En 1995 Henry Kissinger en un cara a cara le preguntó a Jiang Zemin si seguía en pie la declaración de Mao de que China podía esperar cien años para conseguir Taiwán.
«No», respondió Jiang sorprendiendo a Kissinger. Y cuando éste preguntó por qué, la respuesta fue muy reveladora: «Querido Henry, la promesa se hizo hace veintitrés años. Ahora solo quedan setenta y siete».”
Maravillosa respuesta, no en lo que se refiere al destino de Taiwán, ahí no entro, sino en lo que podemos aprender sobre los chinos y como funciona su cerebro.
Los chinos pueden esperar sí, pero, ¿Cómo combina esto con un aspecto que siempre destaco sobre la mentalidad contable china “how many” vs el “how much” incontable con el que trabaja nuestro cerebro muchas veces? La respuesta es que los chinos no pueden esperar indefinidamente. Es una espera larga sí pero es una espera definida. Que nosotros no seamos capaces de crear estrategias a largo plazo, y más allá de una legislatura, los planes sean difusos, no significa que para los chinos lo sean.
Mi mentor me enseñó en una ocasión que la diferencia entre un sueño y un plan es una fecha. Por eso, por muy lejano que parezca en el tiempo, los chinos no tienen sueños, tienen planes.
Descifrando a Jiang Zemin
Jiang Zemin fue un líder afable, divertido, amable con sus interlocutores americanos, flexible en sus políticas, pero con unas líneas rojas con las que incluso en uno de los momentos de mayor debilidad política chinos y en uno de los momentos de mayor fortaleza estadounidense, tras la caída del bloque comunista, dejó claro siempre a sus contrapartes norteamericanas, que China jamás cedería.
Y voy a dedicar este episodio al recientemente fallecido Jiang Zemin, un político de una generación irrepetida, y miedo y tristeza me produce pensar, irrepetible.
Siempre siempre tuvo el don de la oportunidad. Una de esas personas que siempre está en el lugar adecuado en el momento justo. Y, sabe mal decirlo así pero Jiang Zemin muere en el mejor momento posible.
Apareció como un Ángel en la vida de Deng Xiaoping y desaparece desviando el foco de atención en el peor momento de Xi Jinping. Visto desde otro ángulo, también curioso, Jiang emergió políticamente tras las protestas de Tian’anmen, y muere en el momento de protestas más simbólico desde aquel momento. Y para los amantes de la cultura china, y de esa idea filosófica temporal circular, Jiang Zemin nos regala una bola extra para que la disfrutemos.
Viviendo las diferentes «Chinas»
Nacido en agosto de 1926 en la casi recién fundada república de China, Jiang Zemin pudo vivir casi todos los estadios de la riqueza y de la miseria por los que ha pasado China. Su abuelo era un hombre de negocios que vivió el éxito y el fracaso con los avatares del mercado. Jiang estudió ingeniería eléctrica durante la ocupación Japonesa de China, ocupó diferentes cargos de responsabilidad en fábricas de vehículos y tuvo diferentes experiencias en el extranjero en lugares como la Unión soviética o Rumania. Sufrió la revolución cultural como casi todos lo cual le llevó a labores de agricultura básicas en la mayor destrucción de capital humano que ha vivido el planeta.
Tras ello su ascenso fue meteórico, pasando por diferentes cargos en el gobierno central y en la dirigencia del partido incluyendo cargos de ministro en el sector que más y mejor dominaba: el de la industria electrónica. De allí pasó a la alcaldía de Shanghái donde dirigió un plan para la industrialización y modernización de la ciudad y donde vivió una revuelta de jóvenes estudiantes que con mano izquierda supo resolver sin que llegara la sangre al río. Un hecho anecdótico entonces, del que no podía llegar a vislumbrar la importancia que tendría en el futuro.
En junio de 1989 China se enfrenta a uno de los episodios más controvertidos de su historia, la crisis de Tian an men. El secretario general del Partido, Zhào Zǐyáng, nombrado tres años antes por Deng Xiaoping, fue cesado fulminantemente por la forma en que gestionó la crisis.
Curiosamente Zhao abogaba por una gestión pacífica de la crisis mientras que la dirigencia que lo cesó pedía mano dura. ¿Y por qué eligieron a Jiang para sustituirlo? Pues justamente por haber hecho lo mismo que su antecesor, haber gestionado una crisis de manera pacífica, durante su mandato en Shanghái.
Ascendió entonces a la cúpula del Partido Comunista un semidesconocido Jiang Zemin, que ocuparía temporalmente todos los cargos de poder, bajo la tutela de Deng Xiaoping hasta encontrar a un hombre más idóneo.
En los peores momentos
Los escenario que vivió Jiang Zemin en sus primeros años resulta difícilmente empeorable. China se encontraba aislada internacionalmente y sancionada económicamente por culpa de la repercusión que se le dio en el extranjero al incidente de Tian an men.
El comunismo se estaba desintegrando en todo el planeta, los disidentes chinos eran acogidos y usados como altavoces contra el régimen chino en todo el bloque occidental. El Dalai Lama era recibido en todo el planeta como líder espiritual y símbolo contra el comunismo chino y sólo cuatro meses después de Tian an men era condecorado por la OTAN, perdonadme aquí el artificio, con el premio Nobel de la paz.
Con el desmoronamiento de la Unión Soviética en marcha, los chinos pasaban a ser oficialmente los nuevos malos, y el archienemigo de los chinos el Dalai Lama, pasaba a ser el líder espiritual del mundo bueno, sustituyendo a Juan Pablo II, en sus labores anticomunistas. El Tibet y también Xinjiang ganaban fuerza y se rebelaban contra Beijing… Y el resto de China no iba mucho mejor. El país era un polvorín.
Jiang Zemin tenía el mandato de devolver la tranquilidad al país y la facción más conservadora del Politburó, achacaban la crisis a la política aperturista de Deng Xiaoping y presionaban a Jiang para que volviera a las políticas maoístas, el intervencionismo y el dirigismo. Obviamente, Deng Xiaoping, no jugaba a los dados con el futuro del país y había colocado al mando de la nave a un tecnócrata, con más afinidad por el mercado que por la planificación estatal.
Con la llegada de Jiang y el dominio en la sombra de Deng, se atrevieron a dar un paso más y se condenó por primera vez la Revolución Cultural. Se enfrentaron a Deng Liqun, conocido también como el pequeño Deng que desafió a sus dirigentes con una consigna clara: «Si no libramos una batalla resuelta contra la liberalización o contra la reforma capitalista y la apertura, acabaremos con la causa socialista».
El apoyo de Deng
Deng y Jiang defendían exactamente lo opuesto. Solo había un camino y era acelerar las reformas pro-mercado. Le habían visto las orejas al lobo en Tian an men y creían que la única opción que garantizaba la paz social era la mejora de nivel de vida de sus ciudadanos.
Deng intentaba intervenir cada vez menos en la vida pública pero en cada zancadilla que sufría Jiang Zemin, aparecía de nuevo Deng para recolocar a los suyos. En una gira que realizó por el sur de China en su enésimo retorno de sus retiros, Deng dejó claro cuál sería la nueva ideología de China: : «El desarrollo es el principio absoluto».”
También en otros discursos donde se ponía en duda las reformas pro-mercado de Jiang, Deng no dejó espacio para la crítica de su pupilo. Cito textualmente: “La reforma económica y el desarrollo son hoy las verdaderas prácticas revolucionarias”.
Y también cito textualmente: “Actualmente nos afectan tanto las tendencias de derechas como las de “izquierdas”. Pero es en las de “izquierdas” en las que tenemos las raíces más profundas. En la historia del Partido, estas tendencias han traído consecuencias funestas. Hemos visto la destrucción de grandes obras de la noche a la mañana»”
Esa gira de Deng, con consignas tan claras, fue el último gran servicio público del maestro de Jiang. Deng Xiaoping muere en 1997 y Jiang Zemin, 8 años después de ser elevado a la dirección del partido, asume por fin en pleno derecho y consolida su posición. Sus resultados son tan irrebatibles que al acabar su mandato, en 2002, ya no existía ningún debate sobre si las aperturas pro-mercado eran el camino a seguir sino sobre la posición que debía ocupar China en el mundo en un futuro contexto multipolar.
La iniciativa privada
Una de las tareas más complejas por parte de cualquier político, impensable en una democracia debido al desgaste electoral que supone es la reducción del sector público. Cuando Jiang asume se encuentra todavía un estado que supone más del 60% del PIB chino, con un sector empresarial de propiedad estatal que constituía mas del 50% de la economía nacional.
Disminuir ese conglomerado a la mitad en apenas 10 años es otra de las labores titánicas realizadas que jamás se valorarán lo suficiente.
Claro, toda esa economía de titularidad estatal debía ser sustituida por iniciativa privada. Para ello Jiang introdujo la teoría de las tres representatividades, donde básicamente la idea era presentar en sociedad a la nueva burguesía china que debía servir como motor del crecimiento chino, los empresarios.
El lenguaje ambiguo o abstracto con el que en ocasiones se juzga a la cultura china en general o en este caso, en particular, a las reformas de Jiang zemin, se explican claramente en el contexto histórico.
La revolución cultural apenas había sucedido 13 años antes. La mayor parte de los líderes al mando del momento, incluidos Deng Xiaoping o Jiang Zemin habían sido duramente purgados o habían sufrido en mayor o menor medida sus excesos, una revolución cultural que había condenado a muerte, a trabajos forzados, a campos de reeducación o al ostracismo social a toda la clase emprendedora del país.
En ocasiones no contamos con la generosidad para juzgar el momento histórico en el que estos hombres se atrevieron a desafiar leyes que se habían pensado perennes y que la mayor parte de la cúpula del partido se resistía a cambiar.
Comunismo 2.0
Leo análisis donde se califican las reformas de Deng Xiaoping como tímidas, o las de Jiang Zeming como alguien que en el fondo utiliza el mercado pero creía firmemente en el comunismo y no puedo estar más en desacuerdo.
De la misma forma que Deng Xiaoping encumbró la foto de Mao en la plaza de Tiananmen, el mismo tipo que lo había purgado, porque supo comerse su orgullo, y lo que intentaba era aglutinar al máximo las fuerzas en lugar de desquebrajar el partido y el país por la mitad, Jiang Zemin, supo continuar con las reformas liberalizadoras hablando de socialismo de mercado.
¿Qué había de socialismo en aquellas reformas, que convertían a China en uno de los países con menor intervención del estado de todo el planeta? Absolutamente nada. Pero obviamente, no le podías decir a tu pueblo, a aquel que había derramado tanta sangre en pos del comunismo, que aquello había sido un desastre absoluto y que a partir de entonces ibas a ir en la dirección absolutamente opuesta.
Eso hubiera provocado el estadillo de una guerra civil, por la decepción que hubiera supuesto en las personas que verdaderamente creían en el comunismo, en los cuadros que verían en peligro sus cargos, en los represaliados durante la revolución cultural, decenas de millones, que buscarían venganza, y en la mayor parte de la propia dirigencia china a la que deberías haber condenado a muerte por crímenes contra la humanidad, si es que no eras ejecutado tú en el intento por traición.
El as que se sacó Deng Xiaoping de la manga era llamar a aquello, comunismo 2.0, capitalismo de estado, socialismo con características chinas y todo el resto de sinónimos sensacionales que sirvieron dentro para explicarles que aquello a lo que iban no era lo otro que tanto habían odiado y sirvió a los de fuera para seguir acusándolos de comunistas. Era un win win en toda regla.
El propio Jiang zemin lo explica: En 1992, en el XIV Congreso Nacional declaré que el modelo de desarrollo de China tenía que seguir la dirección de una economía de mercado socialista. Los que están acostumbrados a Occidente no ven nada raro en el mercado, pero tengamos en cuenta que en 1992 decir «mercado» era correr un gran riesgo.”
Me resulta increíble que sigamos pensando que por unas declaraciones de Jiang Zemin en las que dice que todo esto se hacía en pos del comunismo demuestran que no creían realmente en el mercado, cuando todo lo que hacen en aquella época es pro-mercado y el reto está en conseguir que China salga de la más absoluta miseria y ellos lo consigan manteniendo en la medida de lo posible su cabeza unida al resto de su cuerpo.
Siempre os hablo en este canal de la diferencia entre la preferencia anunciada y la preferencia revelada. Y a un político, y en general a cualquier persona, intento no juzgarlos por sus palabras sino por sus actos. Me es indiferente si te declaras vegetariano, si entras en mi restaurante y no dejas de pedir filetes de cerdo, yo te serviré filetes de cerdo. Tus razones tendrás para seguir proclamándote vegetariano.
Y también me habréis escuchado decir muchas veces: “cuando oigamos hablar a un político, preguntémonos a quién le habla”. Y obviamente, en aquel momento, Deng, Jiang y toda aquella generación de políticos le hablaban a una cúpula que en ningún caso quería ver sus privilegios de casta amenazados.
China, viento en popa
Entre los logros del Jiang Zemin está la culminación de la devolución de Hong Kong a China, por parte del Reino Unido en 1997, la de Macao dos años después en 1999, por parte de Portugal,
La reforma tributaria del 94 que convierte por fin al estado central chino en una potencia económica, hasta entonces una institución sin apenas recursos que difícilmente podía intervenir en la economía real. Es a partir de este momento, que el estado se empieza a beneficiar de la gran base imponible que supone un sector privado creciente en China y se impulsa la inversión militar y aeroespacial entre otras.
Durante 10 años, China creció siguiendo una tasa nunca inferior al 7 por ciento anual, y a menudo registró alguna de dos cifras.
Se multiplica brutalmente la inversión extranjera directa, que hasta bien entrado el XXI dependía fundamentalmente de Taiwán, reconstituyendo y fortificando las relaciones con EEUU.
A finales de la década, el comercio entre Estados Unidos y China se había cuadruplicado, y las exportaciones de este país a Estados Unidos se habían multiplicado por siete.
Supo imponer la cordura en dos incidentes militares con EEUU que con otros dirigentes hubieran podido llevar al mundo al desastre. Primero en 1999 cuando un bombardero estadounidense destruyó la embajada china de Belgrado y una avalancha de protestas inundaron China y de nuevo en 2001 cuando un avión estadounidense se introdujo en aguas territoriales chinas y se estrelló contra un avión chino.
En ambas ocasiones, a pesar de las provocaciones continuas, primó el sentido común y se optó por una salida dialogada al conflicto.
Y puede decirse que bajo su mandato se experimentó uno de los mayores aumentos del PIB per cápita de la historia de la humanidad. Con mayor mérito aún si tenemos en cuenta el tamaño población del país. Son con esos datos desde la época de Jiang Zemin que el mundo experimenta la mayor disminución de niveles de pobreza jamás vista, datos con los cuales muchos investigadores que defienden el modelo capitalista, curiosamente, jamás le otorgan ningún mérito a los tres causantes de ese hito. Deng Xiaoping, Jiang Zemin y Hu Jintao.
Si Mao se autopercibía como un gran filósofo y hablaba a sus interlocutores mirándolos por encima del hombro y Deng era el rey del pragmatismo yendo directo al grano y buscando el mayor porcentaje de coste/beneficio en cada palabra, Jiang se comportaba con un afable hombre de familia y utilizaba sus habilidades sociales para hacer sentir bien a sus contertulios.
El primer presidente
Tras la muerte de Deng Xiaoping en 1997, Jiang Zemin se convierte, a mi juicio en el primer presidente Chino, el primero de verdad, lo otro habían sido a lo sumo portavoces.
Jiang supo gobernar sin la presión a la que habían sometido a todos los presidentes y secretarios generales, tanto Mao como Deng Xiaoping, acaparando poder aún sin sillón oficial, saltándose de alguna manera esa idea del cargo limitado a dos mandatos, gobernando desde la sombra.
Con Jiang Zemin se termina, y por fin los presidentes son presidentes, los secretarios generales son secretarios generales. Algo que sorprendió a propios y extraños, ya que en su inicio se le consideraba un líder de transición, otro muñeco de ventrílocuo que repetiría lo que se le ordenaba. Curioso que con los presidentes con supuesto menos liderazgo de China, hayamos vivido los indiscutiblemente mejores años de crecimiento de China y de cualquier punto de la geografía o de la historia del ser humano.
Suelo decir que me gustan los países en los que no conocemos a su presidente. Habitualmente significa que su presidente no tiene la capacidad de amargarle la existencia a sus ciudadanos o a sus países vecinos. Son funcionarios o traducido del inglés, servidores públicos, en lugar de profetas, mesías, o Führer, conductores de un pueblo que sin un amo al que rendirle pleitesía se sienten huérfanos.
No es casual que desde el incidente de Tiananmen en el 89 hasta los juegos olímpicos de Beijing en 2008, no tuviéramos apenas noticias, información, sobre China. Porque aún no los veíamos como un peligro, porque no nos interesaba lo que allí sucedía y porque el presupuesto público y los planes quinquenales eran absolutamente irrelevantes para explicar el crecimiento chino.
El estado se apartó de la economía y la economía creció como jamás lo había hecho. Jiang zemin fue el primer presidente chino, Hu Jintao el segundo y Xi Jinping sea probablemente el último. Algo que dice que el próximo también funcionará con algún tipo de supervisión desde la sombra.
Os dejo hoy con un proverbio de Confucio, el gran filósofo olvidado por Mao, rescatado por Deng Xiaoping y aprovechado por Jiang Zemin, ya que Confucio abogaba por la armonía y cooperación entre clases sociales en lugar de lucha de clases. Normal que fuera repudiado por Mao, un verdadero comunista, normal que fuera rescatado cuando el mundo chino siguió en su comunismo dos punto cero la celebre frase: enriquecerse es glorioso.
Decía Confucio: «Un pueblo cansado termina buscando un mesías, no un gobernante”. Miedo me da que desde occidente hayamos agotado ya la paciencia de los chinos.
Gracias y hasta pronto.