Hoy quizá un episodio menos chino, más global orientado a la inversión, a las oportunidades de negocio, a la especulación. Ese término tan denostado, cómo sabéis los que me seguís desde hace tiempo, me gusta polemizar, me atrae profundizar en temas políticamente incorrectos… Que sería de Lejano Este si no entráramos al trapo y pusiéramos como mínimo en duda todo! Después, nos podemos equivocar, claro. Nadie tiene la verdad absoluta, si es que existe.
Y el concepto de la especulación me seduce especialmente, por esa carga tan negativa que le asociamos… Imaginándonos siempre a fondos buitre acumulando propiedades para hacerlas subir de precio algo que sería muy discutible pero prefiero no entrar; me quedo con la idea esa que tenemos tan instaurada en nuestro cerebro de «especular igual a malo”.
En realidad nos pasamos el día especulando, para empezar con nuestra vida. En los barrios humildes de las ciudades más peligrosas del planeta, especulan todo el tiempo con las horas a las que es conveniente salir a la calle; cada vez que decides cambiar de carril en una autopista colapsada estás especulando con la posibilidad de mejorar tu posición con respecto a los demás,… Quizá alguien me diga: “No Adrián, cuando hablamos de especuladores nos referimos a dinero” y la verdad es que está todo inter-relacionado.
Llevo años estudiando, el vínculo entre la economía y la psicología y más que la economía que sería una fracción de la praxeología, me interesa esta última porque se acerca cada vez más a la psicología.
Todos especulamos
Si la economía estudia la forma de administrar los recursos disponibles para atender a las necesidades humanas y la psicología analiza por qué el hombre elige entre diferentes fines, la praxeología estudia las implicaciones que tiene que el ser humano use estos medios para alcanzar los fines elegidos.
Todo un trabalenguas, pero si os interesa el tema, os invito a que investiguéis más… Porque es apasionante analizar por qué, como explico muchas veces criticamos la elusión fiscal pero intentamos comprar sin IVA en el dutty free del aeropuerto o, todavía más, pedimos la factura sin IVA en la reforma en casa.
Pero volviendo al tema de la especulación, no sólo especulamos con los peligros que pueden amenazar nuestra vida sino, y especialmente, especulamos permanentemente con nuestra economía. Calculamos de forma utilitarista las horas en las que encontraremos mejores descuentos en los supermercados o cuándo hay happy hour en el bar el sábado; en países donde la entrada de nuestro hijo en cierto colegio dependa del barrio en el que estemos empadronados vamos a crear una estrategia incluso a largo plazo especulando para ello suceda.
Acercándonos más a esos capitalistas que tanto odiamos, cada vez que cambiamos de banco porque otro nos ofrece mejores comisiones o… Todavía peor, cuando liquidamos nuestra cuenta de entidad en aquel momento en que las cajas de ahorros se hundían temiendo por una posible quiebra que nos hiciera perder nuestro dinero, estábamos especulando. Y si me pedís un ejemplo todavía más cercano al mundo inmobiliario. Cada vez que adquirimos una vivienda y nos queremos deshacer de ella pero hay un impuesto especial por una compra venta… Que de hecho es un gravamen a la especulación, retrasamos la venta de esa vivienda (en España creo que es uno o dos años, en Thailandia justamente lo miraba la semana pasada, son 5 años), estamos especulando.
Al final, siempre vamos a justificar lo que nosotros hacemos y criticar lo que hace el resto, es parte de nuestra naturaleza. Pero igual que repito siempre frases tipo: “nacionalista es todo aquel que piensa más en su bandera que en la mía” o “egoísta es todo aquel que piensa más en sí mismo que en mí” pues quedémonos con que «el especulador es todo aquel que hace un mejor cálculo económico que yo”. Especular es algo indisociable del carácter humano y lo hacemos en cada instante de nuestra vida evaluando costes y beneficios de nuestras acciones desde algo tan básico como calcular en número de anuncios que faltan para decidir si nos levantamos o no del sofá para coger el mando a distancia que olvidamos en la mesa del salón… Hasta comprar o vender acciones cuando el CEO de esa empresa de Silicon Valley se ve envuelto en un escándalo pasando por la acumulación de comida o mascarillas cuando empezaron a escasear, comprando por encima de nuestras necesidades y limitando el acceso a las mismas por parte de los demás. Ahí, también estábamos especulando. Ya fuera con la posibilidad de que se agotaran, el escenario plausible de que pudieran subir de precio… Lo que fuera.
Vale, y si ya he conseguido que os acordéis de mí cada vez que miréis la fecha de caducidad de los yogures en el super… Empezamos.
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¿Dónde invertir?
La semana pasada me invitaron a un debate (virtual) un grupo de empresarios de la provincia de Zhejiang para explorar oportunidades, decisiones estratégicas, intentar tal y como hablábamos en el episodio anterior que esa inteligencia colectiva funcione y se puedan sacar conclusiones… En realidad no iba en calidad de experto, querían únicamente una voz extranjera, a modo de contrapunto y aunque, como dice el profesor Sala i Martin, no se enseña adivinación en las facultades de economía ni se adquiere por muchos años de experiencia que lleves sobre el terreno, bueno, si no suma, al menos no resta juntar a personas con una cierta base analítica en un brainstorming en el que lo peor que te puede pasar es que te vuelvas para casa con las misma mochila con la que llegaste.
Ya he hablado alguna vez de estas sesiones tipo grupos de mastermind, me parecen realmente útiles en cualquier faceta en la que os encontréis. En mi caso son de emprendedores, pero existen de ejecutivos, comunidades para oficios concretos, grupos de gente que está escribiendo un libro, aprendiendo un idioma o siendo padre.
Como es habitual en este tipo de sesiones, se me pidió confidencialidad así que en este episodio voy a dar sólo algunas pinceladas de lo que yo aporté, que además es público porque es una pregunta que me hacen muchos emprendedores y tengo una idea estructurada desde hace algunos años. Obviamente el coronavirus ha hecho saltar por los aires los planes para la próxima década pero quizá no tanto los que tuviéramos para las siguientes.
También os digo, planificar algo a 20 años vista es ciencia ficción al ritmo que cambia el mundo (que además se va a acelerar), pero, cuando te preguntan algo pues… Contestas y como siempre subrayo, para agregar un poquito de honestidad y no llevar a error a nadie: grado de confianza en mis respuestas: para la década que entramos medio-bajo, para la década siguiente, nulo.
Volviéndonos líquidos
¿En primer lugar, dónde invertir? (o hacia dónde «desinvertir”) En la última crisis el dólar se convirtió en un refugio común y la literatura nos dice que en un contexto de deflación, es decir de bajada de precios o dicho de otra manera, apreciación del dinero… Es importante buscar liquidez para combatir esa supuesta depreciación de los bienes o incluso aprovecharla.
Pero claro, hablo de dólares y en esta charla me encontraba con empresarios chinos. Aunque ahora está relavolizándose, no parece el RMB un valor refugio al uso y durante 2020 habíamos alcanzado mínimos desde hace más de una década. De hecho, pese a la apreciación del último mes, seguimos en esos mínimos. No soy un experto en este campo, así que lo dejo aquí… Y seguiré prestándole atención porque además del coronavirus hay demasiadas variables que afectan a este cambio (léase: huidas hacia el RMB, huidas hacia el dólar, manipulación artificial del RMB, guerra tarifaria, tensiones internacionales, expansión del RMB como divisa internacional, etc.).
Yendo más concretamente a la esfera de acción de un emprendedor, ¿Qué sectores pueden salir reforzados o debilitados? ¿Dónde está la oportunidad? O si no lo queréis ver tan especulativo (como decíamos en el inicio) con tipos gordos con gafas oscuras fumando puros, ¿Qué necesidades del ser humano pueden quedar sin cubrir en los próximos años o a muy corto plazo, en 2021?
El primer sector que viene a la cabeza es el médico. Unos meses atrás todas las conversaciones en China eran monotemáticas acerca de nuevos negocios de mascarillas, inversión en laboratorios para vacunas, respiradores, alcohol, certificadoras, logística para distribución en caso de emergencias, etc.
El problema de este sector es la intervención estatal. Controles de precios, incautaciones, prohibiciones, sobre-regulaciones… Esto lo aleja sistemáticamente de las posiciones más interesantes desde el punto de vista de la inversión.
Si abandonamos por un segundo toda la rabia que nos pueda dar que alguien que se lucre con la desgracia de los demás (o aportando soluciones a los problemas de los demás, según lo veamos), en un análisis estricto libre mercado, los precios son indicadores, luces en la noche, que nos muestran el camino. Un precio alto nos dice: «coloca aquí tus inversiones porque se rentabilizarán». Un precio bajo nos habla de un mercado copado donde apenas hay oportunidades. Que las mascarillas tuvieran un valor alto durante un tiempo, provocó que muchos empresarios asignaran recursos a este sector. Mientras haya mucho margen, más empresarios moverán ese capital hacia el sector con mejores retornos, se produce más competencia y el precio se reduce de manera natural.
Aunque sea contra-intuitivo, se que hay muchos oyentes de Lejano Este que discrepan enormemente con esto, el control de precios, las sobre-regulaciones, etc. Lo único que provoca es carestía de bienes. Si tengo mascarillas a 10 euros, es terrible, pero esto sencillamente nos dice que a 9 euros se agotarían. Y el vendedor, discrimina por precio que aunque nos duela es la forma que ha encontrado el mercado de asignar bienes a las personas que deciden renunciar a esa cantidad de moneda por ellos.
Reduciendo el precio por ley a 2 euros, no democratizas el producto, lo que haces es que se agote, en parte porque hay una avalancha de compradores que se lanzan a por él, en parte, porque el vendedor retira unidades de su venta al ser un producto menos rentable. Lo mismo sucede con el fabricante, con el inversor… El precio, como indicador, nos dice en este caso que éste es un mercado poco rentable y los recursos se mueven a otro. Con respecto a la tienda, si tenía 10 máscaras de stock y 20 compradores, con un precio libre discriminé por precio subiéndolo hasta que sólo 10 de los compradores podían pagarlo… Si las coloco a 2 euros por decreto papal, seguiré vendiendo las 10 máscarillas! Bajar el precio no hace que se multipliquen, simplemente discriminaré por otro factor. Quien pasó la noche haciendo fila para entrar el primero cuando abriera, quien me caiga mejor…
Entiendo que todos los que están de acuerdo con el control de precios pensarán que cualquier sistema de discriminación es mejor que… Que los ricos sean quien se hagan con las mascarillas y es comprensible; el problema es que una vez les colocas un precio por decreto, provocas tal distorsión que el primero que llegue probablemente se lleve las 10 unidades para revenderlas o atesorarlas, destruyendo la bonita idea inicial de democratizar el producto. Lo estamos viendo en Argentina estos días con el dólar ahorro. Los argentinos sólo pueden cambiar 200$ al mes por decreto gubernamental Y 4 millones de ciudadanos hacen fila todos los meses para cambiar y o bien atesorar un recurso que no necesitan o bien para revenderlo a un precio más alto a quien quería más de 200$. Los controles de precios jamás han funcionado y jamás funcionarán. Como comenté en un episodio anterior, mientras en España había carestía de mascarillas con precios máximos, las exportaciones de este producto se iban hacia otros países donde había precio libre. Es decir, consigues el efecto contrario a lo que deseabas: que haya escasez.
Bueno, no insisto más en esto, es tremendamente impopular defenderlo, en todo caso… Os lo expongo porque, en cualquier discusión racional de empresarios, un sector que sea «intervenible” por el estado en su momento cumbre es un mal sector. Por cierto, cuando decimos que se invierte más dinero en el mundo en intentar solucionar la calvicie que el asma, después de acordarnos de las madres de todos los calvos ricos, pensemos que a lo mejor la culpa es nuestra poniendo trabas a la inversión en según qué campos hyper-regulados en contraposición a otros mucho más liberalizados. Justamente que se invierta más en productos estéticos nos debería hacer pensar en lo equivocados que estamos con las políticas actuales porque provocan precisamente eso.
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Más allá del sector médico, algunos de los asistentes a esta reunión eran inversores con porcentajes en start-ups y la sensación general es que las pymes y micro-pymes ahora mismo, ante la inestabilidad actual son un peligro y aunque, recordemos, la discusión trata de dónde invertir después del Covid, sea un año después o 10, la conversación nos lleva a pensar que, en todo caso, el espacio start-up, no está, se crea. Y por tanto, más allá de las muchas que tendrán que cerrar porque escogieron el peor momento para nacer, si la oportunidad persiste después del Covid, volverá a haber espacio para que otras lo llenen.
Un tema muy recurrente y casi indisociable de cualquier discusión de inversión es el sector inmobiliario. La especulación en su máximo esplendor. En reuniones anteriores, incluso un grupo del que formo parte de inversión inmobiliaria en el que realizamos reuniones periódicas, he venido recomendando en los últimos años Hangzhou. Las ciudades olímpicas (en este caso son los juegos asiáticos), generan un crecimiento formidable, los países por pobres que sean lo dan todo por una imagen internacional decente y ya sabemos que cuando desaparecen los criterios empresariales y sólo operan objetivos políticos los proyectos raramente fracasan. Otro tema es si el día después cuando la caravana burocrática emprende la marcha a otro lugar, toda esa inversión va a carecer de sentido y pueda convertirse en un agujero económico pero el tramo que va desde que la ciudad es nombrada sede hasta el día de la ceremonia de clausura, el retorno es sensacional.
En cualquier caso, no me llaman de un grupo chino para que les explique esto, aunque suele sorprender esta opinión de un extranjero. Sobre todo hablamos de Europa y Asia.
Porque más allá de otros clusters típicos de inversión china, como California, Vancouver (en general todo Canadá) y, bueno, distintas zonas de EEUU, no conozco las oportunidades allí y sólo podría hablar de experiencias de compradores que las comparten… Aparte de esto, el primer destino de inversión inmobiliaria de clases medias fuera de China es Asia y concretamente Tailandia. Es también su mayor destino turístico con lo que tiene sentido: es un showroom permanente. Me habréis escuchado alguna vez lo de: “compra donde puedas alquilar y alquila donde puedas vivir”; aunque, la solemos aplicar al revés y como os decía en el episodio de la burbuja de Shanghai la clave es comprar no donde es alquilable hoy sino donde sea alquilable dentro de 10 años. Alquilable, ya me entendéis, todo es alquilable… Obviamente me refiero a que exista una demanda mucho más amplia de la que existe hoy.
En ese respecto, confío firmemente en el turista chino, espero mucho en la inversión en turismo y especialmente en turismo costero, no hay centímetros de playa para la clase media que se existirá en las próximas décadas, el chino de hace 10 años no pisaba la playa ni aunque lo amenazaras, hoy ya es uno de los turistas más interesantes del mundo, se empieza a hacer notar en los litorales y como expliqué en un episodio anterior, menos del 10% de los chinos cuenta con un pasaporte.
Lo que se viene es gigantesco y después de China se van a incorporar muchos más turistas al circuito. India, el sureste asiático. El sueño de una segunda residencia en la playa no era un sueño occidental, era un sueño de clase media. Y no es que los orientales no tuvieran sueños, lo que no tenían era dinero. Pero como todo cambia, el equivalente a 10 veces las clases medias Europeas nos golpeará en las próximas décadas, sólo desde Asia.
Obviamente lo abrevio todo en «playa», pero que nadie se sienta discriminado, extrapoladlo a pistas de esquí, centros históricos en ciudades, y todo lo que se os ocurra donde ya hoy estéis pensando que el impacto el turista o el especulador está siendo significativo.
¿Y si en algún momento volvemos a valorar el campo?
También aquí siempre comento para no pillarme los dedos que esto tiene que ser un tiro corto, no nos vayamos demasiado lejos en la inversión porque nos llenamos de incertidumbres. Ni entro en que un escenario de cambio climático nos empuje a emigrar, nos aleje del mar o nos obligue a subir algunos metros de altitud nuestros miradores y cambie la fisonomía de nuestras cosas. Igual que hace un par de siglos la playa no valía nada… Quizá no en 20 años, pero al ritmo que cambia el mundo hoy, mi apuesta es que en pocas décadas el campo, el interior, volverá a tener valor.
Es un cálculo ligado al impacto que tendrán en nuestras vidas algunos desarrollos tecnológicos de comunicación, movilidad; la posibilidad de poder trasladarnos al centro de las ciudades en cuestión de minutos o segundos, ciencia ficción ahora mismo, pero que puede cambiar sustancialmente nuestra preferencia habitacional más aún en un contexto de naturalismo, vida sana y des-hacinamiento de las clases medias. También os digo, que los estudios en esta materia dicen lo contrario, en China por ejemplo hablan todavía de una serie de centenares de millones de personas que tienen que migrar todavía a las grandes ciudades y intentan adaptar estas últimas a esa llegada masiva de individuos.
Yo llevo muchos años trabajando en remoto, tenéis algunos episodios donde hablo de digital nomads... y siempre me he quejado de los pocos productos/servicios que hay para nosotros incluso al nivel de soluciones habitacionales para una clase media con vida nómada que no puede permitirse vivir permanentemente en hoteles pero donde el alquiler tampoco nos da una solución.
Ahora que el mundo ha descubierto el trabajo remoto de manera empírica y somos capaces de cuantificar las ineficiencias (innecesarias) que hay en algunos empleos, (otros no), creo que el cambio ha venido para no volver y volviendo al tema de por qué el campo se va a revalorizar bajo mi punto de vista, a veces no nos planteamos que las grandes migraciones del interior a las ciudades se dieron cuando la industria necesitaba de esa acumulación de individuos. No es que nos apasione el hacinamiento y prefiramos el cemento al bosque. Es una decisión de coste-beneficio donde prima el cálculo de probabilidades de obtener un empleo. Como siempre, hablo en agregado y analizo las razones históricas. Marginalmente se pueden dar todo tipo de casos.
Cuando escucho a expertos decir que el ser humano es un animal social… Se me presentan muchas dudas. ¿Qué significa social? ¿Que no queremos vivir en cuevas sólos? Puedo estar de acuerdo. ¿Que preferimos habitar zulos de 30 metros cuadrados y comernos varias horas de atascos o transporte público en hora punta cada día? Tengo mis dudas. ¿Cuántos minutos de contacto físico con otros seres humanos necesitamos cada día? Creo que el día que sepamos responder a esa respuesta, si es que hay sólo una respuesta, podremos diseñar las ciudades del futuro.
Eventos como el coronavirus puede también hacernos cambiar nuestros hábitos. Habrá personas que echen de menos el contacto físico masivo con desconocidos y se sienta más animal social que nunca y habrá otras que descubran que una casa en la montaña permite aislamiento y libertad de movimiento en caso de un nuevo confinamiento.
Creo que el ser humano es social en la medida que los grupos se protegían entre ellos de las amenazas de la naturaleza, en tribus donde el castigo al exilio era poco menos que una condena a muerte pero en el momento en el que hemos tenido opciones… Preferimos socializar lo mínimo posible. Y esto más allá de lo que anunciemos que somos, volviendo al inicio, desde un punto de vista praxeológico, lo que vemos es que los niños no saben decir «me gustas» ya a una compañera de clase si no es a través de un mensaje de texto, que subimos por la escalera para no tener que conversar con el vecino en el ascensor, que preferimos los hoteles donde nos hacen el check-in por internet y podemos abrir la habitación con el móvil sin pasar por recepción, que las relaciones de pareja hoy en día son más abiertas que nunca y una vez terminada la transacción emocional del día, preferimos que el otro vaya a dormir a su casa… Volvemos al debate racionalismo vs empirismo. Me es indiferente lo que digamos que somos, es una cuestión de preferencia revelada y en cuanto nos dan opciones, en muchas facetas de nuestra vida la evidencia empírica nos dice que elegimos la menos social posible. Hay de todo, obviamente.
Y esto quizá me decís, ¿Qué tiene que ver con la inversión? Pues mucho porque al final, los inversores estamos decidiendo con las señales que nos revelan las elecciones de los consumidores dónde vamos a asignar recursos.
El contra-argumento de todo lo anterior lo llevo leyendo desde hace tiempo. Cada vez los estudios coinciden más en que la población humana decrecerá a partir del año 2050-2060 y no llegaremos a alcanzar los 10.000 millones. Os dejo el link de la CNN.
Que en algún momento seamos la mitad y tengamos el doble de capacidad de consumo soluciona todos los problemas y alivia al planeta… Yo desde mi ignorancia, me parece un escenario tremendamente optimista.
La verdad es que creo que puede tener más incidencia el aumento de la esperanza de vida que la baja natalidad pero no soy un experto en el tema. En cualquier caso, aunque no se cumpla esa máxima que se escucha en mis reuniones sobre inversión inmobiliaria de “cada vez somos más y el suelo es el mismo”, incluso si cada vez no somos más, cada vez los que somos más los que queremos poseer más suelo, segunda residencia, etc. Es decir, si fuera verdad que la población se reduce porque los países más pobres que son los que aportan más natalidad se educan y dejan de reproducirse a la misma velocidad, que se eduquen significa que entran a competir con nosotros por los recursos existentes. Pero bueno, aquí entramos ya en otras derivadas como la robotización, es decir, cómo vamos a mantener ocupada a toda sea clase media mundial mucho mayor que la que tenemos hoy con una reducción de puestos de trabajo masiva o cómo vamos a mantener a una tercera o cuarta edad, cada vez más importante en el total de la población sin un relevo generacional que costee su estilo de vida.
Paso muy por encima también por otro tema a valorar que es considerando ese aumento poblacional como mínimo a corto plazo, clases medias emergentes y mayor capacidad de compra para todos ellos sobre todo a nivel habitacional todas las posibilidades que hay en desarrollos tecnológicos para multiplicar el suelo existente. ciudades verticales, suspendidas, soluciones sobre el mar o «intraterrestes» a través de exacavaciones.
Y voy a dejarlo aquí porque se me quedan muchas cosas en el tintero e intentaré hacer un segundo episodio acabando los temas que toqué en esa reunión, me quedan algunas cuestiones a cerca de pasaportes, los conflictos actuales (que obviamente condicionan sobremanera las inversiones) y qué pensamos o que pienso de Europa desde un punto de vista asiático de inversión.
El próximo episodio tenemos entrevista, voy a traer a una persona con la que discrepo en su concepción de China y creo que es interesante darle voz porque a pesar de que me he negado a propagar todas esas noticias negativas que escuchamos sobre China… Además de que no podría competir con medios oficiales, Lejano Este no nació para ser uno más… Creo que puedo aportar muchas cosas desde el otro lado y como mínimo poner en duda la versión oficial, si que siento que a veces el programa se queda cojo y me falta un equilibrio de ideas. Así que además de invitar a personas que considero interesantes iré intercalando también entrevistas con expertos con visiones distintas a la mía que enriquezcan el programa.
Y esta vez os voy a pedir que me ayudéis, especulando conmigo. En este episodio os cuento estrategias a futuro teniendo en cuenta muchísimas incertezas. Es un tema en el que no puedo dar consejos a nadie, os cuento las ideas que he ido acumulando durante todos estos años y bueno, más allá de que podáis estar de acuerdo o discrepar sí me gustaría que me compartierais estrategias y que entre todos, a través de esa inteligencia colaborativa logremos un interesante collage de ideas.
Os dejo con un proverbio chino:
“El que pregunta es un tonto por un instante, el que no pregunta es un tonto para siempre.”