Desde mediados del siglo XX, el hecho de tener una bicicleta en China era algo de vital importancia. Al final, era el medio de transporte por excelencia que estaba al alcance de una gran parte de la población, y es por eso que todavía mucha gente aún asocia el uso de este vehículo como medio de transporte a China.
Las cosas han cambiado mucho con el paso de los años y, sobre todo, con el desarrollo económico del país. Desde mediados de los años 90 su uso en el país asiático no ha dejado de caer, debido principalmente a la gran infraestructura creada en torno al transporte público y a la adopción masiva de los vehículos privados.
Tener un coche daba estatus, por lo que el hecho de ir en bicicleta a trabajar dejó de ser algo necesario y, a ser posible, evitable.
Dentro del mercado de coches aún hay mucho margen de crecimiento en China, ya que, con 207 coches por cada 1.000 habitantes, aún se encuentra lejos de cifras como pudieran ser las de Estados Unidos y España, con 816 y 648 vehículos por cada 1.000 habitantes respectivamente.
Pero dejemos a un lado los coches y volvamos con las bicicletas.
La cuestión es que especialmente en la última década, las bicicletas se han puesto de moda y parece que esta tendencia ha venido para quedarse.
Esto ha provocado la llegada de una oleada de empresas dispuestas a satisfacer la nueva demanda, y lo están haciendo a través de la conocida como economía compartida.
La cuestión es que la década del 2010 vio nacer, morir y, quien sabe si renacer, a la industria del bike sharing en China.
Tanto el apoyo del gobierno chino para desarrollar un medio de transporte más sostenible en las ciudades como la gran demanda de estos servicios propició la llegada de numerosas empresas que ofrecían flotas casi infinitas de bicicletas en todas las ciudades de cierto nivel.
Mobike, Ofo, Bluegogo… la lista de empresas no hacía más que aumentar, así como las bicicletas, lo que llegó a originar todo un problema de movilidad más que solucionarlo. Y es que estas flotas de vehículos ocupaban gran parte de las aceras, haciendo difícil incluso caminar por ellas.
La cuestión es que había tantas empresas compitiendo que la rivalidad por ser los números uno hizo que los precios fueran tan bajos que hacía inviables dichos proyectos.
La mayoría de estas empresas tuvieron que cerrar e incluso las autoridades locales tomaron cartas en el asunto para evitar que esta masa de bicicletas se comiese las ciudades.
Es posible que vieses hace tiempo algunas de las fotografías que se difundieron en internet mostrando cementerios infinitos de bicicletas formados por los excedentes de estas empresas, ya que dieron mucho que hablar en su momento.
Pero más allá de esta burbuja, en esta época post pandemia la bicicleta se ha vuelto a poner de moda en todo el mundo, incluida China.
Su uso no ha dejado de crecer en los últimos meses, y todas las previsiones apuntan a que en los próximos años seguirá aumentando a buen ritmo.
Habrá que ver si esta segunda revolución del bike sharing en China ha llegado para quedarse definitivamente mediante proyectos rentables, pero ya sea de forma compartida o como propiedad, parece que la historia de amor entre las bicicletas y China tiene cuerda para rato.