo tecnológico. De hecho, decía una única excepción fuera de China, Samsung y son de sobra conocidos todos los juicios que tuvo con Apple por acusaciones de plagio. Si Samsung, no hubiese sido una empresa bien asentada con recursos de otras divisiones, dudo mucho que hubiera sobrevivido.

Desmontando el mito de las patentes

El argumento principal de los defensores de las patentes es que sin esa protección no habría progreso. Si no protegiéramos a las farmacéuticas no se investigarían los medicamentos. Bueno, pues tal como explica el economista italiano Michele Boldrin de los 10 grandes medicamentos de la historia, 8 fueron hechos sin patente.

La evidencia empírica parece desmontar también esta premisa. Tengo claro que el mundo se mueve por incentivos y una patente es un incentivo enorme, es algo que me genera dudas, como decía estoy dispuesto a cambiar de opinión si las pruebas me demuestran que estoy equivocado, quizá no es ni blanco ni negro, ni todo lo que tenemos ahora ni una desregulación total, sí sé que ahora mismo el sistema es nefasto y para nada promueve la innovación sino el apalancamiento del mérito.

Creo que es bueno que el mérito tenga recompensa, pero creo en la recompensa del mercado, la que te otorgan los demás, no la que te concede un burócrata. Decirle a alguien meritorio que va a poderse quedar a vivir de rentas el resto de su vida, no es fomentar la meritocracia sino aniquilarla. Al final, el sistema de patentes es una oposición pública, alguien muy meritoriamente la gana y lo que hacemos entre todos es garantizarle el sustento para el resto de su vida. Hay gente que cree en este sistema, lo respeto pero yo soy de los que siempre quiera abrir la última puerta para ver si hay algo todavía más excitante ahí fuera.

Contraintuitivamente, ante el argumento de que sin patentes no habría evolución Michele Boldrin tiene un libro (against intellectual property) donde nos explica que de hecho lo que sucede es todo lo contrario.

El ganador se lo lleva todo

Cuando James Watt crea la máquina de vapor lo que hace con el beneficio que le supone su patente es comprar todos los inventos terminados o semi-terminados que estaban llegando al mismo resultado por otras vías para meterlos en un cajón y evitar su progreso. Esta estrategia se llama «patent around» (patentar alrededor) y se traduce en una estrategia defensiva donde de las grandes empresas crean un perímetro de seguridad repleto de patentes para que nadie pueda aproximarse al invento que en su día patentaron y del que viven.

Curiosamente, en el espectro político derecha e izquierda, suelen estar muy de acuerdo en todo el sistema de patentes. La izquierda por su adicción a la sobre-regulación y la derecha porque le permite a la casta empresarial poder vivir de rentas, relajarse y dejar de innovar protegidos por el estado.

Esto sucede porque la legislación sobre la propiedad intelectual es un escenario «winner takes it all” donde el que gana se lo lleva todo y el que pierde lo pierde todo aunque estuviera al 99%, es decir, que no se protege la idea, se protege al primero; porque se acepta que el que estaba al 99% lo hizo sin copiar al que ganó, eran investigaciones paralelas. Pero como además, el que gana lo gana todo como decía tiene recursos para detener investigaciones alternativas que en esa fase de desarrollo son comprables por poco dinero.

Si al primero que tiene la idea de montar un restaurante en una ciudad le otorgáramos una patente para ser el único restaurante de esa ciudad en los próximos 70 años, ganaría tanto dinero que podría permitirse ir comprando las cafeterías, pubs, tiendas de postres, etc. Para mantener o expandir su monopolio.

La historia de la humanidad es la historia de invenciones que se construyen encima de las anteriores, como bloques. Para entender un microondas, un lápiz o la teoría de la relatividad tendríamos que irnos a miles de invenciones anteriores, productos fórmulas o tecnologías existentes que una sobre la otra han hecho posible esa última idea.

Si otogáramos una patente al que monta el restaurante (normal) nos perderíamos las pizzerías. Si le otogáramos una patente al que inventa la pizzería nos perderíamos a los que innovan agregando el horno de leña. Si le damos una patente al inventor del horno de leña nos perderíamos la siguiente innovación. Imponer un coste a esa agregación de información lo único que hace es detener esa máquina creativa que es la mente del ser humano.

La occidentalización de China

Y titulaba este episodio “desde un país emergente” con lo que ya no estoy pensando en China. China ha cambiado (o está cambiando), me gusta más la China que conocí, la que se levantaba todos los días bien temprano para ir a trabajar, como dice el profesor Juan Carlos de Pablo, «mi ídolo es todo aquel que se levanta por la mañana sin saber aún cómo va a dar de cenar a su familia”. La China cuyos empresarios se acomodan bajo el paraguas del estado no me gusta tanto; es menos país emergente, es más país emergido, con todas sus virtudes y defectos.

Y podríamos decir que China está cayendo una vez más en una occidentalización con la que no estaría de acuerdo de ser así… Me gustan las raíces propias de China en muchos campos. No creo que el derecho romano, la pseudo-democracia, el cristianismo, el inglés, etc. Sea la única manera de hacer las cosas… No digo que sean modelos que no hayan funcionado, pero me encanta confrontar, contraargumentar (incluso verdades absolutas), poner sistemas a competir y no proteger al que va líder para que se acomode. Esa competencia de estilos es lo que provoca (o provocaba) China.

Quizá, que en China se haya empezado a hablar fuertemente de la propiedad intelectual y se estén calcando leyes de occidentales palabra por palabra no es occidentalización es un paso inevitable en la modernización. El alcantarillado nos hace levantar esas calles de adoquines antiguos que tanto nos gustaban y que convertimos en asfalto horrible, pero el alcantarillado era necesario. Quizá es eso.

No estoy seguro. La historia me dice que a los países pobres cuando dejan de ser pobres pasan a interesarles las leyes de ricos, principalmente para protegerse de los vecinos pobres que dejaron atrás. Pasa igual con las personas. ¿Recordáis que el votante más fiel de Trump era el mexicano legal porque su enemigo, el que competía por su trabajo era el mexicano ilegal? Qué triste, ¿verdad?

A nivel país, las barreras de entrada que existen en sectores intervenidos por el estado como la banca, eléctricas, telefonía, etc. esas barreras de entrada que me perjudican cuando estoy fuera, una vez consigo superarlas (esto suele ser imposible si no tengo buenos contactos en el estado o trabaja para mí algún expresidente que sabe como manejarse cerca del trono), decía una vez las supero, lo que me interesa es que estas barreras se mantengan o incluso se agraven para limitar la entrada de otros.

De copiar a ser copiado

Básicamente, cuando China ha dejado de ser pobre y en algunos sectores está dejando de copiar, en otros hace mucho tiempo que dejó de copiar, (dejas de copiar cuando pasas a liderar) y como hoy en día sucede en la mayoría de sectores tecnológicos… Pasas a ser copiado. Y cuando pasas a ser copiado, te empieza a interesar colarte en el club de los que se ofenden mucho con las copias. De nuevo, peleas contra las barreras de entrada hasta que las superas y cuando las superas, las defiendes.

Esto sucede porque las patentes (como todo tipo de proteccionismo estatal), me permiten relajarme y dejar de ser competitivo porque mi renta deja de estar ligada a la satisfacción que mi producto le produce al consumidor sino a un privilegio. Y, tal como decía antes, si el estado me asegura que soy la única cafetería en mi ciudad ¿Cuál es mi incentivo para producir cada día mejor café, innovar en mi carta de postres, etc.? Caemos en todos los males del comunismo con un sistema capitalista.

Mi tesis sobre el tema es básicamente ésta: si aceptamos que China sin derechos de propiedad intelectual regulados, ha llegado a liderar el mundo de la innovación en una infinidad de sectores, carece completamente de sentido que digamos que sin regulaciones no se produciría innovación o que todo este sistema de patentes se hace para fomentar la innovación.

Repito, China ha llegado a superar a EEUU, ampliamente, sin un sistema de patentes. Y te dicen: «claro pero lo ha hecho copiando a EEUU!» Primero, copiar no me explica por qué ha superado a EEUU, sólo me explica por qué en todo caso hubiera igualado. De hecho, no podríamos tener un ejemplo más perfecto, porque el chino que está innovando no es alguien a quien le han contado que hay gente que copia y que no vale la pena innovar; fue él, en primera persona quien copió. Si él, que sabe perfectamente como se iguala al líder copiando, está interesado en innovar, entonces resultaría insostenible el argumento de la motivación.

Segundo, si copiándonos los unos a los otros vamos a superarnos continuamente, ¿Dónde queda el argumento de que sin un sistema de patentes no hay innovación? Eliminemos también el sistema de patentes en occidente, copiemos a China hasta superarlos, dejemos que India nos copie a todos hasta superarnos y conseguiremos provocar una evolución brutal que repercutirá positivamente en todos los seres humanos.

Lo que se destapa de esta formidable evolución de China, sin sistema de patentes ni ningún tipo de protección sobre la propiedad intelectual es que los países pobres pueden evolucionar mucho más rápido si no les obligamos a ceñirse a las normas de los países ricos.

Mi punto aquí es: si queremos buscar un beneficio utilitarista a las patentes y nos preocupa algo el tercer mundo, no las apliquemos con ellos. Impiden su desarrollo. Y la demostración contrafáctica la tenemos en China, a quien por desgracia pronto veremos defendiendo la propiedad intelectual más que nadie.

En cualquier caso, estoy soñando, sabemos que las buenas intenciones para con el tercer mundo se acaban en cuanto los lobbies de poder, se llamen automoción, lobby de la energía o el que sea llaman a la puerta del ministro y le recuerdan, que cuando acabe su mandato, tendrá un puesto de trabajo en su consejo de administración, no en una plantación de Uganda.

En fin, cuando escriba mi primer libro, de mi esfuerzo dependerá obtener el máximo beneficio posible y del esfuerzo de los que se lo intenten descargar gratuitamente, que no tengan que pagar nada por él. Me parece una pelea justa.

Además de los competidores que os comentaba, hay unos cuantos periodistas merodeando por China, que se apoyan en mis contenidos, alguna vez ha habido un copy/paste sonado de un dibujo mío o de un texto fusilado palabra por palabra, no pasa nada, es parte del juego, ¡tengo más! Un halago en toda regla.

Os dejo con una frase, que obviamente deja de ser mía en el momento de que la comparto, que escribía preparando un episodio futuro sobre el miedo que tienen los empresarios extranjeros a ser copiados en China.

«Firmar un contrato de confidencialidad con una fábrica china es como venderle a alguien un pijama que sólo podrá usar los martes. Solo llegando a una relación muy íntima vas a lograr comprobarlo.»