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La propaganda anti-China por parte de los gobiernos norteamericanos en los últimos años ha crecido exponencialmente. Un posible reflejo de esta nueva narrativa es perfectamente medible en el número de ataques de odio hacia integrantes de la comunidad asiáticas dentro de EEUU.

En este episodio me gustaría debatir si Estados Unidos puede estar buscando consensuar con su sociedad un enfrentamiento armado con China y la violencia xenófoba dentro de Estados Unidos puede ser la clave para entender sus intenciones militares.  

Éste análisis no proviene de una idea inicial preconcebida por mi parte sino a través de indicios puramente numéricos: según datos oficiales los crímenes de odio y ataques a asiáticos dentro de Estados Unidos, crecieron un 150% entre 2019 y 2021. Solo en la ciudad de Nueva York, una de las urbes más inclusivas, hablamos de un  incremento del 361%.

Podríamos justificar esta escalada de violencia focalizada en esta comunidad con diferentes argumentos: la pandemia, la salud mental de los estadounidenses, la búsqueda de un culpable en la degradación continua de la calidad de vida de la clase media americana, etc. Pero resulta difícil no llegar a un consenso más o menos generalizado: existe una construcción narrativa oficial del gobierno estadounidense que modifica muy negativamente la imagen que las personas construyen sobre China, su cultura y su gente. 

Los estadounidenses siempre mantuvieron relaciones tensas con China a nivel político pero mucho más a nivel social. El mismísimo Adolf Hitler dijo sentirse “inspirado” por la famosa ley de inmigración de 1882 que prohibía la llegada de inmigrantes asiáticos para “preservar el ideal de homogeneidad estadounidense”. No fue hasta 1965 que las leyes xenófobas y restrictivas fueron finalmente abolidas. Muchos de los que todavía no os habéis suscrito a este canal ya habíaís nacido o lo haríais en poco tiempo. Y hasta ese año, repito, 1965 esas leyes xenófobas estaban en vigor.

¿Qué está ocurriendo?

Subjetivamente, lo que me pide el cuerpo decir es que Estados Unidos está aferrándose a un poder que, quizá, ya no le pertenece. Sus mecanismos de dominio contemporáneo están quedando obsoletos, sus problemas internos, una sociedad cada vez más descontenta con su presente, está generando unas problemáticas que su poderío militar, los beneficios obtenidos en su influencia internacional, ya no logran equilibrar.

Por otro lado, China ha dejado de ser aquel territorio débil, pobre y anticuado que un día ridiculizamos. Varias de crecimiento de doble dígito, en un país que supone casi el 20% de la población mundial, han hecho emerger un gigante dispuesto a competir con cualquier país del planeta, también con alguien que durante mucho tiempo se auto-percibía como inalcanzable: Los todo-poderosos EEUU. 

Hoy ya sabemos, no se publica pero ya lo sabemos, que China ha superado a EEUU en PIB ajustado por paridad de poder adquisitivo y, en su escalada, cada año supera a EEUU en un nuevo registro. Y los americanos ya se hacen a la idea que aunque sea por el componente poblacional en algún momento dejarán de considerarse la primera potencia Mundial: «económicamente». Políticamente ya veremos. Porque a día de hoy parece inimaginable una rendición total en el mayor activo imperialista norteamericano, su dominio cultural en todo el bloque occidental. 

La estrategia de confrontación con China pudo pasar  durante mucho tiempo desapercibida pero en algún momento se reveló insostenible. En ese sentido hay que agradecer a la administración Trump su transparencia en sus intenciones. Sus continuas declaraciones xenófobas a lo largo de su mandato, el cambio de discurso de toda la prensa oficial e incluso el viraje de organismos internacionales como la ONU… Nos han ayudado a visualizar permanentemente quién era el nuevo enemigo del mundo libre, de los buenos de esta película.

La guerra tarifaria fue la primera gran confrontación visible que un público convenientemente adoctrinado ya supo entender como legítima. Incluso entre los votantes republicanos. De hecho, como comenté en un episodio anterior, Trump le hizo el trabajo sucio a Biden y éste no ha pretendido en absoluto mejorar las condiciones en este sentido. Queda todo como estaba y como estaba era una tensión extrema en las relaciones comerciales entre ambos países y paradógicamente se instala en el imaginario colectivo que Biden es más dialogante.

La imagen de China

Pero la demonización de China en occidente no sólo se ha trabajado desde el punto de vista comercial. Socialmente, se ha construido un arquetipo concreto del ciudadano chino. Cada vez que hablo con un occidental que me explica que le encantaría viajar a Japón pero que China no le dice nada… Interpreto con tristeza, perfectamente, el resultado de este estupendo trabajo.

El perfil que visualizamos del ciudadano chino es hoy un tipo deshumanizado, sin sentimientos, carente de sueños, que vive para trabajar y coopera contra su voluntad en los planes macabros de su gobierno. Geográficamente, más de lo mismo. Mientras Japón es hoy sinónimo de templos milenarios, parques extremadamente cuidados, gente encantadora que disfruta de su vida, cosificación de la mujer que se nos presenta como simpática, etc.

China son ciudades contaminadas, bloques de pisos grises, repetitivos, estilo soviético, como si nada hubiera cambiado en 40 años, personas como decía deshumanizadas, que en nuestra imaginación todavía trabajan 16 horas al día, de hecho, hay quien todavía piensa que China son niños cosiendo balones… No vemos personas, vemos esclavos del partido, una realidad con la que obviamente no deseamos cooperar. Ha sido necesario un trabajo fenomenal para conseguir convertir un país con más de 4000 años de historia, en un territorio, a nuestros ojos, completamente desculturalizado, absolutamente prescindible en nuestra elección de contenidos.

¿Cómo hemos llegado a esta conclusión tan nociva para la sociedad china? Si todos tenemos claro el estupendo trabajo político de auto-promoción que se ha realizado en EEUU durante todo el siglo XX a través su industria cinematográfica, en el presente la estrategia es la misma pero a nivel omnicanal. Hoy no hablamos sólo de cine, todo el consumo informativo, cultural y de entretenimiento va en la misma dirección. 

Buscando excusas para iniciar la guerra

Volviendo al inicio, no es posible afirmar una causalidad entre los discursos de odio oficiales hacia China y ese aumento manifiesto de la violencia hacia toda la comunidad asiática pero como mínimo si resulta evidente la correlación.

No se siente como una acusación infundada pensar que Norteamérica está buscando profundizar, a través de la propaganda anti-china, un conflicto para justificar una contienda militar con China.

La búsqueda de una excusa lo suficientemente potente para dar rienda suelta a un ataque militar, es una estrategia trillada pero todavía eficaz para los Estados Unidos.

Repasemos muy rápido algunos de los conflictos más icónicos de EEUU en términos bélicos:

  • En la guerra de Cuba, enviaron un acorazado (el USS Maine) a un conflicto completamente ajeno a sus intereses que se hundió convenientemente para provocar que la opinión pública norteamericana diera luz verde a su entrada en el conflicto.
  • El hundimiento del Lusitania, aunó a la prensa americana a declarar como inevitable la entrada de EEUU en la primera guerra mundial 
  • Durante la segunda guerra mundial, de nuevo EEUU se moría por entrar en la guerra, pero gran parte de la sociedad civil americana simpatizaba con las ideas del régimen nazi, desde luego, mucho más que con las ideas soviéticas). La idea fue provocar el “Japón ataca primero” y todas las políticas americanas se concentraron en ahogar económicamente a los nipones, arrinconándolos para provocar el incidente. ¿Os suena de algo?
  • En la guerra de Vietnam tenemos más de lo mismo. El incidente de Tonkin que es el que “obliga” a los americanos a entrar en la guerra no es ni más ni menos que, resumidamente, barcos americanos en las costas de Vietnam abriendo fuego contra patrulleras norvietnamitas, que todo ello llevara a más presencia americana en la zona y forzar un ataque vietnamita para justificar ante su opinión pública la entrada en la guerra.
  • En la guerra de Irak, no hace tanto, las armas de destrucción masiva fueron la excusa, cuando hoy gracias a Corea del Norte, sabemos que atacaron Irak justamente por lo contrario, por no tener armas de destrucción masiva. Hoy, como decía, sabemos que cuando un país tiene armas de destrucción masiva, la incertidumbre sobre el desenlace es el mayor elemento de pacificación. Desafortunadamente, la teoría de juegos nos dice que el mejor escenario posible es que nadie tenga armas de destrucción masiva, pero el segundo mejor escenario posible, contraintuitivamente, es que todos las tengan. 

No sigo con los casus Belli porque me tocaría hablar de Afganistán y no quiero especular con el incidente de las torres gemelas, en unas décadas probablemente se desclasifiquen documentos secretos que ayuden a esclarecer qué sucedió.

Afortunadamente, EEUU siempre acaba confesando cuáles eran sus verdaderas intenciones, se acaban compartiendo las conversaciones de los congresistas, las directivas internas, los presupuestos y planes secretos… y acabamos sabiendo por qué se hizo. Desafortunadamente, esto suele ocurrir cuando el evento no tiene solución.

Las cartas sobre la mesa

Con estos antecedentes, ¿Es detectable un patrón que pueda llevar al peor de los escenarios? Claramente.

Bajo mi punto de vista, el incipiente crecimiento de crímenes de odio y violencia civil de estadounidenses hacia asiáticos dentro de EEUU, no es más que un síntoma premeditado de la intención oficial de Estados Unidos de legitimar y consensuar un enfrentamiento bélico con China para proteger sus intereses económicos a nivel mundial.

Resulta difícil imaginar a un presidente norteamericano dispuesto a asumir el costo económico, y por extensión político, que significaría abandonar la lógica imperialista del país con el (todavía hoy) ejército más poderoso del mundo. Incluso si no se diera esta preparación previa de la sociedad americana, esta inoculación de odio continua, una crisis económica dentro de EEUU precipitaría los acontecimientos. Alguien es capaz de imaginar al gobierno americano explicándole a sus ciudadanos que van a pasar por unas décadas de sufrimiento, de hambre (imaginemos), sin ni siquiera pelear por mantenerse donde están. El Let’s Make America Great Again de Trump era esto. Y todavía les iba relativamente bien. No me imagino cuáles serían las consignas si la situación económica fuera insostenible.

En fin, el mensaje aquí, el take away de hoy sería: seamos todo lo críticos que podamos con la información que nos bombardea diariamente. La sensación es que llevamos unos años escuchando que el gato araña, que el gato es peligroso, que no podemos confiar en él y mientras se nos inocula ese tipo de información, vamos arrinconando al animal, vamos dejándole sin escapatoria y vamos provocándole. En una búsqueda planeada de una profecía auto-cumplida, la idea parece ser llevar a China a tal extremo que cuando reaccione podamos decir que siempre tuvimos tuvimos razón y que se trataba de un animal peligroso.

Recordad suscribiros si todavía no lo habéis hecho y compartir el episodio si queréis ayudarme a seguir analizando la realidad desde una perspectiva alternativa al mainstream anti-chino. Hoy os voy a dejar con un proverbio maravilloso que nos narra una aproximación a este concepto de las profecías auto-cumplidas desde la sabiduría milenaria del pueblo chino.

 

«Aquel a quien mil dedos acusadores señalan, muere sin estar enfermo” – Proverbio chino

Gracias y hasta pronto.