Recuerdo aquel chiste de la infancia de un partido de fúbol en una cabina de teléfonos entre dos equipos de chinos y cuando le metían un gol, el portero gritaba desconsolado «es que me dejáis sólo!!»
Hace menos de dos años un cliente argentino nos miraba con desconfianza al intentar explicarle que no encontrábamos mano de obra para su proyecto: «en China???? noooooo», afirmaba incrédulo. Como repetía Oscar Wilde, «un hombre puede creer en lo imposible, pero jamás creerá en lo improbable»; y parece realmente improbable que no haya chinos en China, cierto? Obviamente, haberlos «haylos» pero, solemos pensar, altamente desinformados, que estos pobres muertos de hambre, pelean por un puesto de trabajo de 16 horas desde los 9 años de edad… y, como siempre intentamos explicar en este blog: NO.
Una vez más, debemos repetir que en China no hay paro, más allá de un paro universitario de los que fueron engañados por sus padres con un «hijo mío, estudia una carrera y tendrás un futuro», como si no nos sonara el cuento. Entre el resto, no hay paro. O lo hay en números negativos realmente esperpénticos.
Esto ha derivado en una actitud hacia la empresa muy diferente a cómo imaginamos China. Con posibilidad de obtener un nuevo trabajo en cuestión de horas, se genera muy poca fidelidad hacia la empresa, un sentimiento de pertenencia nulo y unas situaciones realmente incomprensibles para un occidental cuando un trabajador, más que pedir un aumento de sueldo, tiene la total confianza para lanzar un ultimatum a su jefe. Igual de incomprensible la situación de un jefe despidiendo a un trabajador preocupado por su reacción y éste yéndose encantado. No es la excepción, es la norma.
La mayoría de empresarios que viajan a China, conocen la situación de primera mano porque la han sufrido al hacer un pedido que llega fuera de plazo ante la falta de mano de obra. El problema es que, habitualmente, no habla de China quien la conoce, quien la vive, sino periodistas y políticos que en el mejor de los casos vienen 1 o 2 veces al año y no salen de las capitales y muchas veces ni siquiera de su hotel desde donde escriben sus crónicas.
Hace unos días un profesor universitario, reconvertido a político, decía en una charla: «Es que quieren que trabajemos como chinos? 12 horas al dia, 30 dias al mes». No es solamente ofensivo, es realmente una pena que todavía se hable de China en estos términos tan anacrónicos, y peor aún que lo haga alguien que pretende representarnos y que debería tener un nivel mínimo de cultura general y actualizar sus conocimientos de tanto en tanto.
En otra charla, se hablaba de la necesidad de subir las tasas a países que no respetan derechos mínimos a los trabajadores y, de nuevo, aparecía el nombre de China.
No es solamente nuestra experiencia en un grupo de más de 10 empresas, fábricas, etc. Y en cuatro provincias distintas. Es la experiencia de cualquier empresario chino al que le cuesta realmente mantener una plantilla estable debido a la gran rotación laboral provocada por la gran oferta de empleo y la gran falta de mano de obra. Desde el punto de vista del trabajador, el escenario es idóneo. Las horas extras se están limitando hasta casi desaparecer en algunos sectores, los trabajadores valiosos pueden conseguir y consiguen condiciones laborales a medida, como seguros sociales, festivos, etc. No son necesarios convenios colectivos o sindicatos, la presión de saber que toda tu plantilla puede irse mañana a la empresa de en frente o, peor aún, empezar a trabajar por su cuenta con el conocimiento adquirido en tu empresa, condiciona a los empresarios para renegociar y mantener la plantilla satisfecha.
Los niños ya no son una opción por tres razones principalmente:
1. Todos los miembros adultos de las familias cuentan con empleo y ya no se hace necesario enviar a los pequeños a traer un sueldo a casa. Por el contrario, con ingresos familiares suficientes, los padres intentan dar a su hijo la mejor educación posible.
2. La nueva generación de «hijo único» provoca que el joven tenga hasta 6 personas pendientes de él (2 padres y 4 abuelos), pues no cuenta con hermanos o primos ya que sus padres también fueron hijos únicos. Esas 6 personas, todas con sueldo, tienen un nivel de vida que focalizan en el niño de forma, a veces, hasta perjudicial. Sería completamente irracional ver a ese hijo único, consentido y malcriado, trabajando en una fábrica.
3. La evolución del país, la evolución de las leyes, inspecciones, el orgullo de los políticos chinos que veían cómo se hablaba de ellos en el extranjero. En general, aunque cueste que lo entendamos, China ha cambiado.
El ejemplo que nos empujó a escribir este artículo fue la experiencia que uno de nuestros consultores españoles en una operación en un hospital chino. Al contrario de lo que se pueda pensar, el trato fue exquisito, el cirujano hablaba inglés, la atención fue adecuada, etc. Pero, de nuevo, nos sorprendió ver que el nivel del personal técnico y de mantenimiento no se correspondía con el nivel del centro. Hablamos del mayor hospital de Hangzhou (capital de Zhejiang) famoso por su personal médico especializado en deportistas de élite; se podría decir que hablamos de un hospital de nivel medio-alto.
En la foto se puede ver a la «ayi» (término complejo que puede servir tanto para definir a la «señora de la limpieza» como a una tía, abuela o señora mayor) que se encargaba del mantenimiento y ayuda a los pacientes en los ejercicios con máquinas de recuperación en el hospital. Después de algunos problemas con el instrumental que, obviamente, la buena mujer no era capaz de resolver, preguntamos cuál era el motivo por el que no se contara con personal más joven y quizá más apto para el manejo de equipos digitales, etc. La respuesta del médico, fue clarificadora: «no penséis que sólo las fábricas tienen falta de personal».
Cuando el instrumental fallaba y nuestro compañero sufría las consecuencias, la trabajadora huía buscando ayuda y hacíamos realidad el chiste de la cabina de teléfonos: «es que me dejáis sólo!».
Tras indagar con distinas «ayi», pudimos comprobar que el sueldo que reciben en el hospital es más bajo que el que podrían recibir en una fábrica, restaurante o en el sector de la limpieza, que el último director del servicio de mantenimiento del hospital (con un sueldo muy elevado) había renunciado a su empleo para crear su propia empresa de suministros y ofertar sus productos a hospitales y que una de las enfermeras con más antigüedad (y sueldo) estaba siendo tentada para dirigir un nuevo geriátrico (un negocio inédito que empieza a sonar en el país).
Nuevamente se repetía en el hospital la realidad de oficinas y fábricas en un país que no afloja el acelerador y donde todos y cada uno de sus habitantes intenta prosperar incluso renunciando a la seguridad de empleos relativamente estables.
En otra ocasión hablaremos de los médicos (ellos) y las enfermeras (ellas), un sector donde todavía el machismo/sexismo sigue latente.