10 años después de aquel momento en el que Forbes se preguntaba si alguien podría si quiera competir con el líder del sector de los dispositivos móviles, Nokia es hoy historia. Los más jóvenes, puede que ni siquiera recuerden aquel teléfono que todos usamos en algún momento.
Nokia controlaba el mercado mundial y no sólo eso, su departamento de innovación era el más poderoso del mundo. Tanto era así, que su número de patentes superaba al resto de empresas del sector juntas. De hecho, contaban con la tecnología para fabricar un smartphone. En aquel momento, pensaron que arruinaría su negocio, que los teléfonos servían para llamar por teléfono y que, en todo caso, no era el momento y podían reservarse la “bala” del teléfono inteligente para más adelante. Algo así como… para que vender DVD’s si todavía no le hemos sacado todo el jugo a los CD’s.
A posteriori sabemos que se equivocaron. Que aquel gigante sin rivales a su altura, debió apostar por los smartphones cuando estaba en la cima.
Extrapolando el caso a la expansión de las empresas en China, muchas de las empresas que nos contactan para expandirse en China lo hacen una vez han fracasado en su mercado local. Industrias que jamás pensaron en producir en China hasta que llegó la crisis y el mercado condenó su ineficiencia; también grandes marcas que pensaban que podrían sobrevivir en un mundo globalizado reinando únicamente en su mercado local. Hoy en día, la economía de escala lo es todo. Triunfar en el mercado chino le otorga la economía de escala que necesita para imponerse a su rival local. Y de la misma manera, renunciar al mercado chino le otorga a su rival, por minúsculo e inofensivo que le parezca, la opción de competir contra usted y acabar expulsándole de ese mercado que creía controlado.
«The big take away”, la lección a aprender del caso de Nokia es que la economía no es estática; si nos quedamos en la foto y no vemos la película, no entenderemos que las coronas, cuando hablamos del mercado, no se regalan a perpetuidad sino que se alquilan por horas.
¿Puede su empresa renunciar a la tarta del pastel en la que están invirtiendo todos sus competidores? Nokia lo hizo.
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