Desde el punto de vista de la protección del empleo, solemos abordar la robotización como una amenaza y nuestra primera reacción es intentar colocar impuestos sobre el trabajo robotizado, sobre los robots, imaginándonoslos humanoides; es decir, claramente identificables para gravarlos fiscalmente. Pero, ¿Qué sucede cuando ese robot que destruye millones de empleos no cuenta con un físico humanoide ni es claramente identificable?
El caso de Google es paradigmático, o el de la venta de billetes aéreos a través de internet. ¿Cuántos puestos de trabajo han destruido? Sin embargo somos incapaces de realizar ningún tipo de cálculo en este sentido. En cambio con la industria sí podemos. O, mejor dicho, sí pensamos que podemos. Cada robot será gravado en función de cada puesto de trabajo que se pierda por su presencia. Jamás sabremos, claro, la cantidad de fábricas robotizadas que nunca se colocarán en nuestro territorio por culpa de dichos gravámenes.
Y de la misma manera que en su día expulsamos la inversión de nuestros países y fue a parar (principalmente) a China, en el futuro (en el presente ya, pasado mañana) expulsaremos los proyectos de robotización y se deslocalizarán en China, donde hay cero piedad con respecto a los puestos de trabajo perdidos, pese a ser el país que más está sufriendo la robotización en términos de destrucción de empleo (dictadura comunista?), porque liderando el planeta en este ámbito están generando más puestos de trabajo de los que destruyen, en sectores indirectos como ingeniería robótica, software, ventas, mantenimiento, servicios post-venta, transporte, energía, servicios aduaneros, servicios portuarios, etc.
En una ocasión, siendo lo más descarado que pude, llegué a comentar en uno de mis videos, que antes nos íbamos a Tailandia a buscar esa prostitución que prohibíamos hipócritamente en nuestros países y en el futuro iremos a Tailandia a tener sexo con cyborgs, porque en nuestros países será demasiado caro por culpa de la presión impositiva. Y, como hoy, habrá países que se benefician de los impuestos reducidos para crecer y otros que solventan su decrecimiento crónico aumentando sus impuestos fomentando más decrecimiento.
Gracias a la Universidad Fidélitas por darme la oportunidad de explicar cómo China está liderando este cambio tecnológico tan disruptivo.