Cuando llegué a China me dijeron que la frase que definía este país era la de “caos ordenado”. Aquel juego de palabras me sirvió durante unos años pero la frase no acababa de explicar algunos sucesos que vivía (iba a decir, sufría) en el día a día.
Ojo, cualquier pensaría que esas dos palabras, caos organizado, la cara la mala es el caos y la buena el orden. Yo nunca lo vi así, yo venía de Europa a vivir experiencias, y mientras los extranjeros de principios de siglo se morían por un contrato de trabajo en Hong Kong… A mí me molestaba haber cruzado el planeta para acabar apalancado en la ciudad más occidental de Asia. No, a mí me quedaba demasiado civilizada Guangzhou, la de antes de los juegos asiáticos que era mucho más salvaje que la de ahora.
Me gustaba el caos, la aleatoriedad, lo que yo percibía como aventura, todo eso que no entendemos y engloba lo que hemos venido a llamar «choque cultural»… Me encantaba. Comprar un carnet de conducir e irme a hacer KM hacia el interior pensando que me podía acabar China. Allí descubrí que no, que no había atisbo de orden espontáneo, que lo que dejabas al mercado, que era prácticamente la totalidad en las ciudades del interior, generaba en todo caso un caos espontáneo, un caos maravilloso si quieres… Si lo miras desde las ganas de aprender y no de juzgar, pero caos en todo caso.
Y entiendo que eso mismo es lo que los liberales llamarían orden espontáneo, pero me niego a dotar de una carga peyorativa a la palabra caos. Levantarte todas las mañanas y no saber si esa noche dormirás en tu casa o si quiera en tu ciudad, salir de tu oficina con una idea de negocio y volver con 5, si el orden espontáneo nos dice que las piezas se acabar acomodando sin una intervención estatal, yo iba un paso más allá, no se trata de que las piezas se acaben acomodando gracias al mercado o a la intervención estatal, el caos es no buscar ese acomodo, es observar belleza en esa anarquía.
En las carreteras chinas
Os voy a poner un ejemplo, una batallita que se me quedó grabada, iba conduciendo por una carretera de 4 carriles, no es algo para sentirme orgulloso porque te sentías Dios, ahí no había normas, tu vas con un descapotable, el ego subidísimo, pensando que eres inmortal que conoces a todo el mundo en el pueblo, tienes padrino y buah, que os voy a contar… Siempre digo que en aquella época China nos volvía muy tontos a la mayoría de extranjeros… Y yo soy, he sido un caso de manual.
Y os decía, era una carretera de 4 carriles, 2 en cada sentido. Y bueno, yo tenía dos coches bloqueándome, decidí pisar la raya continua -no existía la raya discontinua en China o nadie en el pueblo donde yo vivía entendía la diferencia-, pues bien, yo la crucé para adelantar a los dos coches. Es decir, yo iba por el tercer carril, el primero en sentido contrario, y no debía ir yo tan deprisa porque me intentó adelantar por mi izquierda un cuarto coche, invadiendo el cuarto carril, es decir, el segundo en dirección contraria.
Nos miramos, mientras cometía también una ilegalidad, diciéndole al de mi izquierda «es que… es que vais como locos….» Y el caso es que cuando vuelvo a mirar hacia adelante… Me encuentro que los astros se han alineado y que en frente tenemos el peor escenario posible, que son 4 coches viniendo de cara… Con lo que en 4 carriles, estábamos 8 coches 4, en cada sentido. Y ahí ya dije, mira aquí nos paramos todos o nos matamos.
Claro, en occidente sé lo que hubiera pasado, bueno, imagino que en occidente no se dan casos así todas las mañanas, pero en caso de darse, los dos coches de la izquierda en cada uno de los sentidos, los que estaban en posición ilegal hubieran reducido su velocidad y se hubieran reincorporado a los carriles de la derecha y poco a poco todo hubiera ido volviendo a la normalidad.
Allí no. Nos quedamos parados los 8, como si fuéramos a chocar morro con morro, pensando todos que quien debía apartarse era el otro. E incluso algo que se daría en occidente, es que los que íbamos en el mismo sentido, los dos en posición legal increparían a los dos en posición ilegal, porque claro, estábamos haciendo lo mismo que los que le bloqueaban el paso a ellos, pero no. Eso es mentalidad europea y los que habéis vivido en China me entenderéis.
Continuar a cualquier precio
En China, sobre todo en el interior, no se argumenta legalmente, no se utiliza la ley para tener razón… Lo que se intenta es continuar. Nadie te va a decir «aparta» si estás mal colocado en la cola del metro o del hospital. Pasarán por el hueco que dejes sin importar si te golpean ligeramente con el hombro.
Paréntesis, cuando dicen que los chinos no se tocan, sí, correcto, no se tocan voluntariamente, pero para optimizar espacios, lo que en occidente llamamos “colarse” te tocarán todo lo que haga falta. E incluso cuando hacen cola bien, nosotros vamos moviéndonos proporcionalmente mientras la cola avanza, manteniendo siempre la misma distancia con la persona que nos precede. Los chinos no, en el momento en que un cliente es atendido y la cola avanza, cada persona de la cola avanzará tanto como pueda y el límite lo marca el impacto con la persona de delante. Ahora va mejorando la cosa, pero puedo adivinar los años que lleva en China alguien que no haya sufrido en sus tobillos el golpe del trolley de las maletas del tipo que hace cola detrás de ti en el aeropuerto.
Y volviendo al incidente de los 8 coches, cada uno sólo quiere continuar. No se odian, quizá se increpen pero no se odian y el incidente lo olvidarán a los 2 segundos de resolverlo. El coche de más a la derecha en mi sentido, sólo ve el coche que tiene delante y que le bloquea, los otros 6 no son su problema.
Por eso muchas veces cuando explico que los chinos no es que no puedan hablar de política es que no les interesa en absoluto, desde nuestra mentalidad occidental pensamos que no es así, que exagero… No, la política es un fenómeno atmosférico. Es un obstáculo en el camino que bordeas, no intentas quitar el obstáculo, no intentas demostrarle al obstáculo que está equivocado, que no debería estar ahí, no, lo bordeas y sigues tu camino.
En este caso igual… Los tipos, no intentan tener razón, no intentan aleccionar, sólo intentan continuar su camino. Cuando entiendes esto, muchas actitudes en la vida del chino de a pie, empiezan a cobrar sentido para nosotros.
China rural vs urbana
Bien, como se resuelven este tipo de incidentes. Porque en ese momento no hay normas. Bueno, he vivido varias situaciones diferentes. En ocasiones, sobre todo en los pueblos, el clasismo se impone. ¿Clasismo en China? Pero si son comunistas y más en el interior donde menos ha llegado el capitalismo y son todos iguales, ¿no? No… Lo que suele pasar, en muchas ocasiones es que el coche importado, el deportivo lujoso o el 4×4 aparatoso gana por encima del coche que tuviera razón. Es decir, el que está en situación correcta se aparta para que pase el que se siente Dios porque lleva un coche caro.
Esto con los años ha variado, pero en los pueblos pueblos, que en China también hay, de alguna manera todavía pasa. Todavía hoy, apartan los coches “baratos” para aparcar delante de casa el caro… No es tan evidente como lo que os contaba de mi anécdota pero pasa.
En las ciudades, donde la vida se vive a otro ritmo, puede darse otro procedimiento para resolver el conflicto. Los repartidores o en general las personas que conducen estresadas… No moverán un dedo porque tengas un coche caro, como ha de ser, y ahí se produce lo contrario, gana el que tiene menos que perder, que suele ser ya digo, repartidores con esos coches de 3000 euros, esos desechables de un único uso, si el tipo ve una pequeña brecha entre dos coches, por ahí intentará colar en suyo. Y como tú conduzcas un coche caro en una situación ilegal, ya te digo que te va a interesar moverte y dejarle pasar.
Orden y disciplina
Pero como en China todo cambia a una velocidad meteórica, el estado ha ido regulando la conducción, ha colocado vallas para que la gente no cruce en los parques por el cesped, en general al estado le cuesta menos limitar la movilidad que formar por donde se puede y no se puede pasar. Y lo mismo que decimos para coches o peatones se aplica a apertura de negocios, relaciones contractuales, etc.
Con el tiempo hice mía la frase “de que China es el caos ordenado” con una ligera modificación, China es el «caos disciplinado”. La diferencia entre orden y disciplina puede ser fina, pero el matiz resulta trascendental. La diferencia entre orden y disciplina es que el orden podría ser espontáneo y la disciplina implica necesariamente un sujeto disciplinador.
De esta forma, igual que os decía en un episodio anterior, en una conferencia le di al guanxi un enfoque diferente. Definiendo el guanxi como la ausencia de burocracia, lo estoy resumiendo y se va a ver muy incompleto porque obviamente eso sería sólo una arista de todo lo que engloba el guanxi, en cualquier caso, para no abrir ese melón, quedaos con que el aumento de burocracia está perfectamente alineado con la disipación del guanxi.
El punto de la tesis está muy ligado al análisis del caos. ¿Cómo se resolvía históricamente un problema complejo en China? Imaginemos un embarazo fuera del matrimonio, el acceso a una universidad inalcanzable, un litigio entre dos granjeros por los límites de sus fincas… Muy fácil, cada uno tiraba de su guanxi y quien tenía el padrino más alto, imponía su criterio.
Tampoco es tan diferente de lo que pasaba en nuestros países en la época de los señoritos, hace no tanto. Como digo muchas veces, por ejemplo con el respeto y cuidado a los ancianos, China no es que tenga una cultura superior o inferior. Por mucho misticismo que le queramos dar a veces hablando de Confucio o del budismo, simplemente se encuentra en otro momento temporal y en esto, la resolución de conflictos, el estado ha conseguido imponer un criterio común y que se aplique de manera estricta… ayer por la tarde.
Guanxi vs estado
Fijaos que tanto el guanxi como la regulación estatal, lo que intentan cada una por sus medios es encontrar a las problemáticas que propone el caos. Pero mientras la regulación estatal puede llegar a aspectos muy concretos de nuestra vida, como quién puede o no girar hacia la izquierda en esta calle y regularlo segundo a segundo a través de un semáforo, el guanxi se reservaba para temás más relevantes. Por eso, cuando yo llegué se daban muchas más situaciones caóticas, porque imperaba en mayor medida la ley del guanxi y a la vez no usabas tu contacto en la policía para que te quitara una multa, lo usabas cuando llevabas dos meses con tu visado caducado y en la comisaria te decían que eso requería de una semana en el calabozo antes de tu expulsión.
La historia, como siempre, se repite. De la misma forma que la imprenta pudo haber servido para democratizar la lectura y los estados rápidamente vieron el potencial que tenía para imponer por ejemplo, una enseñanza común, uniformada y completamente regulada al servicio del regente del momento y todavía hoy de debate en países muy civilizados si algunos libros deberían ser prohibidos, internet y en general la revolución tecnológica en la que nos encontramos inmersos se encuentra en una pugna entre un acceso a la información total, libre y descentralizado y, por otro lado, una organización de los recursos top-down con reglamentos, asignación de privilegios, etc. Que no de pie a sistemas de resolución de conflictos alternativos.
En el caso de China, más allá de todo lo malo que nos cuentan por la tele, la tecnología aplicada al control del sector público ha reducido sensiblemente la capacidad del funcionario para dirigir su firma en una u otra dirección en función de sus intereses personales, ya que, independientemente de cuál fuera la intención inicial, la regulación no había igualado derechos, los había concentrado en algunas pocas manos.
La tan adorada redistribución, tanto si hablamos de dinero como de poder, nunca suele ser un trasvase de ricos a pobres sino de clases desorganizadas a clases organizadas. Eso como punto negativo.
En positivo qué tenemos, pues que gracias a esa disciplina se han solucionado un buen número de situaciones caóticas indeseadas, abusos de poder, etc. El peaje quizá que hemos tenido que pagar en ese trabajo evolutivo es la abolición de otras situaciones caóticas que no comportaban daños a terceros, a día de hoy cada vez más residuales, que para los románticos aún resultan entrañables.
Hoy me despido con un proverbio del mismísimo Sun Tzu: “Incluso en medio del caos, encontrarás oportunidades»